Mis ojos estaban cerrados. De repente, comencé a oír ruidos extraños y a sentir mucho frío.
¿Qué demonios...?
De un momento a otro, abrí los ojos.
Estaba en el bosque.
-¿De veras, Turner? ¿No tenías un lugar mejor?-.
Escuché una risa a mis espaldas y, al darme vuelta, me topé con el rostro sonriente de mi hermano.
-Lo siento- dijo entre risas -sabes lo mucho que me gustaba estar aquí-.
-No me molesta de todas formas- comenté, y, unos segundos después, me abalancé sobre él para darle el abrazo que tanto había querido darle- con tal de poder estar contigo, no importa el lugar. Te extraño tanto... ¿cuándo te permitirán regresar?-.
-En unas horas. Es una tortura... Yo también te extraño- me abrazó aún más fuerte- será fácil para ti, las horas se pasarán mientras duermes. Yo estoy despierto a toda hora, eso sí que es sufrir-.
-¿Cómo conseguiste entrar en mis sueños? Creí que tampoco te lo permitían al estar castigado- le dije mientras me sentaba en el tronco de un árbol que allí se encontraba.
-Pues... Digamos que me infiltré- una sonrisa pícara se formó en su cara.
-¡Turn! Sabes que no me agrada que hagas esas cosas. Podría no volver a verte nunca-.
Mi hermano se arrodilló frente a mí y acarició suavemente mi rostro.
-Jamás te abandonaría de esa forma- susurró- soy todo lo que tienes, y sé lo mucho que duele eso. Lo hemos vivido juntos-.
-No soporto todo esto. Te quiero conmigo, a pesar de que no te hayas ido completamente- fue todo lo que alcancé a decir antes de que las lágrimas comenzaran a caer por mis mejillas, y sintiera cómo todo se tornaba blanco a mi alrededor.
Lo primero que distinguí fueron los números rojos que resaltaban en la oscuridad indicando la hora.
2:27 AM.
Faltan siglos.
Me dispuse a dormir nuevamente con el propósito de que, al despertar, Turner ya pudiera estar a mi lado y acompañarme al igual que lo hacía siempre. Desafortunadamente, mil cosas ocupaban mis pensamientos e impedían que pudiera conciliar el sueño.
Una de las tácticas que intenté usar para poder dormir fue concentrarme en mi respiración.
Inhalo, exhalo, inhalo, exhalo...
Para mi desgracia, mi tan ingeniosa táctica se vio interrumpida por la continua tos de una de mis compañeras de cuarto, Dinah, quien últimamente había estado gravemente enferma. Aún no terminaba de entender qué clase de idiota pondría a cuatro chicas a dormir en el mismo lugar que alguien que, en mi opinión, estaba en su lecho de muerte debido a una enfermedad sumamente contagiosa.
En fin,supongo que no se puede pedir demasiado en un orfanato.
-Dinah ¿te encuentras bien?- le pregunté por educación. Para ser sincera, no me llevaba muy bien con ella, pero eso no significaba que no la ayudaría si estuviera en malas condiciones.
-Sí... Tú... Si-gue durmiendo- pronunció con dificultad.
Si tan sólo pudiera...-¡November, despierta! ¡Vamos, arriba!-.
Abrí los ojos sobresaltada y, al contemplar a mi querido hermano, sentí una felicidad inexplicable.
-Al fin estás aquí- exclamé, aliviada. No tenía idea de cómo había logrado dormirme, pero al parecer, había funcionado.
-Sh, despertarás a las demás-.
-Pues que se despierten, estoy tan contenta que podría comenzar a saltar alrededor de toda la habitación-.
-Ni se te ocurra. No quieres que piensen que estás loca ¿o sí?-.
-Turn, veo gente muerta. Ya deberían saber que estoy loca-.
-No si no se los has dicho aún-.
Mi hermano falleció hace ya tres años, y, a pesar de todo, lo sigo viendo, pues, porque, como verán... Soy una médium. Sí, esas lunáticas que se comunican con los espíritus de verdad existen, y yo soy una de ellas. No he descubierto específicamente cómo tengo el poder, pero mi hermano tiene una teoría la cual me parece bastante acertada.
Mi madre, al mismo tiempo que estaba embarazada de mí, estaba esperando otra niña; iba a tener gemelas. Una tercera hija. Sin embargo, la tragedia se llevó a mi hermana antes de que pudiera nacer, y yo sobreviví. Nunca he recibido una visita de ella en todos estos años en los que he podido comunicarme con las personas del más allá, pero no me molesta, pues sé que debe ser difícil para ella. Los bebés, niños o adolescentes menores de dieciocho años, al morir, tienen la oportunidad de crecer hasta dicha edad, mientras que los mayores, permanecen con su edad correspondiente. Pienso en nuestro reencuentro cada día de mi vida, pero, desafortunadamente, no puedo hacer nada más que eso hasta que ella decida manifestarse.
