El chico sin nombre miró a mi salvador con desprecio y se marchó por donde vino sin emitir palabra.
-Gracia... ¿Qué haces aquí? -pregunté asombrada al darme la vuelta, seguramente con los ojos abiertos como platos, al ver que la mano salvadora pertenecía a Mathías.
-Vine a rescatarte de ese idiota -sonrió levantando una ceja.
-No bobo. Qué haces aquí, en esta fiesta.
-Me invitaron. ¿Es que sólo tú tienes derecho a venir? -con su mano, que por alguna razón aún no había soltado mi brazo, me arrimó más hacia él, acortando las distancias entre ambos. Sonrió de lado y yo dejé de respirar, sintiendo como mi corazón se aceleraba.
-Ah, y... Por cierto, ¿cómo es eso de que a mí me rechazas la posibilidad de salir de fiesta, pero vienes a ésta?
-Es una historia larga, la cual no te incumbe.
-Me suena a excusa.
-Cree lo que quieras. Tampoco pienses que vine con cualquiera. Llegué aquí con amigos, por eso estoy acá -ya calla Daniela, estás dando información innecesaria que nadie te preguntó.
-Está bien. No soy quién para que me des explicaciones, pero si no quieres salir conmigo, sólo dilo -habló en tono de burla
-Eres un...
-Un qué.
-Olvídalo, no importa -mordió su labio inferior y negó con la cabeza mientras sonreía. Se veía tan sexy cuando hacía eso... ¿qué estoy diciendo?
-Ven, bailemos -me llevó consigo tomada del brazo.
Me giré para ver a mis amigos, y a la única que pude divisar fue a Sel, quién me miraba emocionada. Me guiñó un ojo y sonrió. Se volteó para volver a mirar al chico con el que estaba, tomando del sorbo del vaso, que llevaba en mano, de una manera un poco provocativa.
Giré para volver mi vista a Mathías, quién me tomó de una mano y me dio una vuelta entera. Pensé que me soltaría pero no lo hizo. Me acomodé un mechón de pelo naranja detrás de mi oreja y reí tímidamente. No sé por qué siempre me ponía tan nerviosa, no sabía qué hacer ni cómo actuar. Mathías me tomó de la otra mano y sin decir nada, ni preguntar si estaba de acuerdo, colocó mis manos sobre sus hombros y él bajó las suyas hacia mi espalda. Yo junté las mías detrás de su cuello para estar más firme, y sin notarlo, estaba más cerca de su cara. Volvió a sonreír, dejándome ver toda su dentadura, esa sonrisa que tanto me embobaba. Mi corazón latía a mil por hora, y por mi cuerpo recorrió un escalofrío. Todo a mi alrededor se fue borrando, hasta el momento en que sentí algo debajo de mis zapatos.
-Auch. Eso blando que estas pisando es mi pie -se quejó.
-Lo siento -dije llevándome una mano a la boca y apartando velozmente mi extremidad de la suya.
-No pasa nada -dijo entre risas.
Volví a disculparme con muchos nervios. ¿Cómo hacía siempre para que en el momento justo, pasara algo e interrumpiera todo? Debía ser el karma.
Me separó de golpe con un giro y me trajo de nuevo hacia él, tomándome otra vez por la espalda y arrimándome más hacia su cuerpo. Podía sentir con la piel de mi abdomen la tela de su camisa celeste, a juego con sus hermosos ojos. Mi respiración se aceleró de un momento a otro como si hubiese estado corriendo. Su respiración tampoco era normal. Pude sentirlo un poco tenso, y cómo respiraba entrecortado. Creo que él también estaba nervioso. Volví mi mirada hacia la suya, quien no quitaba sus ojos de los míos, hasta que los bajó hacia mis labios. Pensé que me besaría, pero en cambio me hizo girar, mientras me tomaba de la mano.
ESTÁS LEYENDO
Más que derechos
RomanceEncarar a tu platónico, nunca ha de ser fácil, menos si eres una chica que nunca en su vida ha tenido contacto físico con alguien del otro género, o si te la pasas metida en tu rutina de vida sacando buenas notas. Pero un día, Daniela decidió hacerl...