Warrior

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Era un día como cualquier otro, el chico de ojos verdes ya no mostraba interés en nada, él simplemente se sentaba en la banca fría y de metal, a escuchar las tontería de los que algún día llamo amigos.
-¿Qué te pasa?-su mejor amigo se sentó a su lado-Has estado más frío y callado últimamente-aclaró.
-nada-el chico lo miró tratando de sonreír- es que anoche no dormí bien-mintió.
El chico no insistió y siguió jugando con los demás amigos, mientras que a él no le prestaban ni la mínima atención. Alex sólo se quedó sentado esperando a que dieran el toque, para poder regresar a clases, él sabía que tenía que guardar sus sentimientos, fingir que todo estaba bien, que nada lo puede destruir. A decir verdad jamás fue mucho de expresarse ante los demás, pues sabía que no entenderían lo que siente o piensa.
-Tengo que ser fuerte-se dijo a sí mismo. Alejandro llevaba una vida tranquila, su familia era bastante unida pero algo en él no estaba bien, estaba cada vez más triste, sabía que estaba perdiendo a sus amigos y eso le preocupaba.
-Alex, tenemos que irnos- la voz de uno de sus amigos lo sacó de sus pensamientos.
-Ya voy- se levantó de la silla y siguió a sus amigos hasta el salón. Secundaria realmente no era muy difícil pero, para él las clases eran una eternidad.
-No sé qué le sucede, ya no es el mismo...creo que lo mejor sería alejarnos de él-aunque sus amigos susurraban, logró escuchar todo, y realmente le dolía y asustaba que hablaran así. Pero tampoco quería hacer nada, tenía miedo...miedo de hablar.
Los días pasaron y se volvían cada vez más insoportables, sus amigos seguían hablando, cada vez decían cosas peores y él no lo soportaría mucho.
Realmente no le molestaba que hablarán, pero...si eso realmente pensaban, ¿por qué no lo enfrentaban y decían nada? ¿Por qué tenían que ser tan hipócritas con él?
Regresando de la escuela saludó a su madre y subió a su habitación, conectó sus audífonos a su teléfono y trató de perderse en la música, su único consuelo.
-¿Hijo?-su madre abrió la puerta y se sentó a su lado.-¿Estás bien?- sabía que no podía engañar a su madre.
-Si, solo estoy cansado-trató de mentir.
-¿Seguro?- su madre lo miró con tanto cariño. Por un momento pensó en decirle todo de una buena vez, pero descartó esa idea, con el pensamiento de que sería inútil.
-Si, no te preocupes-respondió al fin, esbozando una sonrisa bastante falsa.
-Sabes que puedes confiar en mí- su madre tomó su mano con cariño.
-si, gracias- respondió y se puso su audífonos de nuevo, su madre salió de la habitación y él rompió en llanto.
Sabía que no debía llorar, no valía la pena pero, no lo podía evitar.
Los días pasaron y él sentía el peso en en su espalda, ya no lo soportaba, pero lo que sentía ya no era tristeza, era rabia...impotencia, la necesidad de hacer algo lo invadía.
Algo en él se estaba rompiendo, pero fueron las palabras de su mejor amigo lo que terminó por romper todo aquello que habían vivido juntos...era como si todo eso ya no valiera nada.
-¿Sabes? Yo simplemente le voy a dejar de hablar, ya no es el mismo, ya no me divierte-no podía creer que esas palabras salieran de la boca de el que supuestamente debería ser como un hermano para él.
-¡Basta!- gritó. Ya no soportaba sus insultos, que hablaran de él a sus espaldas ya era insoportable, pero que su mejor amigo dijera que ya no le hablaría solo porque "ya no lo divierte" era increíble, rompió en lágrimas.
-¿Qué? ¿Te duele que te diga la verdad?-le respondió con tono de burla. El solo se quedó callado y corrió a los baños, se miró al espejo y y vio como una lagrima se resbalaba por su mejilla.
Estaba harto de todo esto, jamás se habían burlado de él pero, ya no soportaba a sus propios amigos. Así que regresó al salón y solamente se sentó en su silla evitando el contacto visual con sus compañeros.
De camino de regreso a casa pudo ver cómo algunos vecinos corrían hacia algún lugar, él por curiosidad los siguió pero al notar que todos se dirigían a su casa, se extrañó. Aceleró el paso y la escena que vio era horrible: su casa estaba en llamas, sólo podía pensar en su madre.
-¿Qué pasó?-intento encontrar respuesta, pero nadie le prestaba atención.-¡mamá!-gritó desesperado, con lágrimas en los ojos. Las personas lo sostuvieron, hasta que todo pudo ser controlado.
Al día siguiente se enteró de la muerte de su madre...la única persona que lograba hacerlo sonreír, estaba muerta. Lloró bastante su muerte, mientras también se preguntaba, qué sería de él.
Su padre se encontraba en otro país, y al no querer hacerse caso de su propio hijo, Alejandro fue mandado con sus tíos, quienes nunca parecían prestarle atención, y de la escuela no había nada que decir, sus amigos ahora se habían convertido en sus enemigos, él estaba solo en el mundo. Trataba de convencerse a sí mismo de ser fuerte, de seguir adelante, de dar batalla...como lo haría un guerrero.
Un día, sus antiguos amigos lo acorralaron, y entre bromas y burlas, uno de ellos lo empujó, provocando que Alex se golpeara en el ojo derecho dejando su vista borrosa.
Al llegar a casa su tía lo notó raro, a pesar de no ver el desastre de su ojo, preguntó si algo sucedía, pero una vez más, él sólo respondió con un frío "todo está bien".
Después subió a su habitación, se acomodó en su cama y cerró los ojos. Sabía que todo estaba mal, que debía ponerle fin, pero también sabía que debía ser fuerte pero ¿Para qué? Nadie en este mundo se preocupaba por él así que decidió ponerle fin...
Esa noche el hospital recibió una llamada de urgencia, se trataba de una
mujer, la cual decía que su sobrino había muerto.
Se trataba de Alejandro Arriaga Castro, de tan sólo catorce años de edad, su causa de muerte fue un desangrado. Los días siguientes se encontraros los cuerpos de los amigos de Alex, todos con una "W" en la muñeca. Aunque el único cuerpo que jamás lograron encontrar, fue el su mejor amigo, pues en lugar de éste, se encontraba una nota, la cual decía:
"¿Quién es el débil ahora?"
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Esta historia yo la inventé, dejen su opinión en los comentarios...gracias c:

Un pequeño libro sobre creepysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora