El arcón sobre el vacío

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Corría por un pasillo a oscuras, sin saber adónde iba, ni por dónde pisaba. Era consciente de que aquello podía conducirlo a una trampa, pero debía intentarlo, no podía dejar que acabara así. Podía oír los pasos de los enemigos, que corrían no muy por detrás en la misma dirección. Solo deseaba llegar a la puerta antes de ser alcanzado por sus perseguidores. Siguió corriendo, giró a la derecha. No veía nada, y nunca antes había estado allí. Sin embargo, sabía muy bien qué debía hacer: izquierda, recto unos diez metros y otra vez izquierda, después la segunda a la derecha y... Allí estaba. Lo había conseguido. Corrió hacia la puerta y la empujó, pero estaba cerrada. Se alejó unos metros, consciente de que los enemigos se acercaban. Cogió carrerilla, cerró los ojos y golpeó la puerta con el hombro. Nada. Lo intentó varias veces, pero la puerta no cedió. Entonces, se le ocurrió una locura: se quedó inmóvil al lado de la puerta. Pudo ver los trajes blancos acercándose y un instante más tarde, decenas de rayos láser pasaron a su lado. Uno alcanzó la cerradura oxidada de la puerta. Solo entonces se atrevió a moverse. Rápidamente empujó la puerta, y ésta cedió. La cerró detrás de él y echó un vistazo rápido a su alrededor. Se hallaba en una habitación poco iluminada, lo suficiente para ver lo que tenía varios metros por delante. Las paredes y el techo eran de la misma piedra que los túneles, pero lo que más le llamó la atención fue, sin duda, el suelo, pues al principio pensó que no había gravedad en aquel extraño salón. Era un suelo transparente, a través del cual pudo ver el inmenso vacío que se cernía bajo sus pies.
Encontró lo que estaba buscando en una esquina de la habitación: era un viejo arcón de madera de roble, con una extraña placa metálica donde debería haber estado la cerradura. No era muy grande, y si uno no se fijaba bien, fácilmente podía pasar desapercibido. Por suerte para él, su padre le había enseñado a observar todo con mucho detenimiento. Se acercó al arcón y posó su dedo sobre la fría placa metálica. Tan solo un instante después, se oyó un ligero "clic" y la placa desapareció, dejando abierto el arcón.
Muy despacio, levantó la tapa y miró dentro. Su primera observación fue que estaba vacía, pero después pudo distinguir lo que parecía una larga capa marrón y un palo metálico. Estiró el brazo y desdobló la capa con cuidado. Se la puso y cogió el palo de metal. Volvió a cerrar el arcón, y la placa metálica reapareció.
Miró hacia la puerta y supo que el enemigo estaba esperando fuera, y que atacaría en cuanto saliese. Pero claro, tenía un plan. Era un plan macabro, pero también era el mejor que tenía, a pesar de que tenía la certeza de que no funcionaría. Abrió la puerta, miró a los soldados, que se habían colocado en posición de ataque y gritó:
-¡Cómo os atrevéis a acercaros a mi familia! ¡Cómo osáis atacar a un Skywalker! ¡Marchaos ahora mismo, o mataré a vuestras familias, torturaré a vuestros hijos y solo cuando me supliqueis la muerte acabaré con vosotros!
-Señor,- susurró uno de los soldados- señor, es... ¡por el maestro Yoda! Es imposible, esta muerto. Pero... Es... Es... ¡Es Anakin!
-¿Qué...? ¡IDIOTA! ¡Intenta engañarnos! ¡FUEGO!
¡Genial! No había funcionado, y ni siquiera controlaba el sable. Después de todo, no era más que un joven Padawan.

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⏰ Última actualización: Dec 03, 2016 ⏰

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