Las palabras que no he dicho

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Había transcurrido un mes desde la pequeña "gripe" de Regina; la mujer se había recuperado rápido gracias a la presencia de la sheriff y no había tenido más problemas. La alcaldesa había retomado la rutina de cada día, y las cosas iban muy bien. Storybrooke se había despertado aquella mañana con un magnífico sol, y aquel mes de julio parecía ser bastante caluroso. Aquel día estaba ocupada en el despacho; había escuchado que la ciudad había habido algunos problemas, pero no se había preocupado mucho: se fiaba mucho de las capacidades de Emma como para preocuparse de tales incidentes. Estaba firmando algunos documentos cuando el móvil sonó insistentemente. Sonrió, cuando vio quién la llamaba.

«Henry, tesoro, ¿te puedo llamar más tarde? Tengo una reunión en breve»

« ¡Mamá!» exclamó su hijo presa del pánico « ¡Ven al hospital! ¡Es Emma!»

Al escuchar en la misma frase las palabras "Emma" y "hospital", Regina sintió cómo la respiración le faltaba; la pluma que estaba usando hasta unos segundos cayó al suelo en el momento en que se puso de pie rápidamente. Ni siquiera se tomó la molestia de pedir a su secretaria que anulara todo lo que tenía programado: desapareció en una nube de humo violeta para aparecer rápidamente en la sala de espera del hospital. Allí se encontró con la tropa al completo, con caras que no auguraban nada bueno; incluso el pequeño Neal estaba extrañamente en silencio sentado en las rodillas de Henry con expresión triste. Ni siquiera había corrido a saludarla como hacía normalmente. Debía haber pasado algo grave.

« ¿Cómo está?» preguntó sin aliento. Mary Margaret se le acercó y la abrazó, y por un instante Regina creyó morir; ¿qué había pasado? ¿Qué le había pasado a su Emma? «Te ruego, Snow...te suplico...no...no...»

«Está en quirófano» respondió David intentando tranquilizarla.

La mujer lo miró durante unos segundos, separándose del abrazo de su ex némesis: era evidente que había algo más que no le estaban contando.

« ¿Bug, saldrá de esto, verdad?» preguntó Neal, interrumpiendo por un instante los pesimistas pensamientos de la alcaldesa, haciéndola sonreír por un momento: desde pequeño había escuchado a su hermana llamar de ese modo a su coche amarillo. Desde entonces, el niño había comenzado a llamarla "Bug" en lugar de "Em" y la sonrisa que la muchacha le reservaba siempre era simplemente maravillosa.

David le revolvió los rubios cabellos «Emma es fuerte, lo sabes» le respondió, lanzando una mirada a Henry haciéndole comprender que era mejor alejarlo durante un momento. El joven asintió, mientras se levantaba.

«Ven, chiquito, vamos a tomar dos buñuelos al bar»

Neal lo miró con expresión seria «Yo no soy un chiquito. Soy tu tío» lo amonestó, metiéndose las manos en el bolsillo. Aunque la situación no era de las mejores, Henry sonrió «Bien, entonces pagas tú, tío» El niño pudo los ojos en blanco, siguiéndolo en silencio fuera de la sala de espera.

Una vez fuera, Regina comenzó a temblar. Mary Margaret la cogió de la mano, haciendo que se sentase en una de las sillas libres.

« ¿Cómo está mi Emma?» preguntó comenzando a llorar. No le importaba que esos adorables idiotas de los Charming la mirasen atónitos. No le importaba mostrar sus emociones: habían pasado muchos años, y ahora ella pertenecía a esa familia, no, ya no era necesario fingir. Se lo había dicho la propia Emma una vez: "con nosotros puedes abrirte, Regina. Somos tu familia"

Lo que le importaba ahora, lo que más la oprimía eran las condiciones de su idiota. Si no saliese de esta...ella no lo resistiría. No puede perder a su amor. Porque sí, ella era su amor. La amaba con cada célula de su cuerpo y no podría vivir sin ella. Ya no. Esta vez no.

Polvo de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora