Reflejo

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Al salir de la escuela Marinette fue directo a su casa, no prestó atención a nada ni a nadie en el camino. Cuándo puso la llave en la cerradura pudo divisar con desagradable monotonía un trozo de papel en el umbral de la puerta, con una pequeña piedra sobre él sosteniéndolo. Sin meditarlo mucho tomo el diminuto papel y lo guardo en el bolsillo de su jean para luego entrar a su casa la cual se encontraba vacía como pocas veces sucedía. Sintió alivio ante la ausencia de sonido y con pasos pesados y ojos cerrados subió las escaleras hacía su cuarto, el cual cerraba antes de irse desde hacía tiempo. Saco una segunda llave de su ya lleno llavero y abrió la puerta lanzando un largo suspiro, que concluyo cuándo cerró la misma. 

Apoyada sobre la madera de aquella entrada, se dispuso a sacar el trozo de papel de su bolsillo para leerlo. Mientras sus ojos recorrían cada letra y cada número, sus piernas se movían hacia el centro del cuarto. 

"El rey exige ver a la joven plebeya esta misma noche." 

Pensó con gracia.

- Es una orden real Marinette, una simple persona como tu no puede negarse... 

Se escapó de sus labios, con un tono de conjunción entre la ironía y el enojo. 

Mantuvo su mirada en aquel blanco papel, la mantuvo lo más que pudo hasta que colapso en un mar de rabia. Con fuerza, mientras dejaba caer lagrimas de sus irritados ojos, rompió en añicos el ya pequeño trozo de mensaje. Sus piernas temblaron como si la gravedad que la rodeaba fuese de más intensidad y se puso de rodillas en el suelo, su mirada se nublo. Luego, de repente, se arrepintió. 

"Quizás él quería... Disculparse..." 

Se desesperó con locura al ver que del papel no quedaban más que migas de lo que fue y con un gran temblar comenzó a intentar remediar lo hecho. Mordiendo sus labios con fuerza, intentaba armar ese imposible rompe-cabezas. 

Con torpeza se encontraba uniendo las piezas de una manera arbitraría. De repente, mientras insistía en ello, se percató  de un espejo de notable altura en frente de ella. Pudo ver su reflejo, pudo verse a si misma arrodillada en medio del cuarto con un montón de pelusas de papel en sus manos y suelo. Sé sintió patética.

 Sus labios se separaron lentamente dejando en su rostro una expresión de completa confusión, se preguntó si de esa persona que se reflejaba había algo de lo que sentirse orgullosa. Su rostro se transformó en una asqueada melancolía al preguntarse si de esa persona que la miraba directamente a los ojos había algo que no fuese basura.

Mientras se hundía más y más en esos pensamientos se dio cuenta, como si alguien se lo reclamará dentro suyo, de que ella recordaba con perfección lo que decía el trozo de papel. 

- ¿Para que estoy...?

Susurró para luego de unos segundos de silencio levantarse. Soltó con suavidad cada miga de papel de sus manos y se acerco al espejo mirando los ojos de su reflejo.

"¿Alguna parte tuya no da asco?"

Se cuestionó con apagado carácter. Apoyó su mano sobre el vidrió que mostraba su rostro acomplejado, se acercó recriminante hacía ella misma y susurró con su voz acongojada.

 - ¿Alguna parte...?

De repente, como si el mundo o alguna deidad la iluminara, tuvo una respuesta. Corrió hacia su cama y se agachó para estirar su brazo por debajo de ella. De aquella reservada oscuridad tomo una diminuta caja que guardaba dentro unos aretes, los miraculous de Ladybug.

- Cuanto tiempo...

Dijo con nostalgia mientras limpiaba el polvo que contenía frotando sus dedos por la superficie. Cuando abrió el pequeño cofre, los vio brillantes y de un rojo tan vivo que de su mente solo pudo aparecer aquella imagen llena de sangre, ya recurrente en su cabeza. Cerro la caja con velocidad, como si ello quitara el recuerdo de la muerte de Papillon.

Miraculous Ladybug: ManiquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora