Todo lo que había oído sobre los vampiros era cierto; El hombre que me retenía entre sus sus brazos en mitad de la calle era tremendamente hermoso, posiblemente más de lo que unas pocas palabras puedan expresar.
Una larga cabellera negra caía en forma de elegantes ondas sobre sus hombros, su cuerpo era grande y fuerte, y casi pude advertir como de cada poro de su piel emanaba una ráfaga de pura sensualidad, que me dejó aturdida.-Lana Foster- pronunció mi nombre con una voz suave y cálida.
En un acto involuntario, sentí como lentamente, mis alas luchaban por salir a la superficie. Un intenso dolor atravesó mi espina dorsal al tiempo que los músculos de mi espalda se desgarraban para darles paso. Reprimí mis ganas de gritar, en lugar de eso, un gemido de súplica salió disparado de mi garganta. El vampiro me soltó y retrocedió unos pasos, mientras mis alas blancas se abrían finalmente por completo.
Supe que había cometido un error en cuanto me recuperé. Si había algo más apetitoso para un vampiro que una joven sola en mitad de la moche, era un hada. Por alguna razón, nuestra sangre era para ellos com la joya más preciada del escaparate y mostrándome en pleno esplendor, habría podido firmar mi sentencia de muerte.
El vampiro gruñó com fiereza, molesto, contrayendo el rostro en un gesto de malestar.-No quiero hacerte daño- se esforzó en decir, manteniendo entre nosotros una distancia prudencial.
-¿Quién eres?- quise saber, haciendo acopio de valor.
-Mi nombre es Ezra Williamson y soy un vampiro.
'Es evidente', quise decir, aunque no estaba convencida de que esa fuese una respuesta segura.
-¿Y que es lo que quieres de mi, Ezra?- la voz me temblaba.
-Quiero ayudarte, aunque para serte sincero, no sé si podré resistir la tentación. Tu aroma resulta tan...exquisito.Solo un estúpido te dejaría escapar- avanzó hacia mi de nuevo olisqueando el aire, conducido por mi propio olor.
Todos mi cuerpo se tensó ante la sola idea de volverle a tener cerca. No obstante, Ezra se detuvo antes de llegar a donde se encontraba en un principio. A todas luces, tenerme cerca le resultaba un problema, por lo que intuí que no pretendía matarme, no al menos aquella noche.
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Eterna
RomanceLas hadas son el manjar preferido de los vampiros, y Lana Foster los teme más que a cualquier cosa en el mundo, o así era antes de que Ezra se cruzase en su camino.