niño tonto.

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Pero entonces por qué pasa esto. No entiendo el hecho de que si no soy yo, ¿por qué me veo como yo?

Niño tonto.

Fue entonces cuando caí en una de las trampas más engorrosas de la vida, una de esas trampas que te las lanzan como si fuera un dulce de una piñata, una de esas trampas que te sirven en un plato de plástico que no tiene valor, el valor se lo da la torta de chocolate que tiene encima. Caí en la trampa. Me enamoré.

¿Cómo me puedo enamorar si ni tengo tiempo de pensar en lo que quiero ser yo? ¿quiero ser yo? Además, somos tan distintos que eso nos hace iguales. Ella, tan rellena (para no decir gordita) de esperanzas y sueños, un pelo negro que le caía hasta la mitad de la espalda, una cara que queda perfecta con su personalidad, unos ojos marrones que no son como los míos, son los míos; casi de mi tamaño, menor que yo, de color casi como yo, de inocencia casi como la mía, de energía que a mi me sobraba. Ella simplemente me lanzó el dulce, me extendió la torta y yo la tomé.

La veo todos los sábados puesto a que no vive ni remotamente cerca de donde yo vivo, ni tengo forma de ir a vera entre semana, así que son los sábados de actividades scout (sí, de esos que venden galletas que no venden galletas) en donde puedo llegar a verla, en donde la veo semana tras semana, en donde compartimos unos pocos minutos hasta que vuelve a iniciar la semana y es lo mismo. Pero seguimos, estamos mágicamente bien. Es impresionante como para la edad ya estoy pensando en casarme, tener hijos, ¿y si son como ella? ¿quiero que sean como yo? ¿quién soy yo?

Ella es evangélica, no veo el problema pero años después me hizo mucha gracia el hecho de que no me enterara hasta pasados años de terminar nuestra relación... pero, entonces, ¿no estoy ahí? Pero estoy ahí, la veo, la siento. Veo como voy entre los estantes de una tienda de segunda mano, dejando atrás a mi padre para buscar el mejor regalo que pueda encontrar, remuevo ropa, zapatos, collares; muevo cada cosa que veo asimilando el precio manteniendolo en mi mente hasta que lo veo, veo un peluche de erizo, de elegancia perfecta que no se la quita ni el bajo (muy bajo) precio. Es mío. Es de ella. Era mío.

Se lo entrego con la cara al rojo vivo, creo que es la primera vez que esto me pasa pero me alivio al ver que a ella también le estaba pasando. Nos miramos, nos abrazamos, "te amo mucho, ¿lo sabes?", pero ahí fue cuando otro sábado terminó. Si en serio estoy ahí, ¿por qué no soy yo? ¿qué hago en esta habitación? ¿por qué hay oscuridad afuera? ¿en qué fallé? ¿él falló?

Me levanto cada sábado solo pensando en ella, solo teniendo ganas de verla, teniendo ganas de estar con ella, teniendo ganas de abrazarla y de darle un beso en el cachete (nuestra inocencia, a esas alturas, no deja que nuestros labios se tocasen si quiera un poco; admito que, es muy gracioso). Pero hoy es distinto, ¿por qué es distinto si nosotros somos distintos? ¿qué es distinto? Ella está callada, ella se alegra de estar conmigo pero no me lo transmite.

"¿por qué?"

"solo, no podemos estar más juntos"

Niño tonto.

¿Soy yo el culpable? ¿acaso yo hice algo? Todo es perfecto pero cuando la realidad viene dirigida a tu muro de ignorancia el golpe es más fuerte y pega más que la construcción de esa inocencia. ¿Fallé? Ahora es más gracioso el hecho de que ella sea (porque lo sigue siendo) evangélica y que yo, siga aquí en esta habitación, con las mismas cortinas, la misma hora, la misma oscuridad, sin saber en qué creer o qué ser.

¿Fallé? Fue mi culpa, lo acepto.

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⏰ Última actualización: Dec 07, 2016 ⏰

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