Regina II Parte #relato
—Mary, ¿va todo bien?, Rubén te está esperando cómo un loco —un exótico aroma a rosas había traspasado los cristales del baño mientras mi hermana se planteaba salir por la puerta.
—No sé que tienes que
pensar —insistí sabiendo la respuesta, ya que no existía persona en el mundo que la conociera mejor que yo y no tenía intención de herirme.Habían pasado dos años desde que Rúben y yo nos vimos por última vez. Recuerdo uno a uno los rayos de luz que penetraron sus ojos cuando me confesó la verdad. Así mismo, aún me cuesta olvidar el fresco olor de su tersa piel invadiendo mis sentidos. Era como azahar mezclado con el agua del mar en su estado más puro.
Mi mejor amiga, Janet, se había mudado a Italia. Se enamoró de un pintor que vivía en Sicilia que tenía por costumbre romper corazones. Un tal Giuseppe. Era alto y tan enjuto como seductor, pero a lo que a mi respecta, parecía un palo insulso de 1.90 de largo.
El timbre sonó retumbando en toda la casa cómo si fuera un pájaro hambriento. Sin embargo, el único que estaba ansioso por comer se encontraba detrás de la puerta.
Sí, amigos, se quería comer los morros de mi hermana. Estoy hablando de Rubén.—¡Hola princesa!, ¿qué tal estás? —su voz aterrizó en mi alma golpeando mi corazón.
—A ver si sale del baño, te aseguro que la he avisado de que llegaba tarde a vuestra cita.Sonrojé y me dirijí a mi habitación. Los vi marchar a través de la ventana. Llevaba una chaqueta negra que conseguía marcarle la figura y unos vaqueros ceñidos que provocaron que fijara mi vista una vez más en su precioso trasero respingón.
Acicalada con mis propias lágrimas, viendo como la noche iba intimidando el ambiente, me coloqué frente al ropero y empecé a buscar prenda por prenda a ver si encontraba algo que pudiera favorecerme.
Al final opté por ponerme cómoda y sexy.
Una blusa blanca de sutil transparencia y un top muy corto debajo del mismo color; y para la parte de abajo, unos pantalones oscuros y estrechos para disimular las caderas.
Siempre con el mismo problema; lo que no sabía es que precisamente mis curvas incitaban a los hombres a mirarme.Llegué al bar de mi gran colega Paul. No sé por qué, pero no le sorpredió en absoluto observarme sola en la barra con la sonrisa apagada y la mirada apática.
Se acerco a mí y me ofreció un cocktail que sabía a frutas del bosque. Acepté y me lo bebí de un sólo trago.
Repetí cuatro veces más, mi aliento confesaba la cantidad de vodka que había ingerido y como consecuencia, perdí la noción de espacio y tiempo.Alcé la vista al fondo del local y vi a mi hermana besando al que tenía que haber sido mi ángel. "Oh, Rubén...¿qué tiene ella que no tengo yo?" Sentí una rabia recorriendo todo mi cuerpo, y mi respiración se debilitó haciéndome perder la poca fuerza que me quedaba en las piernas.
—¿Qué te ocurre, Regi?, no deberías de beber más —me tomó la mano colmándome de besos fraternales en la misma.
No respondí. Agaché la cabeza y me dispuse a salir como una bala. Paul no pudo detenerme. Nadie fue capaz de hacerlo.
Crucé toda la sala murmurando su nombre.
Por más que me esforcé estos últimos años, no había logrado olvidarle. Flaqueaba con sus recuerdos saturando mi mente.Justo en la salida tropecé en lo alto de un muchacho ataviado con un abrigo largo. Su elegancia me causó una gran impresión a pesar de que no estaba sobria.
Medía 1,80 aproximadamente, de complexión atlética y cabello cobrizo; unas ondas caían sobre sus pequeñas orejas. Sus ojos miel combinaban a la perfección y los dientes, de blanco marfil, relucían brillantes. Su perfume de incienso y madera conquistó mi delicado olfato.—¡Maldita sea! ¿Quieres mirar bien por dónde vas? —me tambaleaba como una peonza en pleno apogeo.
