Día 8

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Cuando desperté, estaba observandome dormir. Sentado torpemente, en el rincón diagonal a mi.

No, no me desperté, me despertó. Lo oí respirar en un sonido acelerado, como un animal enfermo sonaría, sin tono, sin emoción, ni ánimo. 

Lo vi todo, sus piernas traseras eran mucho más pequeñas que sus piernas frontales y recuerdo que mi primera idea fue que ¿cómo podría caminar con las cuatro si eran desiguales?. Podía ver sus costillas, es tan huesudo, no tenía fibra muscular ni nada que indicara su género. Pude deducirlo por la forma como se agachaba, se sentaba o lo que fuera que estuviera haciendo con sus patas traseras. Tenía garras en sus pies en menor cantidad que en sus manos; tres largas y una garra pequeña. Su cara era tan larga, y no tenía nada de cabello en su cuerpo y tenía una repulsiva nariz de esqueleto.

Me dejo verlo.

Daba la impresión que lo disfrutaba, que le gustaba que contemplara su horripilante, pálida y demacrada forma. El hacía lo mismo también, estudiando cada detalle de mi contextura. Terminamos al mismo tiempo y sonrió antes de irse caminando a cuatro patas lentamente, dejándome ver cómo era que lo hacía, como si supiera que me intrigaba. 

Me miró de vuelta en todo momento y nunca parpadeo, no creo que pueda. 

Dios, esa mirada me heló la sangre.

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