Azúl amanecer

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Levantarse cada día temprano, poco antes del amanecer tocando el frío y lujoso suelo de mármol para darse un baño caliente preparado a tu voluntad, a la vista de los primeros rayos de luz emergiendo de las montañas desde un gran ventanal y todo eso...
A todo eso se acaba acostumbrando uno.
Al sufrimiento no, y con esto me refiero al recuerdo de un Jojo sangrante que dejó rastro de su sangre en mi alfombra.
Levantarse y ver esa mancha cada mañana...
Eso si que es placer.
A veces me quedo mirándolo un rato hasta que el frío de la mañana me hace correr a prisa al baño envuelto en mi bata.
El baño está humeante y listo para mi.
Antes de desversirme, corro las cortinas del gran ventanal.
Delante de mi se extiende toda la majestuosa y verde pradera del terreno Joestar, apenas levemente iluminada por los primeros rayos de luz.
Se ve todo, por lo que siempre he sabido que podían verme a mi. Pero se que nunca hay nadie a estas tempranas horas así que me desvisto igualmente.
A veces me observo en el espejo.
He crecido. Mi fisionomía es más esbelta, mis músculos más desarrollados y definidos.
Y entonces, a esta vista pienso, que no me importaría que me vieran.

Deberían de apreciarse más la gloriosa anatomía humana.
Como hacían los griegos en la antiguedad, rindiéndole culto con aquellas maravillosas estatuas de mármol pulido a mano. Nunca había visto una. Pero lo había oído.
Lo más parecido que podía haber visto había sido la estatua que se alzaba en el vestíbulo de la residencia Joestar custodiando la casa.
Reflexiono acerca la naturaleza de aquella figura y su origen en lo que me meto en la bañera.
Esta está aún humeante.
Observo con satisfacción que la han calentado recientente.
Siempre solían alertarme de que el agua estaba excesivamente caliente hasta que vieron que me daba igual.
Me meto igualmente.
Porque en verdad, siempre me ha gustado esa sensación de ardor en mi piel junto al contraste del vapor al meterme.
Quizás es porque me recuerda un poco a mi infancia.
Trabajando una jornada completa apenas te daba tiempo a hecharte un cubo de agua recién calentada y aún cuando había tiempo para esos lujos apenas podía mantenerse una higiene decente.
Y yo siempre he odiado sentirme sucio.

..En lo que me meto en la bañera, me acomodo y observo como el color pálido de mi piel se enrojece.
Miles de pensamientos llegan a mi mente en el silencio hasta que observo el reflejo de la salida del sol.
Cómo el color verde del prado se intensifica delante mi...un momento único, efimero y majestuoso.

Es el único momento del día donde estoy tranquilo.
Donde puedo decir que yo, dio, me siento a gusto.
Me quedo así durante un rato.
No se que hora es y no me importa.
Para mi es como si se hubiera detenido el tiempo.

...Entonces unos golpes suenan en la puerta, supongo que es la hora de salir.
Me dispongo a ello cuando oígo la voz de Jonathan que intenta forzar la puerta, más extrañado que yo.
-¿Hmm? ¿Hola? ¿Hay alguien? -pregunta tituteante al pensamiento de estar hablando solo.
Vaya, Jonathan no suele estar despierto a esta hora. No debería estarlo y mucho menos para interrumpir mi momento de esta manera.
Esto me molesta y hago un esfuerzo por mostrarlo cuando le digo.
-Esta ocupado.
-¡Ah! ¡Dio! ¿Estás ahí?
Que espabilado es, parece que le he subestimado, ha reconocido mi voz...
Vaya por Dios.
-Que quieres Jonathan, estoy ocupado.
-Mmm...¿Vas a tardar mucho? - pregunta con timidez- Esque...
-Si- digo al instante interrumpiéndolo, haciéndolo ver que su simple presencia me molesta.
Él se calla. El silencio vuelve y parece que se ha retirado, pero yo puedo sentirlo aún en la puerta, esperando, como un cachorro azul abandonado al anhelo de un poco de atención.

Nota de un diario estrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora