El rulito

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Ok. Quizás sea una pregunta tonta... y quizás ni siquiera tenga sentido o importancia, pero para cierto chileno curioso si.

¿Qué es eso que cuelga de la cabeza de Martín?

¿Por qué Daniel también lo tiene?

¿Será que califica lo weones que son?

Miles y miles de preguntas inundaban el cerebro del pobre chileno que ya estaba cansado de sacar conclusiones. Siempre sintió curiosidad sobres esos locos rulitos. Siempre quiso tocarlos y ver que reacción o que sensaciones provocaban en sus dueños.

Es que sólo ellos dos lo tenían, sólo el argentino y el paraguayo.

Sabía que era una herencia, ¿pero que pasará si toca uno?

Martín parecía cuidar más de que no lo toquen, pero Daniel no.

Era difícil pensar en algo, habían muchas cosas que no entendía.

Alguna vez pensó que se trataba sólo de una moda o que sólo estaban despeinados, pero esa teoría se descartó, ya que hace mucho que lo tienen.

Era difícil concentrarse en crear teorías o ideas para tocar esos rulitos sin que lo golpeen, sobre todo si un alterado paraguayo iba de un lado a otro completamente estresado

¿Por qué estaba estresado?

A quien le importa. Lo importante es saber que hacen esas cosas.

Daniel soltó varias palabras en un tono muy bajo de voz, el chileno no alcanzó a escuchar, pero por sus gestos podía apostar a que fueron insultos.

El ojiverde se sentó, completamente frustrado, junto al chileno, que por cierto disfrutaba de un calentito té.

Ya está, es ahora o nunca, el momento de la verdad llegó

Tenía al castaño sentado a su lado, justo del lado donde ese travieso rulito sobresalía.

Es el momento, hora de comprobar que pasa si lo toca.

El chileno miró desconfiado al paraguayo que estaba a su lado, se veía muy alterado, golpeaba la yema de sus dedos contra la mesa y apoyaba todo el peso de su cabeza en su mano.

Ok, Manuel, este es el momento, demostrale al mundo que sos un macho que se respeta y que no le tenes miedo a nada.

El ojimiel dejo la taza de té sobre la mesa y comenzó a guiar su mano directo al ese mechón de pelo rebelde.

Si. Si. Lo esta haciendo. Se está acercando. ¡Vos podes Manu!

Su mano se acercaba lentamente, con miedo, insegura de lo que hacía.

¿Y si le duele? Puede que le duela, pero la curiosidad puede más.

No puede ser tan malo, digo, es sólo un mechón de pelo, ¿qué podría pasar?

Cinco centímetros, dos centímetros, un centímetro. Dale Manuel, ¿Dónde esta el macho que se respeta?

Demasiado cerca, comenzaba a sentirse incómodo, pero tenía que hacerlo. Lo agarró, aplastandolo con la yema de su dedo índice y el pulgar.

Daniel pareció no darse cuenta, seguía mirando la nada y moviendo los dedos de una forma alterada.

Y lo hizo, tiró de el, cerró los ojos esperando la reacción del contrario... o quizás un golpe por parte del guaraní.

El rulito-[LH]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora