Felicidad

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La sonrisa en su cara trazaba una rara línea sobre su rostro, mientras su rasposa risa se hacía presente en la habitación.

Las personas alrededor se acercaban a presenciar el acto y sus consecuencias.

La espesa sangre bajaba por el filo de la navaja de mango negro que era apretada celosamente por las manos de la joven y las gotas de la misma caían a sus pies salpicando de pequeñas manchas carmín aquellos pesados zapatos negros de tacón alto mientras su mirada veía con satisfacción aquella escena que había a pocos metros de distancia aun con su oscuro flequillo cubriendo parte de su ojo derecho.

Frente a ella yacía la víctima de su infame crimen, con la sangre aun emanando de los cortes profundos en su abdomen y manchando con esta el blanco ajuar del pelilila que de rodillas abrazaba su cuerpo y sostenía con ternura su cabeza aun susurrando un leve
-no te vallas - pero era en vano.

Las manos de la peliazul colgaban de su cuerpo como si de cadenas se tratarán, con pesadez, y sus piernas habían fallado apenas esa filosa daga hizo presencia en su cuerpo, su visión se nublo y sintió sus oídos explotar, ya no podía ver nada, sus ojos quedaron el blanco, sus bellos iris azules quedaron perdidos, completamente vacíos de cualquier emoción y de su boca salió un último hilillo de sangre que terminaba por gotear de su barbilla.

En el fondo, junto a los demás invitados a ese evento, que se suponía era para celebrar, un pelinegro no pudo evitar sentir como su corazón se rompía al presenciar tal escena.

En los brazos del pelilila una ojiazul dio su último aliento, sin nadie saber la causa había muerto y con una víctima contada en su marcador de muertes la asesina de la joven comenzó a reír, alzando una carcajada que resonó al chocar con las blancas paredes de aquel inmenso salón de baile donde se había llevado a cabo tal homicidio.

Los presentes alzaron su mirada, antes fija en la enternecedora escena protagonizada por los hermanos Brief, para observar al ser enfermizo que sin mas le había arrebatado la vida a alguien tan joven, su sorpresa fue encontrarse con alguien incluso menor que la víctima mirándolos con la vista vacía, pero más específicamente mirando al joven que derramaba sus lágrimas sobre el cadáver inerte de la chica a quien llamará hermana.

-Ya no esta -salía de su sonriente boca - Ya no esta -repetía a sabiendas de que por su tono de todos los presentes la habían escuchado.

-Ya no esta - grito echando su cabeza al cielo mientras su relajación la hacia soltar la navaja que antes sostenía apretada entre sus manos.

La gente miraba con horror.

La navaja cayo al suelo dejando una inminente mancha rojiza, mientras que las risas provenientes de la azabache habían opacado el ruido provocado por su caída.

Pero entre todas las miradas una la observaba con mayor expectación que nadie.

-Pan - Se hizo presente una voz, se había tardado en reaccionar, a pesar de que debió ser la primera en intervenir, aunque ahora poco podía hacer.

Había sido un gran error, aquello no había echo más que poner a la chiquilla alerta, después de todo no era tan tonta.

Sin mucha reflexión bajo rápidamente y tomó de nuevo el arma homicida que antes había caído al suelo y con gran velocidad apunto la punta ensangrentada al hombre de antejos que se le acercaba por la espalda y cuya voz la había puesto alerta en primer lugar.

-No te acerques - Musitó aun apuntado y con la mirada viéndolo fijamente bajo ese fleco malcortado.

Es increíble como en el peor momento ponemos atención a detalles tan insignificantes, justo eso había hecho Gohan quien ahora no podía evitar ver como el cabello de su hija parecía haber sido cortado por ella misma, o al menos eso lo hacían pensar los irregulares cortes a lo largo de su cabellera, que si mal no recordaba, esa mañana no los tenia.

Después de pasar un par de segundos petrificado por las palabras amenazantes de su hija, Gohan retomó de nuevo el habla.

-Pan - Dijo tratando de sonar más seguro de lo que estaba.
- tranquilízate hija - siguió mientras veía a los ojos a la menor.

Poco a poco las palabras salieron con más fluidez de sus labios.

Ella no dijo nada.

En el fondo se comenzaba a murmurar provocando un ruido apenas perceptible y cortando por segundos la tensión tal de aquel acontecimiento, cuando derrepente algo hizo que todos prestarán atención nuevamente.

Algunos que no habían puesto interés sobre la situación acontecida después de esa macabra risa solo alcanzaron a ver como el hombre cerca de la chica sostenía su mejilla izquierda, simultáneamente el pensaba que quizás el tratar de arrebatar el arma de manos de ella no había sido una idea tan buena.

Sin embargo a pesar de lo que muchos hubieran pensado se volvió a acercar a ella, a ese cuerpo menudo cubierto por ese escandaloso vestido negro, tratando de encontrar sus ojos a través de esa cortina de cabello que caía sobre su frente.

Buscando en esos ojos negros idénticos a los suyos, algún rastro, algo que le recordará que esa niña a la que había cargado en sus brazos y había llamado "mi pequeña " seguía ahí, pero no había nada, los reflejos que brillaban en sus ojos ya no los tenia, estaban vacíos.

Con más dolor en su corazón del que podía soportar el padre de aquella chica volvió en sus pasos, mientras lágrimas de impotencia bajaban por sus rostro y la sangre empapaba sus mejillas y su camisa, perdiéndose entre la gente que lo miraba con distintas emociones reflejadas en sus caras.

Después de este último acto se hicieron presentes por fin las luces policiacas, algún invitado había llamado a la policía.

La gente que aún no había abandonado el lugar comenzó a salir tratando de no llamar la atención de la pelinegra, pero algunos otros se quedaban.

Fuera de las instalaciones un testigo de cabello rubio hablaba por teléfono, haciendo énfasis en que necesitaban atención rápidamente y hablando alto, producto de todo el barullo que hacia la gente al salir del salón rumbo a sus automóviles.

En el interior, las cuantiosas presencias se habían reducido a solo un par de personas, entre ellas un chico de ojos azules seguía de rodillas frente al inmóvil cuerpo de su hermana menor.

Un hombre se le acercó e inclinó asta tocar a modo de consuelo su hombro, haciendo que el joven dirigiera su mirada celeste a él, quien no devolvió el gesto, ahora mismo solo la podía ver a ella.

Soltando el hombro de su hijo mayor se acerco de rodillas asta el cuerpo de su hija y con más dolor del que nunca había sentido jamás, bajo sus párpados asta dejar cerrados para siempre los ojos azules de su princesa.

Felicidad o Tristeza || PanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora