Una visita como otra cualquiera

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Era una mañana cualquiera, el autobús escolar estaba ya pitando a la puerta de la casa, ahí estaba yo pensando en la excursión final que me deparaba a la vuelta de la esquina. Me acerqué al autobús , mi pelo anaranjado y mis ojos marrones se reflejaban ante la cera recién dada en el autobús. Tuve que agacharme ante mi director que, por primera vez, nos acompañaba a un sitio que no fuera su despacho o la puerta del instituto tras expulsarnos. Mi instituto privado era muy estricto, no llego a hacer la reverencia y ni a mi sitio hubiera llegado.
Una vez en mi particular sitio al final de autobús mi amigo Jason me saludó con entusiasmo. De lejos parecíamos iguales pero a mi amigo se le quedó grande tercero y está a punto de saber si llegará a 4 o me abandonará. Sentada a la derecha del pasillo estaba sentada Rachel, la chica de mis sueños, ojos verdes, pelo oscuro y una cara perfecta. Además de lo amable y lista que era. Bueno, pongamos en duda lo de lista ya que solo con ver al que se sentaba a su lado me dieron náuseas. Era Agustín, su novio el típico abusón, guapo, rico y suertudo pues era el tipejo que salía con la chica perfecta. Para rematar se mete conmigo y sus "amiguitos" se ríen como si les fuera la vida en ello. Les ignoro y me siento en mi sitio.
El camino no se me hizo largo, Jason y yo, espera, aún no me he presentado, soy Lapant, Xavier Lapant, tengo 15 años y voy a tercer curso de secundaria. Dejando esto aparte seguimos, vamos que Jason y yo tuvimos una amena conversación sobre lo idiota que era Agus. La charla de disciplina del director fue lo único que me hizo eterno el viaje pero cuando se abrieron las puertas del autobús, suspire aliviado. Tal y como el año pasado, el museo de arte de Manhattan abría sus puertas para nuestra excursión. Nuestro guía, un tal David, nos enseñaría el rollo de todos los años sobre la formación del museo y sobre los cuadros más importantes de la colección como "cuadrado rojo sobre lienzo blanco" o "el mono ancho". Además pasaríamos por la nueva sala con cuadros sobre las invenciones más importantes de la humanidad.
Llevaba un año sin ir y notaba el aire diferente. Notaba a David nervioso y un ambiente definitivamente diferente. Aunque no descartó que fuera el perfume de la señorita Carene, la profesora de plástica. De todas maneras necesitaba centrarme en buscar una distracción para las 2 horas que me quedaban antes de tomar el almuerzo.
A Jason le pasaba igual, jugaba con un ovillo de lana que se había hecho con un poco de su jersey. Mientras maquinaba un plan para no pudrirme en el suelo de mármol del museo pasamos frente a una puerta entreabierta que era, al parecer la nueva sala, no le presté atención hasta que me mire los zapatos blancos que en ese momento calzaba. Tenían un extraño resplandor violeta que, estaba seguro al 100%, venia de la habitación. Como os imaginaréis no me iba a quedar de brazos cruzados así que al fin encontré lo que iba a hacer aquel día.

Cambiando el rumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora