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La clase de la señorita Meredith comenzaba todas las tardes puntualmente a las seis y media. Un anciano arrugado que apenas podía abrir los ojos tocaba el piano para las alumnas, todas chicas de seis a nueve años, bellas flores blancas que hacían traquetear el suelo de madera con sus saltos y corrían por el camerino arreglándose el cabello, buscando a sus madres para que les ajustaran las zapatillas o sencillamente para que les recordaran lo hermosas que se veían en sus trajes de bailarinas.

Todo olía a flores, la dulce música sonando detrás de las risas de niña y el rosa dominaba el lugar de una esquina de la sala hasta la otra. Dentro de muchos años, Lance recordaría ese día como el más extraño de su vida, el día en que su madre lo había sacado a rastras de su casa para llevarlo a una clase de ballet.

-pero mamá... -comenzó el castaño inflando las mejillas, tratando de no llorar por la humillación y la impotencia que estaba sintiendo. - ¡los chicos no bailan ballet!

- ¿quién te dijo eso? Por supuesto que lo hacen. Solo los chicos más geniales son bailarines.

-son todos unos maricas. -dijo cruzándose de brazos y con la cabeza gacha. No quería ver a su madre, porque estaba demasiado enojado con ella y consigo mismo. Ella se llamaba María y tenía la misma piel morena y cabello castaño del menor. Se arrodilló a su altura para tomarlo de los hombros y hablarle seriamente.

-Lance, sabes que lo que hiciste estuvo mal. Y no aceptaré que uno de mis hijos se comporte de forma tan grosera.

- ¡ya dije que lo sentía! –

-no vas a escaparte de está, jovencito. Las lecciones tienen que ser bien aprendidas... - la madre de Lance se puso de pie, pero el menor la seguía con la mirada furioso, como si en lugar de haberlo llevado a una clase de ballet lo estuviera sentenciando a una cadena perpetua. Lance no sabía mucho de sentencias legales, pero hubiera jurado que ir a la cárcel era mejor que aquel lugar tan rosa y lleno de niñas tontas. – ahora ve a cambiarte al baño, no creo que te dejen hacerlo en el vestidor con todas las demás alumnas.

-odio esto. -le respondió cerrando los puños obre los tirantes del bolso de ropa que llevaba. -lo odio, lo odio, lo odio...

- ¿necesitas que te ayude para cambiarte?

- ¡Tengo ocho años, mamá!, ¡Puedo cambiarme de ropa yo solo! -y cerró la puerta del baño de un portazo. María negó varias veces con la cabeza más divertida que molesta. A veces su hijo podía ser muy infantil, incluso para su edad. Y no le gustaba hacerlo enfadar, pero si Lance tenía que cumplir un castigo, ella se encargaría de que lo hiciera al pie de la letra.

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En el baño, Lance luchaba con una malla gris sin conseguir ponérsela correctamente. Había visto a su madre y hermanas mayores usándolas muchas veces, pero simplemente no conseguía meter las piernas hasta el final de la prenda sin caer sentado en el suelo de baldosa. Era un infierno... no solo por las mallas, el simple hecho de estar ahí le daban ganas de morir. ¿Por qué su madre era tan estricta? ¿No podía quitarle la televisión por una semana y ya? Pues claro que no, ella se iba siempre a los extremos y terminaba inscribiéndolo en una absurda clase de baile.

Si, admitía que se había equivocado, pero se disculpó con el chico al que él y sus amigos empujaron en el recreo. Definitivamente ahora lo estaba sintiendo...

Pero ni siquiera fue todo culpa suya, y su madre no había querido escucharlo cuando le dijo que otro de sus amigos había sido quien había empezado a llamar "marica" a su compañero en la escuela. Todo comenzó porque una niña llegó contando que lo había visto bailar ballet en una de las presentaciones de la academia de artes de su hermana menor, y el rumor corrió como un río hasta llegar a su grupo de amigos, que lo llevaron al patio trasero para rodearlo y gritarle que no era un hombre, que usaba maquillaje y muchas cosas más por las que su madre se había encargado de regañarlo bastante. Finalmente lo convenció, no volvería a molestar al pobre muchacho, había entendido que estaba mal... ella no tenía por qué hacerlo sufrir de esa manera.

Cuando finalmente pudo vestirse con las mallas se sintió apretado, apretado y ridículo. Pero su reloj de muñeca decía que faltaban cinco minutos para que la clase iniciara y si su madre no lo veía con las demás lo mataría. Salió del cubículo vistiendo las ya nombradas mallas grises y una camiseta ajustada del mismo color. Se miró un largo rato en el espejo tratando de acostumbrarse a su nueva imagen.

-esto tiene que ser un chiste... -dijo cabizbajo. Justo entonces la puerta del cubículo de al lado se abrió para dejar salir a otro muchacho que se veía sorprendido, pero no hizo ningún comentario ni trató de saludarlo. Solo se había acercado al espejo con su mochila a cuestas para tomarse el cabello negro, liso y bastante largo con una liga.

Lance lo miró largamente, a lo que el otro le respondía con miradas de reojo por el espejo. El chico tenía la piel muy pálida pero las mejillas sonrosadas como manzanas. La camiseta que usaba era igual a la de Lance, solo que de color negro, y sus mallas eran casi transparentes. Cuando ya no pudo ocultar su molestia, el de cabello negro se dio vuelta para mirarlo con el ceño fruncido. La coleta le había quedado mal hecha y varios mechones de cabello oscuro se le escapaban.

- ¿Qué tanto miras? - le dijo

-eres un chico...

-y tú, un genio. -le dijo sarcástico mientras cruzaba los brazos sobre el pecho. De pronto Lance se sintió aliviado. Tal vez aquello no era tan extraño después de todo. Seguramente la madre de aquel muchacho también lo había obligado a ir y todo eso era lo más normal del mundo. Decidió que, si lograba hacerse amigo de aquel ser en mallas, tal vez las clases no serían una tortura absoluta. – y bien, ¿Qué quieres?

-pensaba que podíamos ser amigos. -entonces la cara de gato enfurruñado dejó el rostro del azabache para pasar a ser una más dulce y mucho, mucho más confundida. Lance vio la oportunidad de tener un aliado y no pensaba desaprovecharla. Extendió la mano para saludar, igual que había visto a sus hermanos mayores, y pensó que el otro quedaría impresionado. -soy Lance. -tardó unos segundos, pero el muchacho terminó por imitar el gesto y estrechar la mano que le ofrecían. En esos momentos el moreno no lo sabía, pero aquella curva minúscula en los labios pálidos del de cabello negro era una sincera sonrisa.

-Keith.

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Adivinen quien está de vacaciones 7w7r 

¡YO! más o menos, aun tengo que ir a mi trabajo, pero al menos salí de clases n___n prometo terminar lo que tengo pendiente, pero necesitaba escribir algo de esta bella pareja porque... solo mírenlos! son adorables <3 recuerden dejarme en los comentarios qué les pareció (extrañaba tanto decir esto TwT no saben cuánto los amo) 

Clase de ballet (Klance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora