2. INTERRUPCIONES

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Llamaron a la puerta, Sony se levantó extrañada, era temprano para que llegaran sus hijos.

Gilberto se encontraba de viaje y habían contratado un chofer para que se ocupara de llevar y traer a los niños el resto de la semana.

Al abrir, se topó con dos hombres uniformados, identificándose como comandantes de la policía federal. No tenía idea de que buscaban. Cuando preguntaron por la esposa del doctor Gilberto Rodríguez Mendoza, temió lo peor, pero jamás que hubiera muerto en un accidente aéreo.

Después de la tragedia, no hubo tiempo para deprimirse. Sebastián y Daniela, sus hijos, la necesitaban más que nunca. Por las noches era un tormento dormir con la ausencia de su marido. Durante el día se mantenía ocupada.

La aerolínea pagó una fuerte indemnización a Sony. Pudo darse el lujo de cerrar el despacho de la consultoría unos meses en lo que organizaba su vida. Gilberto fue un esposo y un padre maravilloso, para ella, su más grande pérdida.

Cuando Sony, al fin se resignó a sacar todas las pertenencias de su marido, encontró una copia de los pases de abordar de aquel último viaje, y una carpeta llena de confidencias. Sony no era la única mujer en la vida de Gil. Entre esos documentos había pruebas suficientes y un sobre cerrado dirigido a ella.

Salió a la terraza del condominio a fumar, mientras giraba aquel documento entre sus dedos. Sus ojos contenían las lágrimas, ¿qué más podría pasar? Gilberto ya le había hecho lo peor. Le había sido infiel. Al final, la curiosidad fue más fuerte y con el corazón roto leyó la más grande de sus decepciones.

Sony,

Si estás leyendo estas palabras, es que me has descubierto. Soy un imbécil, lo sé.

No tengo el valor de abandonar a mi familia y tampoco me atrevo a dejar a Angélica, aunque ella es la mujer de mi vida.

Ayúdame a tomar una decisión Sony, ya no puedo con esta situación. Te quiero a ti y amo los niños, pero deseo pasar el resto de mi vida con ella.

Perdóname, soy un cobarde. Todo es tuyo. Sólo deseo mi libertad. Tú tienes la última palabra.

Con amor,

Gilberto

Sony hizo añicos aquella carta y sin importarle quien escuchara gritó hasta al cielo: ¡Hijo de puta! ¡Te di mi vida!

Se dejó caer de rodillas. Con la mirada hacia el piso adoquinado y dejó correr la tristeza por sus mejillas.

Sintió que alguien la observaba. Era aquel hombre, el mismo que tiempo atrás le había propuesto una locura. Se observaron sin parpadear.

-Sé que no soy la persona que esperabas. Y tal vez no deseas verme después de mi estupidez. Pero si puedo ayudarte en algo, sólo tienes que pedírmelo- dijo acercándose a ella.

Sony necesitaba consuelo y él deseaba dárselo. Se fundieron en un abrazo. No sabía quién era, pero le daría una reconfortante paz por unos instantes. Ahora estaba sola, pasando por un terrible duelo, con unas fuertes ganas de sacar de su vida a Gilberto, y eso no sería un camino fácil.

Sony asintió con la cabeza. Trató de sonreír por las atenciones de aquel hombre.

-Necesito beber algo-dijo Sony rompiendo el silencio.

-¿Te traigo agua?

-No, algo más fuerte, un tequila estaría mejor.

Marco asintió.

-Voy por mi bolso y llévame a un bar. Deseo emborracharme esta noche. Sacar toda la porquería que Gilberto me dejó. Tus intenciones quizá sean otras, por ahora sólo necesito compañía ¿aceptas?

-Encantado Sonia.

-¿Sabes mi nombre?- Dijo sorprendida.

-Me sugeriste que lo investigara.

EL AMOR LLEGA, Y TÚ NO ESTÁSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora