Testigos de nuestro amor

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Cuando volvieron a casa, esa noche, después de haberse duchado, se metieron en la cama con el corazón a galope. Cierto, habían dormido abrazadas a menudo y de buen grado, pero ahora, después de todo lo que había pasado aquella noche, la situación había cambiado.

Emma se quedó casi de piedra, apoyada en el marco de la puerta, siguiendo cada movimiento de Regina; había una agradable tensión en el aire.

« ¿Miedo, Miss Swan?» le tomó el pelo la morena, metiéndose bajo las sábanas «Puedes venir, ¿sabes? Apenas muerdo...»

Una sonrisa irreverente apareció en el rostro de Emma mientras se iba acercando a la cama y se ponía a horcajadas encima de ella. Amabas se sobresaltaron: nunca, nunca habían imaginado encontrarse en una posición parecida

«Mm. Díselo a mi labio superior» le dijo, señalándole la pequeña herida sobre la boca.

La alcaldesa puso cara de inocente, poniéndose a juguetear con sus largos cabellos rubios.

«Ese es el castigo por haber deslizado tus manos por zonas vetadas en un lugar público, querida» comentó, sintiendo escalofríos solo ante el recuerdo de los dedos de Emma que exploraban su espalda, deteniéndose agradablemente en el broche del sujetador.

«Oh, ¿de verdad?» le susurró la otra, inclinándose para besarla de nuevo «Es culpa de tu maldita blusa gris. Me vuelve loca. Debería ser ilegal, ¡por el amor de Dios!»

Regina se echó a reír, enderezándose también para besarla de nuevo

«Entonces, todos los vestidos que usé en el Bosque Encantado deberían ser ilegales, tesoro»

«Créeme, lo sé» dijo Emma, acordándose de la espléndida visión de la Evil Queen cuando, tantos años antes, había caído por el portal junto a Hook «Te vi en toda su magnificencia también en aquella versión, tesoro»

« ¿Y qué versión de mí prefieres, Emma?» susurró Regina rozándole los labios; los ojos cargados de deseo.

La muchacha tragó saliva, humedeciéndose los labios

« ¡Por Dios, Regina, no pronuncies nunca más mi nombre con ese tono! También eso es ilegal, que lo sepas»

La mujer soltó una sonrisa maliciosamente maléfica

«Emma» murmuró una vez más. Como toda respuesta, la sheriff la besó con más fogosidad que antes, haciéndole apoyar la cabeza en la almohada mientras jugueteaba peligrosamente con el tirante de su obsceno camisón de seda negra. «No has respondido a mi pregunta...Emma. ¿Qué versión de mí prefieres?» continuó la alcaldesa entre beso y beso «Porque te aseguro que aún no has visto nada»

La muchacha se detuvo para poder mirarla a los ojos con expresión seria.

«Simplemente prefiero a Regina. A mi Regina. Todas las versiones, cada una de ellas, están encerradas en la mujer que tengo delante...en la mujer que amo locamente»

Toda la malicia con la que había actuado hasta ese preciso momento, se desvaneció de golpe, y la alcaldesa se perdió en esos ojos verdes. Nadie le había hablado nunca de ese modo. Nadie. En esas palabras tan verdaderas, había tanto amor que se quedó atónita, abrumada, embriagada. Habían compartido el beso del Amor Verdadero, pero esa palabra no había sido todavía pronunciada. Notó las lágrimas descender a lo largo de su rostro, mientras una de las manos de la rubia le acariciaba una mejilla. La muchacha le depositó un beso sobre la nariz.

«Hey... ¿está todo bien?»

Regina asintió frenéticamente, sin lograr dejar de llorar

«Emma...yo...»

«Amo todo de ti» continuó impertérrita la sheriff «a la Evil Queen, a la alcaldesa, a la mamá de Henry, a Regina Mills. Sencillamente, locamente...te amo a ti»

La morena la besó con urgencia, aferrándose a ella por miedo a que todo pudiera esfumarse de un momento a otro, que esa felicidad le fuese arrancada de improviso, una vez más. Sin embargo, sintiendo su calor, se dio cuenta de que era verdad, que había una persona ahí para ella que lograba reconfortarla y amarla, y esa persona era su Emma.

«Yo también te amo» le confesó, finalmente, mirándola intensamente: ¡Dios, aquella mujer la completaba! «Te amo. Eres todo mi mundo»

«Yo no soy nada sin ti, Regina» concluyó, llenándole el rostro de besos.

Sus efusiones conducían a algo más, y cuando Emma llegó al pecho, se separó un poco de ella para poder detenerla un momento: una idea le había pasado por la cabeza.

«Espera»

« ¿Qué sucede?» le preguntó la alcaldesa con un ligero temor en el corazón.

La Salvadora sonrió, e hizo un gesto con la mano. Usando su magia, las paredes de la habitación adquirieron el color del cielo nocturno, y una lluvia de estrellas fugaces comenzó a iluminar el cuarto.

«Hemos comenzado esto bajo las estrellas, hace unas horas...» le dijo con un tono de emoción «han sido testigos de nuestro primer beso...lo serán también de nuestro amor»

Para Regina eso fue demasiado, y el corazón casi se le saltó del pecho, estrechó a la sheriff contra ella, perdiéndose totalmente entre sus brazos.

«Ámame Emma»

«Sí»

Las dos mujeres se dejaron transportar completamente por sus sentimientos, mientras en el cielo mágico las estrellas brillaron hasta la culminación de su alegría, de su unión; hasta que sus nombres fueron gritados, rompiendo el silencio de la noche.

Solo después de algunas horas se encontraron exhaustas la una entre los brazos de la otra, ya presas del sueño. En el silencio de aquella habitación, testigo de palabras de amor, susurros y gemidos, Emma suspiró tiernamente, estrechando a la alcaldesa contra su pecho. Por primera vez en su vida, era realmente feliz. Sonrió pensando en la suerte de haber tenido a Henry, y que ese pequeño bribón la hubiese encontrado hace tantos años. Si él no hubiese nacido, nunca habría tenido esto. Los primeros años fueron difíciles, pero finalmente ella y Regina habían construido juntas algo maravilloso. Nunca habría pensado que todo acabaría así. Al principio se hubiera contentado con una bella amistad, otros sentimientos habían aparecido casi inesperadamente. Casi. Pero ya se sabe, el amor es extraño, y ahora ella no podía hacer otra cosa sino disfrutar de la presencia de la mujer entre sus brazos.

« ¿Regina?» la llamó, acariciando con ternura su suave piel desnuda.

« ¿Mm?» respondió la otra, apoyando la cabeza en el pecho de la muchacha para perderse en los latidos de su corazón. Ese mismo corazón que hace poco tiempo se había unido total e incondicionalmente al suyo, convirtiéndose en una única cosa.

« ¿Querrías casarte conmigo?» le dijo la Salvadora, con la voz rota de la emoción.

Regina abrió los ojos desorbitadamente, temblando ligeramente en el abrazo. Alzó la mirada para poder mirarla: comenzó a llorar y a sonreír al mismo tiempo.

«Sí, ¡Dios, sí!»

Emma se echó a reír, besándola tiernamente

«Mi Regina»

«Mi Emma»

«Hasta que la muerte nos separe»

«No, oh no...mucho más allá»

FIN

Polvo de estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora