Sebastián

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Las campanas del parque nacional suena una y otra vez, el reloj por fin marca medio día.
Durante esta semana he creído que ese gigantesco reloj siempre se atrasa unos minutos con la intención de torturar me mientras recibo las clases de literatura, aun que es un curso libre, mis padres como la señorita Jimena suelen decirme algo muy seguido...

<¿Si tanto te gusta la literatura porque escapas de ella?>

La verdad, suelen dar justo en el punto. Simplemente guardo silencio para evadir la pregunta y para que el momento incómodo desaparezca.
Muchas personas comunes lo suelen llamar destino, no me considero como los demás y aparte suena ridículo. Y esto hace que dude de mi mismo en algunas ocasiones. De niño pensaba que estas clases serían tan divertidas y encantadoras como cuando me leían El Principito, Alicia en el país de las maravillas entre otras historias infantiles.
Claro, ahora que estoy en el último año de secundaria. Seria un poco extraño que vuelvan a suceder aquellos grandes momentos. No imagino a mi madre volviendo lo a hacer.
Ha pasado una semana desde que el curso comenzó, mi facha de escritor es completamente asquerosa.

No puedo quejarme de la gran cantidad de consejos que he recibido de la profesora Jimena.
El lugar donde recibimos las clases es un lugar que tiene aspecto grotesco y para nada encantador. Y de colmo esta al final de aquellos largos pasillos...
Al menos mantiene alejado a los demás estudiantes de los demás cursos. Hasta se llego a inventar que horrendos espíritus salían de estos pasadizos, lo único que en realidad aterraba en estos pabellones era aquella señora de tercera edad, que cuidaba y daba mantenimientos a la biblioteca, ella si que asustaba.

Tal ves ella era la que causó todo ese alboroto con la intensión de no volver a limpiar esos pisos.
Al menos me divierte pensar que ella intenta hacer que creamos eso.

Claramente se que este curso solo durara las vacaciones de tres meses, y aun así es una tortura cada día.
Por mas orgulloso que sea, se que sin la ayuda de este curso. Mis historias serán completamente basura.

Esto no significa que haya dejado de escribir, incluso con migo. Siempre llevo una libreta para anotar las ideas que se me ocurren.
Recuerdo el día de las matrículas, mis padres no quisieron venir con migo por su décimo séptimo aniversario.

Fue todo un fastidio, así que recurrí a mi mejor amigo " Stevens".
Compañero desde primaria, cuando necesito una opinión sobre mis manuescritos, también recurro a él.
Lo considero mas como mi editor personal de novelas.
Mientras me encontraba en el salón de matriculas, duramos mucho tiempo de pie.
Me perdí en pensamientos... A lo lejos escuchaba la voz de Stevens, contandome sus historias de amor las cuáles no escuchaba por que él solía mentir con frecuencia.
Un día pensé en escribir una novela la cual llamaría :
<Stevens y sus grandes mentiras de amor>
Era genial...-Reí graciosamente -Cuando me di cuenta que la secretaria golpeo con sus grandes uñas el vidrio que nos separaba.
Luego que completé el formulario me di la vuelta... Stevens, no estaba.
Sin apresurar me salí de aquellas oficinas.
Justo a unos metros frente de aquel lugar. Pude ver a una chica muy joven junto a Stevens, no interrumpiría aquella conversación que seguro para él era muy importante.
No hice más que mirarlo por unos segundo mientras me retiraba.

Por la noche estaba sentado en uno de los sofás que yacían plantados y desordenados por mi habitación.
En momentos un eco agudo se escucho por toda la casa -¡La cena esta servida! -Esta era mi madre avisando que la cena estaba lista.

Antes de salir de mi habitación, recibí un mensaje de texto en mi móvil. Sin duda alguna era del grupo de literatura. No lo abrí, de reojo pude ver que era de la señorita Jimena con un encabeza que decía ; "noticia importante".

Sueños De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora