1. GRITOS Y REDACCIONES

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-Entonces lo supe, están destinados a estar juntos.

Mi amiga Andrea intenta contener la risa pero mi mirada de despecho hace que una larga carcajada retumbe por todas las paredes del pasillo.

-Tampoco está tan mal, ¿verdad?- digo mirando la redacción una y otra vez.

 Odio escribir y más cuando la profesora se queja de que siempre hago los escritos de lo mismo. No es verdad, a veces el romance varia un poco...

-No quiero que te sientes mal pero es un poco cursi...- comenzó a gesticular con las manos- Es increíble que de una frase como "había sangre por todas partes" hayas podido sacar una pareja feliz. Hay que admitir que tiene su mérito.

-En fin que se vaya Rita y su frialdad a la...- de repente Andrea comenzó a chillar. A veces hacía cosas muy raras. No lo entendía hasta que su mirada fue directa hacia mí espalda. Giré la cabeza para encontrarme el rostro viejo de la profesora.

-Señora Andrea-dijo ajustándose las gafas- ¿Es usted consciente de que está en un centro educativo y no en un zoológico?

-Si, lo sé.-
Me miró y no pude evitar sonreír. Estaba como una auténtica cabra.

-Quería habla contigo Marta.
Me quedé helada. En cualquier situación imaginable la frase "tenemos que hablar" aterraba.

-¿De que?- pregunté un poco asustada.

Ella se limitó a hacer una seña con la cabeza para que la siguiese.
Me despedí de Andrea y la seguí hasta su aula.


Cerró la puerta y se sentó en la mesa. Pasaron unos segundos hasta que comenzó a hablar.

-Marta estás aquí porque...-paró en seco y me miró sorprendida. Sonrió mostrando sus dientes torzidos.-Tranquila, no es nada importante; solo quiero que lleves unos documentos a la clase de arte.

Suspiré aliviada. Me esperaba algo mucho peor como un castigo monumental pero nada de nada.

-¿Que habías pensado?- preguntó con desdén. Sonreí nerviosa pero al cabo de unos segundos me di cuenta de que esperaba una respuesta.

-Esto... Creí que me hablarías acerca de mis redacciones- contesté en tono bajo. En ese mismo instante tuve la sensación de que no debía haber mencionado nada de eso.

-A si...- comenzó a decir. "Mierda" pensé  "¿Porque siempre hablo más de la cuenta?"-  Últimamente tus redacciones han sido muy flojas.

-Lo sé- digo rápidamente -pero, en fin, la próxima vez ya haré una redacción mejor; lo prometo.

Bajó de la mesa y se puso en pie. Para medir un metro y medio intimidaba mucho.

-Vas a escribirme un ensayo.- Al oír esas palabras palidecí. -Un ensayo de temática romántica.

Se cruzó de brazos mientras la miraba extrañada.

-¿Me pides una redacción con romance? No quiero ser borde pero eso es un poco estúpido.

Esperé una mala reacción pero inesperadamente amplió su sonrisa.

-Yo tampoco quiero ser borde pero ya que escribes tantas historias románticas podrías al menos hacerlo bien.- se rió de una forma exagerada mientras notaba como mi cara enrojecía. -Para el viernes si es posible y no té olvides de entregar esos documentos a la clase B del edificio de arte.

Señaló la pila de papeles que había en uno de los pupitres del fondo. Caminé arrastrando los pies hacía la mesa y con dificultad logré cogerlo.  Cuando me giré para quejarme a Rita de lo pesado que era ya no estaba.

****


-¿En serio?- dije en voz alta. Bufé molesta y comencé a caminar hacía la aula mientras pensaba sin éxito el modo de impresionar con una redacción acerca del "amor".

Anduve durante bastante tiempo por el edificio de arte como pollo sin cabeza. En serio creo que pasé por el mismo pasillo seis veces.

Todo era extraño.

Las paredes estaban recubiertas de dibujos coloridos al igual que todos los alumnos que se me quedaban mirando extrañados como si fuera yo la rara y no ellos.

Al final acabé por preguntar a un chico con el pelo azul que parecía ser de por allí. Se rió y señaló una puerta por la cual había pasado de largo unas cien veces. Le di las gracias tímidamente.

Caminé lo más rápido que pude ya que comenzaba a notar mis brazos doloridos y sabía que de un momento a otro se me caerían todo si no los dejaba.

Piqué a la puerta con el pie y me esperé unos segundos pero nadie abrió a si que opté por la mejor decisión: le comencé a dar patadas.


Tenéis que entenderlo; llevaba 20 minutos dando vueltas, me estaba perdiendo el almuerzo y no me notaba los brazos ¡No tenía otra opción! 

Pero no fue buena idea porque al parecer el pobre chico que la abrió no pensó que continuaría haciéndolo. Se llevó una patada en toda la espinilla.


Amor y pinturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora