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Aquel 29 de noviembre yo llegaba tarde a clase como siempre. Rosa me había dejado en la puerta del instituto sobre las 8:50h cuando yo debería haber entrado veinte minutos antes. Los pasillos estaban desiertos y en calma. Decidí ir al baño a despejarme un poco. Aquella noche solo había dormido dos horas.

Los baños de mi instituto son muy caóticos. Ninguna puerta o pared se salvan de los adolescentes con rotuladores, en todas partes hay escritos nombres, insultos, dibujos de mal gusto o cuentas de redes sociales. Y yo no iba a ser menos. Todos los días, antes de entrar en clase, cojo mi rotulador negro y hago una línea al día en una pared que no está pintada. No se muy bien por que lo hago, pero me gusta. Tal vez sea para contar los días que llevo encerrada en este centro de mierda o para decorar simplemente e ir de guay como los demás.

Me lavé la cara y cerré la puerta del baño de chicas. Mi aula estaba cerca. Ahora tocaba alemán.

Di tres golpes en la puerta como era habitual en mí y entré. La gente ni se inmutó en que yo había llegado. El profesor me pidió que tomase asiento y eso hice. Ya no era raro que yo llegara media hora tarde a clases y por eso los alumnos no le daban importancia.

Mi sitió estaba atrás al lado de la pared por lo que pasaba muy desapercibido y eso me gustaba. Cogí mi mochila y saqué un bolígrafo y una libreta por si aquel día pensaba apuntar algo pero no lo hice.

Justo cuando estaba abriendo la libreta miré hacia delante mía y como si hubiera visto un fantasma me dio un vuelco al corazón. Justo en la mesa vacía que está delante mía había una chica sentada. Tenía la piel muy pálida y su melena rosa iba recogida en dos grandes moños. Se le notaba su raiz negra y no pude evitar preguntarme quien era aquella extraña mujer y cuando se había matriculado en mi instituto. Me fijé en su ropa. Llevaba puesto un vestido de tirantes negro y como llevaba el pelo recogido pude apreciar que tenía un Choker muy fino rodeándole el cuello.

No sabía como era de aspecto facial, pues al entrar ni me había percatado de que estaba, pero no dudé ni un minuto en pensar que seguramente era muy bella. Estaba leyendo un libro que no alcancé ver su nombre, pero, ¿y cual era el suyo?

Los alumnos no mostraban ningún signo de interés hacia ella. Nadie la miraba, nadie le hablaba. Nada. Solo yo, la persona más solitaria del instituto, que pasó por varias crisis nerviosas, que tuvo anorexia y en la que aún se pueden apreciar signos de autolesión me fijé en la alumna nueva con la que, por un segundo me imaginé un mundo si yo le dijese un simple ''Hola'' pero, el timbre que avisaba de que la primera hora había acabado sonó, y con él, la chica del pelo rosa, salió de clase hacia sabe Dios donde.


La chica del pelo rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora