Los meses pasaron, Navidad estaba cerca.
Louis miró la nieve acumulada en la entrada de su casa a través de la ventana. Pensaba en sus relaciones con Harry y en cómo le gustaría pasar la Noche Vieja con él, pero eso no era posible. Ambos tenían compromisos ineludibles con sus respectivas familias. Pero le echaba de menos.
Durante esas blancas vacaciones, no tenía apenas excusas para pasar las tardes con él y no se veían tan frecuentemente. Louis no era tonto, reconocía que se había convertido en un mero juguete sexual para Harry, pero le quería tanto, dependía tanto de él, que estaba dispuesto a acatarlo todo con tal de seguir juntos.
Ya era todo un experto en penetraciones anales, en felaciones y en otras lindezas parecidas.
Harry no cesaba de enseñarle cosas nuevas y, la verdad, es que le gustaban, aunque se sintiera, a veces, demasiado utilizado. Ni siquiera le reprochaba no salir ya a pasear, ni que lo tratara brutalmente en ocasiones. Cuando Louis se plantaba en la casa de su amante, llevaba su miembro duro y palpitante y sólo pensaba en disfrutar.
Cualquier psicólogo de tres al cuarto, podría haberle dicho, sin dudar un instante, que ese hombre lo había acondicionado mentalmente y moralmente para ser su esclavo. Sin embargo, en esta ocasión, se había revelado. La última proposición de Harry lo tomó por sorpresa. Unos días atrás, le insinuó que le encantaría verlo jugar con otra persona y compartirlo.
―Según las encuestas, más del sesenta por ciento de los chicos se declaran bisexuales o han tenido alguna experiencia sáfica en su juventud. ¿Y tú? -esas fueron sus palabras.
Louis le respondió que no había tenido ninguna relación con alguna mujer y que no le interesaban. Sólo le quería a él.
―Bueno, es solo una fantasía común en los hombres, pero, dime la verdad, ¿no has imaginado nunca hacer un trío? ¿Sentir las suaves manos de otra persona, una chica, mientras tu amante te colma?
La verdad era que no y así se lo dijo. Poco después, se encontró discutiendo con Harry y éste lo cortó de mala manera. Lo empujó sobre el sofá y se puso en pie, furioso.
¡―Ya te avisé que no estarías preparado para esta relación! ¡No tengo por qué aguantar el sermón de un adolescente celoso y enamorado! ¡Compórtate con madurez o bien márchate!
Louis se marchó, llorando. No pudo dormir en toda la noche, era la primera discusión que mantenían y el miedo de perderle se apoderó de él.
Al día siguiente, le llamó, dolido pero asustado. Le encontró frío y distante en su conversación telefónica. Oh, sí, Harry se excusó por aquellas duras palabras, pero Louis supo que no estaba arrepentido. Sin embargo, cuando fue a verle aquella tarde, Harry se comportó de forma exquisita y lo sacó a pasear y a merendar, como hacían antes. Pero no cesó en su idea. Cuatro días más tarde, retomó el tema, en su casa.
―¿Has pensado en lo que te dije? -le preguntó mientras le acariciaba el pecho, ambos recostados en el amplio sofá y mirando la televisión.
―¿Sobre qué?
―Sobre mantener relaciones con una mujer.
―¡Harry! Creía que...
―Lo digo en serio, Louis. Soy mayor que tú y tengo otras aspiraciones, otros gustos. Te quiero, Louis, no lo dudes, y he disfrutado mucho enseñándote, pero no me llena lo suficiente. Debes estar dispuesto a dar todo lo que tienes dentro de ti, como yo lo hago por ti. Pongo en peligro mi trabajo, mi reputación y todo cuanto me rodea, sólo por estar contigo. ¿Qué me ofreces tú?
Louis se quedó callado. En eso tenía razón; él no perdía nada.
―Compréndeme, chiquillo. No es mi intención engañarte; no quiero a otra persona. Solo que me desvivo con la simple idea de verte retozar con una hembra. Mira, compruébalo tú mismo. Solo mencionarlo me ha puesto a cien -le dijo, tomándolo de la mano y conduciéndola hasta su entrepierna. El miembro estaba duro y rígido.
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El arte de manipular
Fiksi PenggemarEl joven Louis Tomlinson asiste a un curso de verano en una academia donde conoce y se enamora de su profesor de actuación, el profesor Styles, y, al parecer, este dice sentir lo mismo. Esto provoca que se conviertan en amantes secretos. Desatando s...