Sauce

29 1 0
                                    


Cuando el cielo penetra a la tierra y en la tierra se dibuja un cielo, el hombre es capaz de ver más allá de sus ojos, puede sentir ciegamente en un más allá, en un horrible paraíso y en un hermoso infierno, cree conocer a los seres que respiran por sobre todos ellos, que son omnipotentes.

Cuando el cielo penetra la tierra... El hombre conoce el horrible paraíso y el hermoso infierno -Comentaba a su congregación una joven sacerdotisa de cabellos color uva.

La congregación no era muy numerosa, algunos habitantes del estero soleado y otros vecinos del bosque de los ceibales.

¡Queridos hermanos! Bienvenidos a la divina cosecha de semillas enanas que traerán prosperidad a nuestros pueblos, paz a nuestras familias y abundancia en nuestros corazones -Compartía la joven sacerdotisa concluyendo el sermón de todos los domingos.

Al finalizar la cosecha de semillas enanas, animosa se acercó a cada uno de los congregados para repartir su bendición, pero lo único que recibió fueron quejas acaloradas por parte de los concluyentes.

¡Han de existir tantos pueblos hermanos, pero la unidad es efímera! Nos habla de que algún día llegad la divina Melida pero jamás has de invocarla -Vociferaban, parloteaban y herían.

Pueblos convivieron durante toda una eternidad desconocida hermanados por raíces naturales. Ceibales, Acacias, Cedros, Pinos, Palmeras, pueblos arbolados con habitantes que acostumbraban llevar, ropajes amarronados, flores, hojas en el cabello y sus pies descalzos. Habitantes que se congregaban día de por medio en un inmenso sauce llorón el cual cada año en el nacimiento de su divina señorita, lloraba cristales de agua marina, los cuales adornaban las trenzas de las jóvenes vírgenes de la congregación.

Abeto, así se llamaba la joven y sabia sacerdotisa del inmenso sauzal que llegaba hasta la inmensidad del cielo, un cielo que poseía tonos pastel, celestes de día, rosados de tarde, morados y azules al caer el sol. Cielos inmensos que clamaban el nombre de Melida, la divina creadora del cielo y la tierra.

Han de creer que soy un completo fraude, pero ellos piensan así porque no son dignos de ser un milagro de tu creación Melida, mis perdones por mi falta de modestia pero soy la única digna de representarte aquí en la tierra mi señorita... -En ese momento Abeto se arrodillo frente a una estatua con la imagen de una niña sentada mirando al cielo con una sonrisa impecable que rebosaba paz y esperanza.

La sacerdotisa del sauzalWhere stories live. Discover now