Capítulo 0 | Prólogo.

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" —The thing you wish for the most is something you'll never get."

" —Lo que más deseas es algo que nunca tendrás."

•••

La fila era demasiado larga. Habían tantas personas esperando a que sus órdenes estuvieran listas que parecía como si ni un alma más cabía en el pequeño local.

Toma Onslow y sus amigos hacían lo posible por tener diversión al mismo tiempo en el que trabajaban. No era realmente algo que necesitaban, simplemente era una buena forma de pasar el tiempo y tener una excusa para seguir saliendo y verse todos los fines de semana. Porque todos sabían que a Toma y a los chicos les gustaba pasar sus días juntos.

—¡Orden número once: dos café moca y un batido de chocolate! —gritó su compañero a su espalda, alistando la entrega—. Un señor mayor, seguramente tiene hijos —añadió el rubio.

Seguidamente, un hombre maduro de barba y traje se acercó.

—Buenos días —saludó Toma amablemente—. Son ocho cincuenta.

—Muchas gracias —se despidió el hombre dejándole caer el dinero en la palma, con cuidado de no tocarlo. Seguramente era alguien muy quisquilloso con el contacto físico.

—Acertaste. Aunque creo que también tiene nietos —codeó a su amigo, a lo que él rió.

—¡Orden doce: cuatro expresos!—avisó alto y claro—. Un empleado que lleva café a sus amigos —rió.

Y así como así, una chica bajita con saco y falda se acercó hablando por teléfono: —Sí, sí. Voy tarde pero llevo tu café...—le sonrió al simpático chico que le ofrecía la bandeja de café y rodó los ojos— Claro, también llevo el de Celia.

—Era una chica —aclaró cuando se había ido.

—Igual cuenta —soltó la chica a su lado, quien le ayudaba al rubio a empaquetar las entregas. 

Ella disfrutaba esto tanto como Toma.

—¡Orden número trece: dos batidos de vainilla y un café expreso! —volvió a gritar—. Les apuesto a que esta orden es de una universitaria —murmuró para que solo sus amigos lo escucharan.

—¿Qué dices? —interrumpió Toma, desconcertado—. Eso no puede adivinarse con solo... —se detuvo a sí mismo cuando se percartó de la presencia de la chica—.  En total son seis cuarenta. Que pase un feliz día.

—Muchas gracias —la chica lo miró y sonrió. Se detuvo a pasarle los batidos a sus amigas, quienes se acercaron con ella al escuchar la orden.

—Orden número catorce: tres jugos de naranja y un descafeinado —el rubio se dio la vuelta cambiando el gesto para saludar a la chica con una muy amplia y radiante sonrisa —. Hola, Rebeca.

—Hola, Daniel —saludó ella con una sonrisa tímida y desviando la mirada para evitar los seguros y coquetos ojos del chico.

La chica acomodó un mechón de su cabello que ya estaba visiblemente acomodado, sacó el dinero de su bolsa y se fue detrás de sus amigas con la orden, no sin antes voltear a ver al rubio y despedirse con un movimiento de mano por última vez.

—Acepto que eres muy bueno al juego de "Quién lo pide", pero eso ha sido trampa —reprochó Toma.

—Que no ha sido trampa. No importa si la conozco a ella y sus gustos, eso también ha contado —se volteó de nuevo a su posición con una sonrisa triunfadora pintada en su rostro.

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