Turner dice que el don que tengo lo adquirí tras la muerte de mi hermana gemela, ya que vio otros casos similares al estar "allá arriba", como lo llama él. Yo creo en todo lo que me dice.
-¿Qué tareas te asignaron para hoy?- me preguntó mi hermano mientras se paseaba alrededor del dormitorio.
-¿Cómo iba a saberlo? Ni siquiera me he levantado de mi cama- le respondí.
-Pues arriba, perezosa-.
-No puedo. Aún no ha llegado...- mi oración quedó inconclusa cuando la voz estridente de la señora Coleman, la encargada del lugar, comenzó a escucharse en la habitación.
-¡Niñas, a levantarse!- chilló- ¡ya son las siete de la mañana!-.
Todas mis compañeras de cuarto comenzaron a levantarse lentamente a excepción de Dinah, quien continuaba en la misma posición que antes.
-Martin, te quiero arriba ahora mismo- le ordenó la señora Coleman.
En ese momento sentí compasión por mi compañera; estar enferma no era algo bueno, pero estar enferma en el orfanato de Raycon era mucho peor.
-¿Qué hacía despierta, señorita Whittermore?- me preguntó Coleman mientras me colocaba mis viejas botas de lluvia amarillas.
-No podía dormir- le respondí, concentrándome en mis botas. Pareció satisfacerse con mi respuesta, y se encaminó hacia el otro extremo de la habitación, donde Dinah parecía no tener intenciones de moverse de su lugar.
Al asomarme por la ventana, me di cuenta de que mi elección con respecto al calzado había sido acertada y que mis oídos no habían fallado; estaba lloviendo, lo cual era poco usual en la zona. En mi interior, rogué que Coleman no nos ordenara hacer trabajo de jardinería. Sí, era capaz de hacerlo.
-En cinco minutos, las quiero a todas en el corredor- nos ordenó Coleman.
-Sí, señora- respondimos al unísono.
Mientras mis compañeras terminaban de arreglarse, aproveché el tiempo que me quedaba para buscar mi campera impermeable, que probablemente estaría cubierta por varias capas de polvo; como dije, la lluvia no es algo común en Raycon.
Bingo.
La vieja campera rosada con flores blancas y verdes se encontraba al fondo del armario, bajo decenas de otras prendas que nadie usaba. Me la probé sobre la camiseta para comprobar que me quedara bien, lo cual no resultó; me quedaba corta en la zona de las mangas.
Demonios.
Como no quería parecer abusiva y pedirle prendas prestadas a las demás, decidí enfrentar a la lluvia con la ayuda de mi fiel amiga: la camiseta morada a rayas negras.
-Muy bien, chicas- dijo la señora Coleman cuando todas nos reunimos en el corredor- sus correspondientes primeras asignaciones para el día de hoy son...- contuve la respiración por un momento- habitación número uno, cocina, habitación número dos, jardinería, habitación número tres, limpieza...-.
¡Gracias Dios mío!
La suerte estuvo de mi lado; la limpieza la podría hacer sin acabar empapada de pies a cabeza. Después de todo, la primera parte del día no sería tan mala como pensaba.
Desde el otro lado del corredor, observé cómo Turner me hacía una seña con el pulgar levantado.
Le sonreí.
-Excelente, ya tienen sus tareas, así que ahora ¡A TRABAJAR!- pronunció Coleman casi en un grito.
Me apresuré a buscar mis instrumentos de trabajo, ya que si no llegaba a tiempo, podría terminar haciendo algo peor que la jardinería. Afortunadamente, tenía cierta ventaja por parte de Dinah, a causa de su malestar, y por parte de Meryl,otra de mis compañeras, quien se había retrasado por conversar con una de las chicas de la habitación número uno.
Tomé una escoba que me pareció servible, dado que había otras que ni siquiera podían llamarse "escobas", y me dirigí a la sala de estar, mi primer objetivo. Turner me siguió hasta allí y se dispuso a observarme mientras cumplía con mis quehaceres.
-Tengo un presentimiento extraño- soltó de repente.
Lo miré, asustada.
-¿Qué sucede ahora? Quiero tener una mañana en paz- susurré, intentando no ser escuchada.
-No lo sé, no logro descifrar qué es-.
-¿Por lo menos sabes si es algo bueno?-.
-Yo...- en un abrir y cerrar de ojos, la figura de mi hermano desapareció delante mío.
Maldición ¿y ahora qué?
Los presentimientos de Turner, en la mayoría de los casos, eran cosas malas, pero, afortunadamente, me ayudaban a evitar que estas mismas pasaran. No todos los días logras evitar un incendio a causa de dejar olvidado un repasador sobre una hornalla encendida. Hablando en serio, le debo muchísimas cosas a mi preciado hermano.
