¿Qué era lo que ella esperaba tras aquellas monstruosas puertas oscuras?
Exactamente lo mismo que la escena que se presenciaba delante de ella.
Caminó con decisión hacia el centro de la sala circular sin mirar a los residentes que rellenaban aquella habitación. El camino era recto, de al menos cincuenta pasos y frío. La piedra que cubría el suelo no estaba calentada por el sol.
Aquella sala era una circunferencia perfecta. Había un círculo interior rodeado por al menos una trentena de armaduras plateadas. Dentro le esperaban a ella. Tras esa circunferencia interior se establecían decenas de bancos donde las personas que tenían más prestigio que aquellas que esperaban bajo la escalera de piedra aguardaban a la espera de uno de los acontecimientos más esperados desde hacía décadas.
Solo había un único pasillo, y era por el que ella estaba caminando.
El edificio era alto y su techo, una cúpula. Alrededor de los extremos de la circunferencia final se elevaban los palcos. Sin elevar la mirada del frente supo que aquellos asientos estaban a rebosar, al igual que los asientos que la rodeaban. Nadie se movía, nadie hacía un solo ruido. Lo único que se podía escuchar era el ruido que la cola de su vestido hacía al moverse y las pesadas pisadas de las dos armaduras que caminaban tras ella.
Pero ella sabía que aquella sala estaba a rebosar, pues no era muy difícil averiguarlo. No era confianza en sí misma lo que la invitaba a pensar que cada asiento, cada espacio, estaba ocupado por una persona, sino la certeza que ella haría la mismo si estuviera en su lugar.
Y ella tenía razón. No había ni un espacio desocupado.
Los pasos de las armaduras cesaron y se quedaron rezagados mientras ella seguía dando pasos hacía el círculo plateado.
El ruido de las puertas al cerrarse la hizo estremecerse.
Estaba metida en una de las mentiras mejor guardadas, y estaba tan metida que salir le resultaba algo imposible. Pero aún así por las noches se dedicaba a soñar su vida fuera de aquel engaño. Soñar la mantenía en pie día tras día. Pero sabía que algún día no le valdría con soñar, y temía la llegada de dicho día.
En lo más profundo de su ser deseaba que nunca llegara ese día e incluso no rechazaba la idea de morir antes de aquel día.
De hecho se le antojaba el día de su muerte mucho más cercana que el día en el que desearía algo más que sus sueños.
La sala estaba muy poco iluminada, tan solo la luz natural de sol entraba por el centro de la cúpula. Un círculo de cristal que coincidía con el círculo dónde ella se dirigía.
Sus pasos cada vez se acercaban más y las armaduras que le daban la espalda se apartaron dejándola paso.
Seis pasos.
La diadema se le clavaba en la sien.
Cinco pasos.
Sus rodillas temblaron.
Cuatro.
Había tantas miradas encima de ella.
El sudor se le había quedado frío.
Escalofríos.
Tres pasos.
Dentro, un hombre vestido de negro y con una tiara plateada en su cabeza la esperaba en el centro del círculo.
Dos.
Ella pensó en el hecho que la había llevado hasta esa situación.
Uno.
El sentimiento de impotencia se intensificó.
Ya no quedaban más pasos que dar. Ella era ahora parte de la circunferencia de armaduras. Entonces dio un paso, seguido de otro. El hombre levantó la mirada del suelo y la miró a los ojos. Un segundo. Dos. Él le ofreció su mano y ella la aceptó. Sin dudas, sin barreras, sin pausa, se pusieron bailar.
Las armaduras a su alrededor clavaron ambas rodillas en el suelo e inclinaron su espalda hacia ellos.
El sol llegó al punto más alto y la luz iluminó la habitación con más fuerza. Entraba a raudales por la cristalera y se reflejaba en la corona de él y en la vestimenta de ella mientras ellos seguían bailando como si lo hubieran hecho miles de veces.
El reflejo de las armaduras les daba un aspecto irreal. Las personas que observaban con atención la escena afirmaron que parecían seres ajenos a esta tierra y aseguraron que ella brillaba tanto como una estrella del firmamento.
Bailaron y bailaron, hasta que el sol dejó su puesto en lo alto del cielo.
Se pararon a la vez, en el centro del edificio. Sus respiraciones estaban agitadas y las manos que tenías unidas entre sí tenían una fina capa de sudor.
Las armaduras siguieron en el suelo mientras que el resto de personas de la habitación guardaban un segundo de silencio hasta que prorrumpieron en aplausos mientras dejaban los asientos y se colocaron en pie.
La esperanza había vuelto al pueblo.
* * * * * * * * * *
¡Hola! ¡Ya estamos a diciembre!
Escribo esto para decir a las personas que me lean que si les gusta la historia le den a favorito. No saben la ilusión que me haría ver que a alguien le gusta esta historia.
Sé que esto solo acaba de empezar, pero si vosotros, lectores, me ayudáis, me sentiré muy agradecida *emoticono de los corazoncitos*
También sé que por ahora lo que llevo escrito es muy poco y que los capítulos son muy cortos, pero si veo movimiento me sentiré más incentivada y los capítulos serán más largos y quizá los pueda subir con una mayor regularidad.
¡Muchas gracias por leerme!
Rebeka.
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Espinas de acero
FantasyDime dónde estás. Encuéntrame. Huye. Sobrevive. Respira. Vuelve a respirar. Es la hora. Ya está aquí.