Entramos. Había muchísima gente; casi no se podía pasar. Nos llevaron hasta una especie de pasillo que hay antes de entrar al que iba a ser nuestro pabellón. Y ahí estaban todas las listas. Las de primero, las de segundo, y así hasta bachillerato. Yo no podía ver las listas porque estaban muy altas y las cabezas de la gente me tapaban la vista. Cuando por fin pude hacerme un pequeño hueco entre tantos niños, les hice una foto a todos los papeles. 1ºA... 1ºB... 1ºC... 1ºD... 1ºE... ¡¡1ºF!! No podía haberme tocado una letra más fea. Que mala suerte. Aunque esa tontería se me pasaría rápido después de conocer a mis compañeros.
Después nos llevaron a la biblioteca del primer pabellón porque la directora y el jefe de estudios nos iban a dar una charla. [...]
Cuando terminó todo aquello nos fuimos todos a la urba y nos quedamos viendo las listas desde nuestros móviles para ver con quienes de nuestros amigos nos había tocado. A mí me había tocado con Marga, Néstor, Noelia, Zahara e Ian. Me había tocado con más gente de la que creía así que estaba contenta. Había gente que le había tocado solo con una persona que conocían o incluso, ninguna.
Estaba deseando que llegara el día siguiente para conocer a mi profesor y a mis nuevos compañeros, que muchos de ellos se convertirían en mis mejores amigos.