Como Turn no reaparecía, me concentré nuevamente en mi tarea asignada, la cual realicé rápidamente.
El orfanato no era precisamente un lugar pequeño, por lo que, al terminar con la limpieza del mismo, quedé exhausta.
Me tendí unos minutos en el sillón que se encontraba en la sala de estar, y contemplé el techo, aún con mis pensamientos enfocados en Turner y su misterioso presentimiento.
¿Qué será? ¿Por qué desapareció de esa forma?
Mis pensamientos fueron interrumpidos nuevamente por los molestos gritos de la señora Coleman.
-¡EL DESAYUNO ESTÁ LISTO! ¡A LA MESA TODO EL MUNDO!-.
Turner ¿dónde te metiste?Luego de un desayuno aburrido y silencioso como era de esperarse, me encaminé, aún pensativa, hacia uno de los corredores, donde me senté completamente sola, deseando que Turner regresara y contando los minutos antes de que Coleman nos abrume nuevamente con su larga lista de "cosas que hacer".
Mientras observaba la pared desnuda que se encontraba frente a mí, oí una dulce voz proveniente del final del pasillo.
-¿November? ¿Eres tú?-.
Cassidy.
La pequeña vino corriendo hacia mí sosteniendo una muñeca la cual por poco la superaba en tamaño.
-¡Cassy!- exclamé, entusiasmada. Hacía semanas que no la veía, y dudaba que regresara tan pronto; luego de haber estado internada, pensaba que pasaría más tiempo sin saber acerca de ella.
-Me alegra saber que ya estás bien, linda- le dije, rodeándola con mis brazos.
-Mi madre estaba ocupada y decidí quedarme con la abuela para poder verte. Como los doctores dijeron que ya podía empezar a salir, me lo permitió. Además, extraño a Bridie-.
Cassy es la única nieta de la señora Coleman, muy diferente a ella en varios aspectos. Desde el primer momento tuvimos una conexión especial, y nos volvimos amigas cercanas a pesar de su corta edad. Era la única persona, además de Turner, que sabía acerca de mi "don", "habilidad" o como quieran llamarlo y creía en mí.
Cierto día, le presenté a un niño, quien había fallecido en un accidente automovilístico, debido a que el mismo me había revelado sus deseos de encontrar un amigo para no sentirse tan solo en aquella nueva experiencia que estaba experimentando. Así fue como se me ocurrió la brillante idea de presentarle a mi querida Cassidy, a la cual, por cierto, le conté cada detalle acerca de la situación, ya que no podía ver a el joven. La niña no se molestó en absoluto por la sugerencia y hasta aceptó conocerlo. Gracias a esto, descubrí uno de los efectos secundarios de mi poder; al tomar de la mano a otra persona, puedo hacer que la misma pueda ver a los espíritus de la misma forma en que yo los veo. Increíble ¿no? Cassidy, de esa manera, conoció a Bridie y se volvieron tan buenos amigos como lo somos nosotras. Estoy segura de que él estará tan feliz como yo de saber que Cassy ha vuelto.
Hablando de Roma.
En ese preciso instante, un pequeñín tiró de mi camiseta; era Bridie, quien, luego de darme un tierno beso en la mejilla, se apresuró a abrazar a Cassy, la cual se asustó, ya que no lo podía ver.
Riendo, la tomé de la mano, y contemplé la sonrisa que se formó en su rostro tras ver a su amigo.
La alegría no duró demasiado; la señora Coleman, enfadada, se encaminó hacia nosotras y nos apartó una de la otra.
-¿Así que andamos holgazaneando, señorita Whittermore? Como castigo, tendrá doble tarea-.
-Pero... en ningún momento...- me interrumpió con su sonora voz.
-¡Las he llamado hace once minutos! ¡Todas se han presentado menos usted! Y por abrir la boca ¡triple tarea!-.
Dicho esto, tomó abruptamente a Cassidy de la mano y la arrastró por el corredor hasta que ésta desapareció de mi vista.Como castigo, la señora Coleman me había asignado, además de hacer las compras, llevarle flores a su difunto padre, el cual, si estuviera vivo, cumpliría años y encargarme de la limpieza del exterior del orfanato, todo esto en un día lluvioso y con la única compañía de un paraguas.La segunda tarea era el peor castigo que alguien pudiera hacerme jamás, pero qué más da, un poco de charla con los muertos no le hace daño a nadie.
Hagamos esto.
Tomé el paraguas, decidida a mojarme un rato, y cogí las llaves para salir.
-¡Alto!- antes de que pudiera reaccionar, Turner estaba delante mío, bloquéandome el paso- no salgas, de ninguna manera-.
¿Y ahora qué diablos sucede?
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¡Hola! Soy la autora de esta historia y les agradezco por leerla. ¡Denme su apoyo con un voto y comenten qué les parece! Estaré subiendo capítulos a menudo. ¡Gracias!