Después de la oscuridad, vino la oscuridad.
Abrir los ojos no supuso ninguna diferencia. Un hedor nauseabundo entró directo de su nariz hasta su estómago; y lo apuñaló. Se vomitó encima. Tres veces. Lo siguiente fue saber que no podía moverse. Estaba embutido en algo viscoso en la superficie y duro en el interior, algo que se sentía como mantequilla a medio derretir untada sobre una hogaza de pan viejo.
Con un esfuerzo supremo, logró zafar su mano derecha. Y comenzó a palpar. La masa que le rodeaba no era compacta. Se intuían oquedades, perfiles, puntas entrantes y salientes, formas que despertaban una inquietud creciente y que sus dedos recordaban pero sin llegar a reconocerlas, esa palabra que quema en la punta de lengua pero que se derrite como una pastilla de ácido sin desvelar su secreto. Una forma en concreto obligó a sus dedos a ser más meticulosos.
Lo que había dibujado con el lápiz de su cerebro era demasiado inquietante como para admitirlo, volviendo a palpar aun más lento y con dedos temblorosos.
Boca. Nariz. Ojos. Cabello.
Rostro.
Antes de que pudiera gritar, varias voces lo hicieron por el.
Tierra caía desde la oscuridad. Baekhyun agachaba el rostro para evitar que el polvo le entrara por los ojos. Las voces de arriba se desgarraban la garganta en sollozos y maldiciones en hindi, begalí y lenguas para las que sólo había nombre en las llanuras cuarteadas de la meseta del Decán. El pelinegro entendía todos y cada uno de ellos. Era una tormenta de lloros de madres por sus hijos muertos y amenazas de padres a los asesinos.
También había otros ruidos, el de cien palas hundiéndose en la tierra y abriendo una profunda herida a toda velocidad.
Baekhyun supo entonces lo que estaba a punto de pasar. Y también entendió quién era su fétida compañía. Tenía que salir de allí, y rápido.
Arriba, a unos veinte metros, se dibujó, luminoso, el contorno de un círculo. Pequeñas betas de luz entraban a través de la tierra húmeda e iluminaban levemente las paredes del pozo cuidadosamente construido con piedras lizas y sin salientes, haciendo imposible un escape tratando de escalar. Y a su alrededor... La luz confirmó lo que sus dedos ya sabían. Los muertos se contaban por decenas y decenas, todos apretados contra su cuerpo, como si estuviesen en una lata de sardinas. El rostro que había palpado pertenecía a un joven, moretes y tonalidades verdosas, amarillentas y carmesíes anunciaban una evidente putrefacción. La sangre coagulada llenaba el espacio de unas vacías cuencas oculares y su pelo grasiento se mezclaba justo en la parte superior de el vacío. Un vistazo a los pocos rostros que se asomaban entre los muslos y torsos retorcidos era suficiente para percatarse de que aquella atrocidad se repetía en cada víctima. Mujer, anciano o niño, daba igual, tenían los ojos vacíos.
De pronto, una lluvia de astillas cayó sobre el mar de carne verde. Arriba, mazas trabajaban la madera.
Una de ellas se dirigió con malicia sobre Baekhyun y se le clavó con saña en la mejilla derecha.
La primera sangre.
Y si no salía con rapidez de allí. habría mucha más. Un pozo de muertos bañados en su propia sangre.
Un nuevo golpe provocó un fuerte estallido, reventando la tapa de madera que cubría la boca del pozo. Baekhyun agachó de nuevo la cabeza, esta vez enterrándola en el vientre blando de uno de los muertos, hinchado por los gases. Dos de sus nudillos estallaron en dolor cuando los fragmentos pesados de las tablas cayeron sobre ellos. Pero mejor los nudillos que las vértebras de su cuello. De pronto, un silencio se impuso. Baekhyun esperó y esperó. Nada. Se arriesgó a moverse y a mirar qué pasaba allá arriba.
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Infernorama; (SeBaek).
FanfictionBaekhyun sólo estaba completamente seguro de una cosa: Estaba muerto. Y un pequeño pero no menos importante detalle: Estaba en el infierno. Para salir de ahí y encontrarse con su amado Chanyeol debía de atravesar seiscientas sesenta y seis habitaci...