5. Escena de más o menos el final de Puro.

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¡Que la disfrutéis!
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Me dolía el rostro de mantener las apariencias y sonreír ante conversaciones que no me podían importar menos y presentaciones de otros Puros que ya había olvidado. Este era el último lugar en el que quería estar, pero si salía corriendo tan pronto, la gente – gente importante y poderosa – empezaría a hacer preguntas.

Un miembro del Consejo dijo algo y yo asentí, sin tener ni idea de lo que había dicho. Todo en lo que podía pensar era en Alex...en la Poción y en haberla dejado sola con Seth. No confiaba en ningún hombre con dos ojos para hacer lo correcto en esa situación. Alex podría...No pude terminar el pensamiento.

No estaba seguro de si podría confiar en mí mismo en una situación como esa.

Pero Seth había jurado que cuidaría de ella.

Una mano cálida subió por mi brazo, y me di la vuelta, encontrándome mirando hacia una mujer Pura cinco años mayor que yo. Sus labios pintados de rojo formaron una ancha sonrisa cuando se inclinó hacia mí.

—Aiden St. Delphi —Ronroneó, poniéndome la otra mano en el pecho—. Deberías bendecirnos con tu presencia en los Catskills más a menudo. Tus visitas son muy infrecuentes.

No tenía ni idea de quién era esta mujer.

Lo más educadamente que pude, me quité su mano del pecho y la esquivé. Me siguió, los ojos azules ardiendo por el reto—Lo siento —Dije—, no estoy interesado.

Echó la cabeza hacia un lado y una cascada de cabello del color de la miel cayó sobre su hombro—¿Qué? ¿Prefieres la compañía de los hombres? —Bajó las pestañas coquetamente—. No tengo problema en compartir.

Alcé una ceja, cansado de esto. Había un lugar en el que necesitaba estar —No estoy interesado en ningún tipo de compañía. Buenas noches.

Girando sobre los talones, puse los ojos en blanco ante la dura maldición que salió de los labios de la mujer. Salí del salón de baile, despidiéndome de Marcus y de la Ministra Diana. Con suerte no me pararían.

Se me hizo eterno hasta que llegué a la planta de Seth. Llamé a la puerta, esperando no despertar a Alex por si se había quedado dormida. Recé a los dioses para que ella se hubiera quedado dormida en vez de pasar por los efectos de la Poción. Cuando no hubo respuesta, abrí la puerta, mi mirada recorriendo la cama vacía y después el pequeño diván.

Sentí unos nudos en el estómago—¿Dónde está ella? ¿Seth?

Entré en la habitación, respirando en profundidad. Unos sonidos salieron del baño. Una voz amortiguada y después le siguieron unos pasos. Me agaché, cogiendo un jersey del suelo. Era el de Alex. Mi mirada volvió a la cama.

Había unos vaqueros – sus vaqueros y los de ella...solté el jersey y cogí la prenda oscura de encaje.

Seth entró en la habitación. Sin camiseta. Con los pantalones desabrochados. Y el pelo desaliñado.

Le iba a matar.

—Mira, sé que esto pinta mal. Pero no es lo que piensas.

Una furia como nunca había sentido hirvió en mi sangre y se alzó como un monstruo salvaje. Mis dedos apretaron la camiseta. Estaba deseando coger una daga y ponerla bajo su cuello —¿Esto no es lo que parece? ¿De verdad? Porque creo que esto pertenece a Alex.

Seth sacudió la cabeza, como si no tuviera nada que decir. Tiré la prenda a un lado y le empujé, abriendo la puerta del baño.

No estoy seguro de si lo que vi primero rompió el fino hilo de mi control – Alex en el suelo, el pelo húmedo por el sudor y una palidez mortal en sus rasgos. ¿Fue el hecho de que no estuve con ella cuando la enfermedad la alcanzó? ¿O fue el hecho de que ella llevaba una de las camisetas de Seth únicamente?

The convenant desde el punto de vista de AidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora