Año 2016. Fría tarde de otoño.
Con un ramo de rosas en su mano derecha y un anillo en su izquierda; con una cara sombría, ojos apagados y sin ilusión alguna, Edward se acercaba tembloroso hacia una escena a la que no se acostumbraría nunca. Odiaba sentirse así. Le daba asco ponerse en una posición tan débil. Pero era inevitable. Al principio forzaba una sonrisa, no quería tirar malas vibras. Pero, ¿para qué mentir? Estaba roto por dentro. Y no importaban la cantidad de años que habían pasado, ese vacío no podía llenarse con nada.
Como cada domingo, Edward, sentado frente a su esposa, trataba de no derramar ninguna lágrima.
—Hola, Layla —susurró. Se preguntó si lo llegaría a escuchar pero no cambió el tono de voz por miedo a molestarla—. ¿Te diste cuenta de que aún recuerdo tu nombre? Y no solo eso. Recuerdo tu hermosa sonrisa y tu delicado rostro. Pero no voy a mentirte, ayer a la mañana no fui capaz de recordar tu voz.
Tenía que decírselo. La culpa no iba a ser menor, pero no podía ocultarle algo así.
La primera lágrima cayó traicionándolo. Se la secó rápidamente sin querer demostrarle lo roto que estaba. Con la cara que llevaba era más que suficiente.
—Siempre me pregunto si estarás enfadada conmigo... No te culparía. Mira cómo te devolví todo el amor que me diste. Todos esos besos, esos abrazos, las caricias. Esos momentos en que demostrabas que te importaba. ¿Cuántas veces me regañaste por hacer idioteces y yo te grité? Después entendía que te preocupabas por mí, "No quiero que mueras.", decías. —Sentía que le costaba hablar con claridad. Le temblaba la voz a horrores por el nudo en la garganta.
—No lo entiendo. Te dije que no vinieras. ¿Por qué te preocupaste por mí? Te dije que no hagas. —Notaba cómo alzaba la voz, pero no podía controlarlo. Al igual que tampoco logró controlar las lágrimas que cayeron. Las secaba con la manga de su abrigo.
—Quiero que despiertes. Necesito ver tus ojos, necesito ver tu sonrisa. Quiero que me desees los buenos días como antes, ¿es tanto pedir?
Lo era. Y él lo sabía.
—¡Por favor, despierta!
¿Cuánto más debería esperar? ¿Cinco años? ¿Diez? Porque él lo haría. Él lo hará. Esperará hasta su último día de vida.
—Todo esto es mi culpa. Si hubiera llegado temprano, si hubiera atendido tu llamada, si te hubiera mandado un mensaje para que te quedaras tranquila. Pero no, te ignoré. No tienes una idea de cuánto lo lamento. Por mí es que estás así. Si pudiera cambiaría de lugar contigo. Muchas veces se lo pido a Dios pero él me ignora. Y qué bien que hace, porque lo merezco —y con eso rompió a llorar. Dejó caer las rosas y el anillo. Sus rodillas golpearon con fuerza el suelo—. Te necesito.
Cualquier persona medianamente cerca era capaz de oírlo.
—Aún estoy aquí, ¿sabes? No estoy seguro de que siga mi alma dentro, pero mi cuerpo está cómo siempre. No temas despertar. Esta vez te protegeré, te amaré y estaré cada segundo del día a tu lado.
Cada mañana, él se ocupaba de ver fotos de Layla, ver videos de Layla, recordar a Layla. Layla... Ojalá fuera capaz de volver a iluminar a este hombre y al mundo entero.
—Necesito que tengas una segunda oportunidad. ¿Sabes que la tienes, no? Si abrieras los ojos cumplirías aquellos sueños que no llegaste a soñar. No estarás sola. Yo te espero. Si tú no vuelves por tus medios, yo te buscaré. En algún momento te encontraré y te abrazaré como nunca en la vida. Te amo, jamás dejaré de venir a verte. La próxima prometo no hacer este show —miró hacia el cielo abatido—. Te amo, te amo, te amo —alzó una rosa hacia ella—. Daría lo que fuera por volver a vivir contigo a mi lado. —Dejó el ramo de flores en el sitio de siempre. Se guardó la flor dedicada para ella en el bolsillo de su saco y se levantó.
Había ido tantas veces que no le hacía falta leer esas palabras dolorosas a su lado. Las sabía de memoria y las repetía en su cabeza varias veces al día. Como en ese momento mientras se alejaba.
"En memoria del primer sol nacido en una noche de 1983, la luz de todos nosotros, Layla Ross. Descansa en paz."