Era una jornada de estudio común y corriente.
Martín Hernández, de diecisiete años recién cumplidos, y Manuela González de dieciséis iban en el usualmente colapsado metro de las seis de la tarde en Santiago.
En serio.
Iba llenísimo.
Martín estaba frágilmente agarrado por la punta de los dedos de uno de los pasamanos, mientras que Manuela, o Manu y Manuelita (Este último apodo por Martín, su pololo desde hace ya un tiempillo), contra la puerta de el vagón.
Todo el resto de gente pegada y sentada donde podían.
La mayoría se preguntaba cómo diablos estaban haciendo más estaciones si con las que tenían ya estaba así.
Veían pasar tortuosa y lentamente las estaciones, mientras que el poco aire que quedaba en el vagón, y el que entraba por las ventanas, se iba extinguiendo.
De pronto, la chica sintió una mano en la cintura.
No, no era Martín, estaba demasiado lejos, y si se hubiera movido, lo hubiera notado, además el rubio era una persona decente, después de todo.
Forzó los ojos para intentar ver al intruso, y vio un hombre de unos cuarenta años.
La mano empezaba a bajar, mientras que la chica empezaba a desesperarse.
Empezó a respirar agitado, algo asustada.
Hasta que recordó lo que siempre le decían en el colegio, ya que este tipo de situaciones a adolescentes en el sistema público de tránsito era común.
"Tú solo grita, y todo el mundo se dará cuenta de qué pasa."
Respiró profundo, cerró los ojos, y gritó.
-DEJA DE TOQUETARME, WEON ASQUEROSO CONCHETUMARE.
Mientras empezó a forcejear.
Unas personas, que estaban alrededor suyo, se giraron por la situación y empezaron a gritar algunos, otros hablar "Que andai' haciendo" "Alejese de la niña" "Pervertido conchesumare", mientras intentaban detenerlo, ya que iban a abrir la puerta de la estación en unos minutos.
Para cuando se abrió la puerta, tan pronto como el tipo intentó poner un pie fuera, e intentar correr, ya estaba en el piso, con una marca en la cara y un rubio encima gritandole.
La chica ya no recordaba bien que pasó después de ello.
Fue demasiado rápido.
Gente avisando a carabineros, otros ayudando al rubio a detener al hombre, otros avisando a los guardias de la estación, gente hablandole, intentando subirle el ánimo, "Hiciste bien en gritar.", "Hiciste lo correcto.", ofreciendole agua, algo de comida, sentandola en una de las sillas de la estación, más gente agrupandose alrededor suyo, pero ella solo miraba al piso, con un rostro neutro.
Se sentía sucia.
Era horrible.
Al final lograron saber por qué el actuar del tipo: Él había intentado robarle el telefono del bolsillo de adelante de su blusa, debajo del jumper, y lo había logrado gracias a su "maniobra".
Y como el rubio lo había detenido, le quitó el telefono, lo denunciaron por acoso sexual e intento de hurto, y se lo llevaron.
Probablemente estaría en una celda una noche y lo dejarían libre.
Para cuando todo se calmó, la gente se fué, y solo se quedaron Martín y ella, empezaron a irse a casa caminando.
El primer sintoma que preocupó a Martín fue el hecho de que la chica renunció totalmente a irse en micro ni metro.
Y como tampoco estaban tan lejos, decidieron irse caminando.
Manuela estaba en completo silencio, con una mano colgando y la otra agarrando el codo contrario.
Angustia, pensó el rubio.
Estaba pálida, mirando al piso.
Martín intentó tocarle el hombro, pero la chica dió un pequeño salto hacia adelante, mientras temblaba levemente y le mira con algo de miedo.
Martín se asustó realmente con esa reacción.
Paró de caminar, preocupado, y vió como la chica empezaba a lagrimear levemente.
-¿E-Estas--?
-No. No estoy bien, Martín.
La chica miró al rubio con sinceridad, y Martín no pudo evitar abrazarla, y a pesar de que a ella no le gustara demasiado el contacto físico, era justamente lo que necesitaba en ese momento.
Soltó lágrima un buen rato, hasta que se sintió algo más decente, y se limpió la cara.
-Me siento asquerosa.
Martín miró a la más baja con algo de pena.
-¿Sabés qué? Me voy a conseguir un permiso con mi papá y me voy a quedar con vos hoy.
Manuela la miró algo incrédula.
El rubio le miró decidido.
-No, ¿Sabés qué? A la mierda mi viejo. Yo me quedo con vos si o si. A ver si te "regaloneo un rato", como vos decís.
La chica sonrió levemente, y susurró un pequeño "Gracias.", mientras empezaron a caminar, algo más animados.
Pues él no la iba a dejar sola, no en ese momento.
-KuroNeko.-
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~OneShots ArgChi~
RandomPues, ¡KuroNeko al habla! Esta novelilla esta hecha para que las subnormales que administran esta cuenta, ademas de mi, suban su ArgChi. Y si, nos gusta Hetalia y todas esas cosas (?) ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ H...