La fiesta de las estrellas

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Había llegado el mes de agosto y toda Storybrooke estaba en efervescencia ante la llegada de la fiesta que dentro de poco envolvería a la ciudad. Emma había vuelto a su trabajo como sheriff, aunque el hombro le dolía aún; sobre todo cuando caía algún temporal estival. La cabeza no le había dado problemas, aunque Regina había continuado amablemente señalándole que parecía más idiota de lo acostumbrado. Los días pasados con ella, de todas maneras, habían sido maravillosos. Ya hacía tiempo que a menudo y por su cuenta se encerraba en su casa, pero en aquel período se había dado cuenta de muchas pequeñas cosas: pero la mujer se comportaba de un modo extraño. Le había permitido quedarse en su habitación, en su cómoda cama "queen size", y Emma había visto por un tiempo que significaría despertarse a su lado cada mañana. Al principio, había pensado que el comportamiento de Regina habría brotado por el incidente en el Rabbit Hole; ciertamente no era la primera vez que la mujer se preocupaba por ella, pero nunca la había visto en ese estado. Pronto se dio cuenta de que quizás sus sentimientos hubieran cambiado de verdad, no solo por el comportamiento de la alcaldesa, sino también porque su hermano Neal le había puesto claramente la mosca detrás de la oreja.

Hacía poco que había vuelto a su trabajo en la comisaria cuando Neal había hecho su triunfal entrada en la oficina.

« ¡BUG!» gritó de alegría, saltándole encima.

Emma sonrió, abrazándole tiernamente a ella, llenándolo de besos.

« ¿Cómo estás, muchachito?»

« ¡Bien! ¿Ya estás curada?»

Ella asintió «Sí»

«Ha sido Gina la que te ha curado, ¿sabes?» le dijo mirándola con dos ojos brillantes tan parecidos a los suyos.

La sheriff advirtió un vacío en el estómago « ¿De verdad?»

«Sí, ella te ama»

«Oh, amor, ella solo me quiero mucho»

Él la miró con un ceño serio

« ¿Por qué tú y Regina respondéis siempre lo mismo? ¿Tú no amas a mi madrina, Bug?»

«Tesoro. Tesoro, sí que la amo»

El niño esbozó una bella sonrisa

«Entonces, ¿por qué no se lo dices en la Fiesta de las estrellas?»

Ella le despeinó los cabellos rubios sacudiendo la cabeza

«Veremos»

Por ese motivo Emma había pensado muchas veces cómo confesar a Regina su amor, pero cada idea que le venía a la mente, se revela poco después un desastre. Ella era un desastre para estas cosas. Aburrida entre los papeles de la oficina, continuaba haciendo avioncitos de papel que los hacía volar hasta la papelera. Tarde o temprano tendría una idea genial, estaba segura.

Mientras la sheriff estaba presa de sus sentimientos, Henry ya había decidido cómo proceder con su plan. Aquella mañana, él y Neal se habían presentado temprano en el negocio de su abuelo Gold; allí, se encontraron con Belle, que estaba limpiando la entrada.

«Buenos días, mis príncipes» dijo la mujer regalándoles una hermosa sonrisa.

Los chicos la abrazaron con dulzura.

« ¿Está el abuelo? Necesito hablar con él»

«Sí. Oh, Henry, ¿podrías decirle a tu abuela que como siempre será un placer procurarle las luces para la fiesta? Se las haré llegar esta tarde, así podrán comenzar a montarlas mañana mismo»

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