The party

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Hace tiempo que lo observo, comenzó en nuestra infancia. Él siempre estaba solo y con un libro en las manos, un deseo incalculable de invitarlo a jugar me invadía, pero nunca lo hacía, nunca me atrevía. En varias ocasiones decidí regalarle algo; la primera de ellas fue en su cumpleaños número siete, le compre un carro a control remoto como sorpresa, pero me desconcertó por completo el enterarme que no tendría fiesta de cumpleaños; la tristeza se acoplo al estupor del cual no me sentía capaz de salir ¿cómo puede un niño no tener fiesta de cumpleaños? Nunca le entregue el regalo. Unas pocas semanas después la furia y los celos se hicieron presentes cuando Eddy apareció en la escena de su vida ofreciendo su mano a Edd y, éste la aceptaba con una dulce sonrisa. La segunda vez que le compre algo fue un San Valentín, chocolates, de nuevo nunca llegaron a su destino; estaba con Eddy y un nuevo chico más alto y más tonto ese era Ed, sonreía como nunca lo había visto y dolió saber que las estupideces de aquel imbécil lo llenaban de tanta alegría. Así aconteció sucesivamente durante años, Navidad, Año nuevo, cada cumpleaños, mis presentes fueron más certeros con el tiempo hasta que me percate de mi atención insana sobre su persona, crecimos y mis hormonas se alteraban cuando lo detectaba cerca.

Es la mañana de navidad y le compre un libro que lo vi hojeando en la librería de la ciudad, Crimen y castigo de Dostoievski, está justo frente a mí envuelto y con una tarjeta con su nombre, un suspiro escapa de mis labios y desvío la mirada hacia la ventana. Allí está con su gorro negro y bien abrigado, una pala en mano y preparándose para tratar de quitar la nieve de su entrada, es muy raro que no haya llegado Eddy... "Doble D" pronuncio su nombre y se eleva mi temperatura, desvarío. Es hora de desayunar.

—Buenos días, mamá.

—Buenos días, amor. ¿Listo para recibir a la familia?— casi me atraganto cuando menciona la palabra.

—¿Tengo que recibirlos?— pregunto con desgana.

—Deberías ser agradecido que una familia te acompañe. El pobre de Eddward estará solo esta noche— me detengo de golpe al escuchar su nombre.

—¿Cómo que estará solo?

—Sí, sus padres tuvieron que viajar a otra ciudad para operar a alguien. Los cirujanos nunca descansan— una idea cruza por mi cabeza y una sonrisa aparece en mis labios, casi puedo decir que la dicha es demasiada para mi cuerpo.

—¿Puede venir a cenar? Estará solo y nosotros preparamos comida en grandes cantidades. Por favor. — Mi madre parece complacida y sonríe, me besa la frente y dice con dulzura.

—Claro, deberían ser amigos. Puedes aprender mucho de él.

Me levanto sin terminar el desayuno, me alejo presuroso y parto a en dirección a su casa. Imagino sus posibles reacciones, sus respuestas ante mi propuesta, la oportunidad de tener toda su atención, de darle su obsequio. Pero también está el inconveniente de sus amigos, seguramente ellos lo llevarán a la cena con alguna de sus familias con gusto; esta idea me hace dudar y se queda presente cuando llego a su pórtico, de alguna forma lo convenceré. Llamo a la puerta con un puño firme.

—¿Kevin? ¡Oh por Dios!— su expresión me confunde.

—¿Qué? ¿Qué pasa? Primero... quiero saber si... —se detienen el resto de mis palabras cuando toma mi mano y me lleva al interior de su pulcro hogar — ¿qué sucede Doble tonto?

—No traes la ropa adecuada para este frio, eso es lo que sucede. — olvide abrigarme, ni siquiera lo pensé al salir porque cuando él invade mis pensamientos no hay espacio para nada más.

—Ah... eso no importa— y antes de que replique o me dé la orden de quitarme los zapatos, lo sostengo de los hombros con firmeza. El calor que emana nubla mi juicio, espero no decir una tontería— ¿quieres venir a mi casa para la cena de Navidad?

Sin razón para olvidar la NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora