Día 64

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Finalmente soy libre.

Después de una semana de preparación, conseguí acercarme a ella mientras se dirigía al cuarto continuo de mi alcoba y la abrace.

Su piel estaba teñida y grasosa por ese horrible líquido. Grito y trato de atacarme pero estaba sobre su espalda, tomándola muy fuerte y reusandome a desistir ante el miedo, sujetándola muy fuerte.

Ella corrió, casi perdí el agarre por su velocidad y el olor, que había comenzado a marearme. Tuve que tragarme la bilis que subía por mi garganta.

Bese su cabeza, sintiendo sus venas pulsando exageradamente. Fue entonces cuando cayó al suelo, dando un horrible grito.

Me levanté y vi que sus ojos estaban en blanco, que ya no me seguían más.

Al fin había muerto.

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