—Señorita, son las cuatro de la madrugada y no sé qué hace alguien cómo usted en un sitio cómo éste, y sola.
—No estoy sola, vengo con mi amigo Paul.El joven interesante me acompañó a la salida al comprobar que le había mentido.
—Paul es mi primo y venía a saludarlo —se echó las manos a la cabeza—, me has fastidiado la noche. Hoy me iba a presentar a Sofía, y ahora, me toca llevarte a casa. Mi primo me ha suplicado que te acompañe.
—¿Quién es Sofía?, yo te hablaría de Rubén.
De sus tentadores labios y sus pestañas eternas. De la fragancia de su piel—suspiró mientras la fragilidad de su tez denotaba aires de melancolía apunto de expandirse a lo largo de la amplia avenida—. ¿Por qué no le resulto atractiva a ningún ser de este planeta? Por cierto, puedo cuidarme solita. No necesito que nadie me defienda.
—Vaya, si me encontrara a Tarminator con la cogorza que tú llevas, solo y por estas calles, también haría el favor de acompañarlo—concluyó—. Me llamo Jorge, Paul me ha dicho que te llamas Regina, ¿no? También me comentó que no estás en "alcohólicos anónimos" y que, afortunadamente, es difícil encontrarte en este estado. Menos mal.Las estrellas se confundían entre las nubes y una ligera brisa provocaba un ambiente armonioso en las copas de los árboles. Las hojas se mecían bajo la luz tenue de la luna llena, al ritmo incesante del canto de los grillos.
—Por fin hemos llegado a mi coche —advirtió marcándome de arriba a abajo
descaradamente—. Eres demasiado atractiva, diría yo.
—No te creo. No le gusto a nadie, no
mientas—disimulé, pues aunque estaba algo borracha aquella noche, aprecié cómo me observó de soslayo.Me abrió la puerta trasera y me ordenó que me echara a dormir la mona.
Al verme tumbada en la parte de atrás en el coche de un desconocido, reaccioné y me incliné hacia el asiento delantero.—Quiero bajarme. No necesito
guardaespaldas—avergonzada intenté por todos los medios salir, sin ser consciente de que estábamos en movimiento; para ser exactos, a unos 180 kilómetros por hora con la seguridad que un BMW aporta. No era de los últimos modelos, y según me confesó, se lo había comprado a un tío suyo que se aburría a los dos días de los vehículos que solía adquirir en sus viajes por el extranjero.
Los baches de la carretera hicieron que el trayecto fuera más jocoso, y unas repentinas arcadas me advirtieron de que realmente había bebido demasiado. No lo volvería a repetir nunca más.
—Oye, hago ésto por Paul. Relájate —sugirió de forma engreída.Cuando llegamos a la puerta de casa, vi cómo Rubén se despedía de mi hermana abordándola con un caluroso y apasionado beso. Unas lágrimas se precipitaron bañando mis pupilas de impotencia, humedeciéndome el rostro de agonía.
Jorge me secó el dolor con un pañuelo de tela blanca, bordado con el dibujo de un piano; me acarició la cara con sus delicados dedos y se aproximó para robar la magia de mi escéptica boca.
Todavía me arrepiento de no haberle permitido que se refugiara en mí.—No tienes que hacerlo por pena, todavía está Sofía en el bar; me lo ha confirmado Paul por wassap. Dice que te des prisa. Será mejor que te vayas.
¿Continuará?
Fátima Rojo
ESTÁS LEYENDO
REGINA (II PARTE)
RomanceTras descubrir a la nueva Regina que nos cautivó en la primera parte por su sencillez y autenticidad, después de que Christian la abandonara el mismo día de su boda, y que Rubén, el amor de su vida, regresara con el único propósito de confesarle a s...