Capítulo 1

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Y ahí estaba él, viendo a su madre ir y venir de habitación en habitación. Resopló, hundiéndose en aquel sillón tan cómodo. Se encontraba vistiendo pantalones deportivos y una playera sin mangas, dejando ver su piel clara y bíceps trabajados. Estaban a unas horas de partir a Seúl, para asistir a la Gran Reunión de Alfas. Una completa chorrada.

Ahí sólo asistían los alfas y sus parejas juntos con sus hijos, de las cinco manadas más importantes de toda Corea: las Cinco Céntricas. En la actualidad, sólo existían cerca de quinces manadas en el país, pero cinco eran las primordiales: por su longevidad, el número de miembros y de la reputación que se fueron haciendo.

La manada de JiMin, el chico que resopló por enésima vez al escuchar puertas abrirse y cerrarse constantemente, era una de las Cinco Céntricas. Por nombre tenían Zafiro y esto porque, todos los alfas que estuvieron al frente, tuvieron los ojos de ese color. Sin embargo, cabe destacar que JiMin, el hijo único, obtuvo ese color de ojos tan preciosos aun y cuando él resultó ser un omega; una total ruptura a la cadena genética.

Dentro de la manada hubo mucho de qué hablar al respecto. Que el hijo del alfa resultara poseedor de una belleza increíble, con ojos azules y que encima fuera omega, fue algo impactante. Todos pensaron que sería un alfa, pero, tras pasar por su primer cambio, se descubrió que era un omega. Al principio, el alfa no creyó que su único hijo no fuera un igual a él. Le costó días y noches de constantes discusiones con su pareja, una omega hermosa y que poseía ojos marrones, para procesar tal cosa.

No obstante, con el paso del tiempo, el alfa de Zafiro, aceptó el destino de su hijo y decidió dejarlo por la paz.

JiMin ya con veinte años, era su cuarta vez asistiendo a aquella reunión aburrida y con tantos protocolos que le asfixiaba tan solo estar ahí parado, sonriendo como estúpido a medio mundo y siendo amable y cortés. Muchas veces odió ser omega por el hecho de que, en aquella Gran Reunión, siempre terminaba con al menos unos tres alfas tras de él, pero ninguno resultó ser su pareja destinada.

Siendo 2016, habiendo pasado centurias y  hasta siglos, la situación referente a las parejas destinadas había estado decayendo. Las tecnologías humanas, las mutaciones de distintas especies y la convivencia con humanos, generó que ya fuera un golpe de suerte encontrar a tu pareja. Por lo general, se hacían matrimonios arreglados entre las Cinco Céntricas o con las demás manadas, para el estatus, ganar territorio, tener alianzas y un sin fin de beneficios absurdos, dejando de lado lo mágico de encontrar a tu otra mitad.

JiMin había crecido con historias lindas, todo gracias a su madre, que le contaba a escondidas, viejas historias de distintas parejas que se habían encontrado. Por tal motivo, estaba determinado a encontrar a su otra mitad, aun cuando sonara a una locura.

—¡Yah! ¡Jimin-ssi! —llamó su madre, con el ceño fruncido habiéndole lanzado una almohada en la cara.

—¡¿Qué?! —respondió con molestia el joven de cabellos negros, tirando al piso el objeto.

—¡Fíjate cómo me hablas, jovencito! ¡Soy tu madre! —reprendió la mujer, con los brazos en jarras en su caderas y con la mirada autoritaria posada en él.

—Está bien, perdona, madre —se disculpó el menor, desviando la mirada.

—Buen niño, ahora, ve y haz tu maleta, tenemos que irnos pronto para poder instalarnos con tiempo en  la capital y así no estar con prisas para la reunión.

—No quiero ir—dijo berrinchudo JiMin, recargando su cabeza en el respaldo del sillón donde estaba. —Eso es algo aburrido y sin chiste. ¿No puedo faltar una vez?

La mujer suspiró frustrada por no tener todo ya listo y porque era la tercera vez o la quinta que escuchaba en el transcurso de dos horas tal petición infantil.

Dudando a amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora