significativo.

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Me levanté como era acostumbrado a las 5 am pues me tocaba un café con leche, un pan con azúcar en la parte superior del mismo, una regadera que lloraba agua más fría que el clima que abrazaba las calles, ropa que compensaba el frío con una calidez hogareña y un sofá, que más que estar lleno de pelos de gato estaba lleno de historias que pasaban día tras día, pero, este día es distinto, este día yo soy distinto.

Mi piel pálida como si mi dieta fuera en base a puras verduras o si viniera del lado oscuro de la luna, mis ojeras más largas de lo normal, mis ojos casi amarillos o eso pensaba pues no puedo mirarme la cara en las mañanas y mis ganas en el suelo... ahora que lo pienso, eso era común. Pero hoy no era común, decidí por cuenta propia como si fuera el rey de mi vida, no ir a clases, pero entonces un brazo algo viejo y una mirada de desaprobación pronunciaron:

"Tú no estás mal, deja de estar exagerando, anda ve que ya te vino a buscar el transporte"

"anda ve", "tú no estás mal", "deja de estar exagerando"  son frases que no se dicen a la ligera, son frases que se oyen de una forma pero se dicen de otra. ¿Qué más puedo hacer? Me levanté como pude pensando en qué fallé, ¿fallé? ¿yo fallé? ¿entonces yo fallé al borrar mi vida?

Fue mi culpa, lo acepto.

Al llegar al colegio/escuela primaria, mis pies no daban más. El sol ya había salido y reflectaba en mi piel como si fuera un espejo que a su vez reflectaba la enfermedad que consumió el 64% de mi ser. Ahí, en la fila para cantar el himno de la nación, yo viendo más borroso que antes, fui tomado por dos manos sorpresa, dos manos que al tener contacto conmigo me hicieron darme cuenta la fiebre que cargaba, dos manos que pronunciaron:

"¿Qué haces aquí niño tonto? Estás enfermo (¿por qué no dijo mal?), no sé por qué viniste pero te me vas a casa lo más pronto es ya."

"lo más pronto es ya", "estás enfermo", "niño tonto" son frases que no se dicen sin tener un argumento pre-establecido, una base solida puesto a que de lo contrario caerían en una falacia moral pero, aún así, yo sigo pensando, ¿fallé?.

Llego a casa, dejo mi carnet, dejo mi dignidad, dejo mis ganas y me acuesto en la cama reposando como un pájaro que llegó a su nido después de volar por las puertas de las nubes. Ahí estoy yo de nuevo, a las 2:36 am, con mi teléfono en la mano y con sueños despiertos que bailan en la habitación al compás de las cortinas que ondean como olas del mar. Y pienso: ¿fui yo?

Mi abuela me responde con ganas de pedir perdón que lo que hizo estuvo mal, que pensó solo era una simple gripe, que no era nada, más se equivocó y en eso me extendió un café con leche que baja por mi garganta y me deja conciliar un sueño genial. Pero luego caigo en cuenta de que no se la di, esa carta, la que iba a dejar en su puesto, descansa en mi morral hasta el día de mañana.

Fallé, o eso pensé, pero es mi culpa, lo acepto.

¿2:36?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora