Capítulo 7

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Todos sabíamos que este día iba a llegar, ¿no? —dijo en una mezcla de molestia y lamento Mordisco de Granito, agitando la cola en el aire—. Tarde o temprano una guerra estallaría.

Brinco de Conejo aún no le daba crédito a sus ojos. Pero no podían estar equivocados. La brisa trasladaba el olor del Clan del Monte hacia ellos, y además, la patrulla de ninguna manera parecía ir a hacer un acuerdo pacífico.

—No podemos quedarnos sin hacer nada. ¿Qué hacemos? —soltó preocupado el guerrero atigrado.

—Esta no es nuestra guerra —siseó el gato negro y gris—. Será mejor volver cuanto antes con Estrella de Olivo e informárle de todo esto. Vámonos.

El joven guerrero se quedó mirando el territorio del Clan del Pétalo con frustración y preocupación. ¿Cuáles serían los informes en la próxima Reunión? ¿Cuántos muertos habrían? ¿Qué Clan ganaría? Brinco de Conejo luchó por mantener el pelaje de su lomo liso. ¿Pasaría algo así con el Clan de la Ribera, también? ¿Puede que algún Clan ya estuviera planeando un ataque silencioso y bien planeado hacia ellos, como lo hacía el Clan del Monte al Clan del Pétalo?

—Oye, amor, ya nos vamos —maulló de pronto Resplandor de Niebla, acariciando sus omóplatos con la cola.

—Perdón. No me había dado cuenta. Estaba pensando en... ya sabes.

—No te preocupes —ronroneó la guerrera plateada, mientras la pareja se dirigia donde el resto de la patrulla—. Te entiendo. Sé que estos temas de verdad te inquietan, pero yo siempre estaré a tu lado para apoyarte cuando lo necesites.

—Gracias —murmuró el guerrero atigrado. Resplandor de Niebla lo conocía demasiado bien; identificaba perfectamente sus fuerzas y debilidades. Aún no puedo creer que sea un gato tan afortunado.

Una vez la patrulla estuvo encima de la pendiente; Mordisco de Granito salió disparado hacia el claro, donde se encontraba precisamente Estrella de Olivo compartiendo una ardilla con Rosa Escarchada. Una vez el guerrero negro y gris terminó de contarle su versión, la líder asintió y se dirigió a los Tres Peldaños, con la mirada seria.

—¡Que todos los gatos lo bastante mayores para cazar sus propias presas se reúnan bajo los Tres Peldaños para escuchar mis palabras! —gritó la gata.

Brinco de Conejo descendió tímidamente por el acantilado, preguntándose qué medidas tomaría la gata de manchas negras; pero una vez se detuvo cerca de Ciprés para escuchar, Estrella de Olivo apuntó en su dirección con la cola y le indicó que subiera a su lado. El joven guerrero miró a ambos lados, pensando que se refería a otro gato, pero no era así. Ella lo llamaba a él.

Dudoso, Brinco de Conejo avanzó hasta quedar debajo de los Tres Peldaños y sentarse bajo ellos. Levantó la vista para intentar captar la mirada de Estrella de Olivo, pero ella la tenía clavada en el horizonte. El atigrado marrón tragó saliva. ¿Qué querría la líder de él? ¿Que informara los acontecimientos de la patrulla? ¿Que no eso ya lo había hecho Mordisco de Granito?

Una vez todos los gatos del Clan estuvieron reunidos en torno a los Tres Peldaños, la líder continuó con voz seria.

—Como se nos ha informado, en la última patrulla sucedieron algunos hechos importantes de destacar. Brinco de Conejo, cuéntanos.

El joven sintió como si su pelaje estuviera en llamas cuando la vista de todos sus compañeros de clan se clavó en él. ¿No puede explicarlo ella sola? Brinco de Conejo sacudió su cabeza. Si Estrella de Olivo le había pedido que contara su versión de los hechos, pues eso haría.

—Cuando estábamos cerca de las fronteras con el Clan de la Aulaga, nos dimos cuenta de que estos las habían marcado en nuestro lado del río, sobre las nuestras.

Los murmullos surgieron con gran velocidad; las miradas de los guerreros lucían nerviosas y atemorizadas, y Rosa Escarchada, al lado de Estrella de Olivo, tuvo que pedir silencio para que lo dejaran continuar. Una vez no se pudo escuchar a una mosca revolotear, el joven guerrero tragó.

—Como modo de respuesta, optamos por marcar fuertemente las fronteras sobre las suyas, a modo de advertencia. Luego.... —Brinco de Conejo se calló un momento, pensando en qué palabras utilizar antes de continuar—. Seguimos caminando por el borde del río, y... nos encontramos una patrulla de ataque del Clan del Monte que se estaba internando en el Clan del Pétalo...

Una vez soltó las últimas palabras, Brinco de Conejo se sintió más relajado. Sin embargo, en el campamento se hizo el caos. Los gatos empezaron a murmurar en pequeños grupos, mientras otros le aullaban a Estrella de Olivo con una mezcla de miedo y furia. En cambio, los gatos que habían participado en esa patrulla se mantenían silenciosos como un árbol, mirándose las patas (justo como Brinco de Conejo) o con miradas imposibles de interpretar.

—¡Seremos los próximos si no fortalecemos las fronteras! —espetó Colmillo Férreo, con los ojos llameando.

—Ha pasado un largo tiempo desde la última guerra... —alcanzó escuchar el joven guerrero a Helecho Polar, quién ya se había recuperado, y que estaba junto a Mirada Quemada.

—El Clan del Monte contra el Clan de la Aulaga, lo recuerdo bien... Al Clan del Monte siempre le han gustado las batallas... —comentó el veterano rojizo.

—¡Yo quiero pelear! ¡Luchemos contra esos cerebros de pulga del Clan del Monte! —chilló emocionado Pequeño Escurridizo, a lo que Malveada reaccionó tapándole la boca con su espesa cola.

—Silencio —maulló con firmeza Estrella de Olivo. En poco tiempo, en el claro no se escuchó nada, aunque las miradas molestas y asustadas continuaban en los ojos de los guerreros—. Ya decidí las medidas. Ahora las patrullas estarán conformadas absolutamente todas por cuatro integrantes. Ningún gato podrá salir solo del campamento. Los veteranos ya no podrán acompañar las patrullas, o por lo menos hasta nuevo aviso—. Respetuosamente, la líder le inclinó la cabeza a los dos veteranos.

Mirada Quemada y Helecho Polar inclinaron también la cabeza. Sus miradas no mostraban molestia, solo respeto. Saben lo difícil que está la situación. Reconocen la verdad de esta guerra.

—Reforzaremos las fronteras. Pero ninguna más en especial. Queremos mostrar una advertencia, no una amenaza. Esta reunión ya está terminada —y con un salto, la líder bajó de los Tres Peldaños, seguida de Rosa Escarchada, y las dos se dirigieron al borde del claro para conversar.

—¿Creen que habrá guerra con nosotros involucrados? —Brinco de Conejo se volteó al escuchar la voz de Malveada, quién le hablaba a la pareja de veteranos, con los cachorros cerca de su pecho.

Mirada Quemada movió la cabeza lentamente de lado a lado.

—Puede que sí, puede que no. En cuanto a guerras, nunca se puede estar seguro de qué es lo que va a pasar.

Las Dos Profecías: 1# Sendero de Cenizas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora