Prólogo

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Corleone, Sicilia, Italia. 2006

—¡No padre! Definitivamente mi hija no será una más en este juego, joder apenas es una adolescente, tiene mucho qué vivir y tú... ¿Quieres infundir más miedo sobre ella? ¿De verdad quieres sumergirla en estas aguas donde lo único que logrará será ahogarse?— mi padre gritaba tan fuerte que el ruido atravesaba la gran puerta de cedro, no podía ver nada pero puedo asegurar que mi abuelo estaba sentado en ese gran y alto respaldo que caracteriza la silla de su escritorio, su pipa en mano y vestido de traje como siempre.

—No hay otra opción Angelo, Anna deberá ser quien lidere a la familia en algún punto, ¡Por Dios que no me mires así! ¡Sabes las aptitudes que tiene tu hija! Si se lo permitieras, podría convertirse en una arma tan letal como su madre... o peor.

—No se trata de si podría o no hacerlo, se trata de que nosotros no estamos en este juego, cuando mi mujer y yo decidimos no participar más, fue para siempre, para proteger a nuestros hijos.—

—¿Protegerlos?— preguntó con ironía mi abuelo, —No me salgas con estupideces, sabes perfectamente que en este ambiente lo que menos se tiene es protección y seguridad.

—Por eso mismo padre, nosotros no queremos que nuestros hijos vivan lo que hemos vivido, entiende por favor.— dijo suplicante mi padre.

—No niegues su destino, no niegues tú destino, por más que intentes escapar, jamás podrás. Es simplemente imposible.— la voz serena de mi abuelo era tan fría que daba escalofríos, —Acepta que tu hija debe ser líder y tu mano derecha cuando yo ya no esté, hijo tengo 73 y las fuerzas se me acaban, coopera por Dios.

—¿El gran fantasma de Sicilia se ha cansado? Vaya padre, tengo que pensarlo ¿Está bien?
Tengo que hablar con Cassandra y con mis hijos.— respondió mi padre exhausto.

—Tu más que nadie sabes que esto no es cuestión de elección, es una obligación por llevar el apellido. ¿Sabes? A veces quisiera que fueras más como tu hermano, el no chista ante ninguna de mis órdenes, ni su esposa, ni sus hijos.
Recuerda que aunque este viejo, sigo siendo la cabeza, no se te olvide Angelo.— soltó amenazante mi abuelo.

—Si Francesco no chista es por qué no tiene un carácter propio y ni hablar de su familia, no me amenaces padre, entiendo tu posición y sé que eres la cabeza de todo esto. Simplemente desearía que tú me entendieras a mi.— su voz derrotada me puso la carne de gallina.

Se escucharon pasos acercarse y yo despegue la oreja pegada a la puerta y eché a correr hasta mi habitación.

Hablaban de mi, la pregunta es ¿Para qué? ¿Qué era yo lo que tenía que liderar? ¿Se lidera a una familia?

No entiendo nada.

Un fuerte estruendo llegó desde la planta baja, vidrios rompiéndose, grité y me escondí debajo de la cama, pude escuchar las voces de graves de varios hombres, dispararon un par de veces al aire.

Provenzano! questa volta non sfugge, mostrati prima destrocemos posto.
(Provenzano! esta vez no escaparas, muestrate antes que destrocemos el lugar.)

Salí de mi escondite y me apresuré hasta el pasillo que daba vista hacia el recibidor, me escondí detrás de un pilar y observé.

Mi abuelo bajo las escaleras de mármol con elegancia y tranquilidad, los agentes de la ley le apuntaban con armas muy complicadas para mi edad, tenía solo 15 años.

—Bernardo Provenzano, sei in arresto per l'omicidio di 127 persone, hanno il diritto ad un avvocato, tutto quello che dici può essere usato contro di voi.
(Bernardo Provenzano, quedas detenido por el homicidio de 127 personas, tienes derecho a un abogado, todo lo que digas podra ser utilizado en tu contra.) — gritó el oficial que estaba al frente de la tropa armada.

Mi abuelo alzó sus brazos y dejo que los oficiales lo esposaran, me miró desde abajo y una sonrisa asomó por su cansado rostro.

En forma de susurro, pronunció las siguientes palabras:

"Alta arrivato qui la mia bella ragazza. Non lasciare che niente ti spaventa."

("Llegaras alto mi preciosa niña. No dejes que nada te asuste.")

No pude contener las lágrimas al ver como esos agentes se llevaban al hombre que me contaba cuentos por las noches, al hombre que a escondidas de mis padres me dejaba oler la madera de sus pipas, al hombre que me daba dulces por debajo de la mesa.

Se habían llevado a mi abuelito y mi abuelito no era malo, al menos eso creía yo.
Solo se lo habían llevado y el no puso resistencia.

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¡Hola bellezas!

¡Nueva historia!

Espero que les agrade aunque aún no tenga mucho sentido, está historia contendrá muchos hechos, sentimientos, dolor, mentiras y secretos.
Espero la sigan leyendo y me regalen sus bellos votos y comentarios.

Les mando un beso a donde quiera que estén.
Los quiero. 💕

—Daniela

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