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Aleli

Los copos de nieve caen lentamente mientras cubren mi cabello con un velo blanco, miro la punta lejana de los pinos mientras mis pensamientos se dispersan.

Poco a poco reconozco el bosque, es el que esta después del autocinema de Madrigal. Una sonrisa se dibuja en mis labios. Escucho los pájaros cantar y sonrío al ver la laguna donde la mayoría va a patinar.

Una respiración pesada se siente tras de mi, ya no camino pero sigo escuchando las ramas ceder ante su peso.

Volteo con rapidez y encuentro el azul más frío de su mirada. Poco a poco veo como su mirada se llena de un rojo intenso.

Se arrodilla ante mi, y cae a la nieve mientras de sus labios sale un líquido espeso y rojo.

Se que es.

Se quien es.

Pero no puedo moverme.

Quiero llegar a el.

Mis piernas no responden.

Abro los ojos y lo primero que veo es el techo de mi habitación.

Mi pecho sube y baja con rapidez.

Que sueño tan horrible...

Me quito el sudor de la frente con mi mano derecha y me tapo con el edredón hasta la nariz, el aroma reconfortante de mis sábanas inunda mi olfato e instantáneamente me relajo.

La puerta de mi habitación se abre y veo a mi abuela materna entrar con los ojos llorosos.

—Mamá Lú... —susurro con sorpresa.

Ella vive en Madrigal, una isla que está en entre Francia e Inglaterra.

Ella me ve, y se de inmediato se que no me va a gustar lo que saldrá de sus labios.

—Tu mamá... —ella sigue hablando, pero yo no escucho, su voz está muy lejos. La respiración me comienza a faltar y las lágrimas salen de mis ojos.

No.

Debe ser una broma.

Porque ella no puede estar muerta.

Mi mamá no puede estar muerta.


En automático lavo mi cabello, el agua caliente sale de la regadera y yo solo puedo ver el azulejo de mi baño.

Mi pecho se comienzo a oprimir, mi respiración comienza reducir.

Quiero gritar.

Poco a poco me dejó caer hasta el suelo, lloro en silencio.

Muerdo mi mano callando mis sollozos. No quiero que la abuela se preocupe, no quiero ser una carga.

Grito en silencio, me sacudo.

Recuerdo la primera vez que jugo barbies conmigo, recuerdo que las peinados juntas.

Recuerdo su sonrisa al entrar a la iglesia, como estiraba los labios y me lanzaba un beso.

Recuerdo su mirada llena de orgullo al ver mis notas, de sus labios siempre salía un "Eres mi orgullo".

Recuerdo como no necesitaba pedirle un té para calmar mis cólicos, ella siempre me lo preparaba, eso o una deliciosa taza de chocolate caliente.

Lloro con más fuerza, pero aún en silencio.

Nunca más podré escuchar mi nombre salir de sus labios.

Veo a todos entrar al funeral, veo a personas que nunca he visto en mi vida.

Dicen lo perfecta que era ella.

Y... no me puede importar poco menos lo que dicen, no me importa como ellos la veían. Ella era mía.

Me quedo junto a su caja el resto de la velada y lloro otro poco.

Para el entierro me quedo callada, no hablo, solo veo la caja, no quiero dejarla ir, no... no puedo. Quiero aferrarme a ella y decirle que no me deje.

Espero a que uno de mis tíos políticos termine su discurso para acercarme a la caja y pedir que la abran, y la veo, sus mejillas ya no están rosadas, pero sus pecas siguen ahí, se ve en paz, dormida.

Como cuando la tenía que despertar pasando no entendía algún ejercicio de matemáticas.

Veo la cesta en mis manos.

Suspiro.

Junte todos los regalos del día de la madre que le he hecho, cartas que hacía para disculparme con ella por portarme mal.

Dejó la cesta en sus pies y resisto el impulso de meterme a la caja y abrazarla.

Lo último que quiero darles a mis abuelos es un drama.

Entro a mi casa el silencio con mis abuelos tras de mi.

Me dijeron que tenia que empacar. Me iría a vivir con ellos.

Suspiro viendo cómo mis tías me ayudan con mis cosas. Camino al cuarto de mamá y entró, tomo su maleta y comienzo a guardar la ropa que me gustaría llevar de ella a Madrigal. Me acerco a sus lociones y las empaco, junto a su maquillaje.

Veo el lado de papá y me congelo ¿Dónde está? Y ¿Porque no está aquí conmigo? Sosteniéndome en un abrazo reconfortante como siempre.

Tengo que admitir que siempre he sido una niña de papí.

Camino a mi habitación para preguntarle al abuelo por el.

—Mamá ¿como que no le has dicho? —Escucho la voz de mi tía.

—¿Cómo quieres que se lo diga? Ha estado callada estos dos días, ni siquiera lo ha mencionado. No puedo romperle el corazón.

—Ella debe saber, tiene el derecho de saber que el mato a su mamá. —La voz de mi tío hace eco en mi cabeza.

Y algo hace clic.

No.

Pero no puede ser.

No.

A los segundos, el abuelo lo confirma en llantos.

Y yo. Yo solo puedo regresar sobre mis pasos y tirarme a la cama de mis padres y llorar en silencio sobre la almohada de mamá.

Aun huele a ella.

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⏰ Última actualización: Feb 20, 2022 ⏰

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