Capítulo 2

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En fin, ya estoy aquí en mi pueblo. Con mi familia. Nada ha cambiado, bueno, algún que otro detalle si que ha cambiado, pero no es nada del otro mundo; solo un pueblo más. Cerca de este pueblo hay un bosque, un bosque que guardaba un sitio hermoso. Pero no era el momento para estar pensando en eso.

— Oh, Amaya, querida. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿No es así? — dijo mi madre sonriendo muy feliz. Yo le devolví la sonrisa, bueno, me pasé todo el rato sonriendo. 

— Hola hermana — me saludó el niño que estaba al lado de mi madre, o sea mi hermano, el diablillo de la familia. Yo me limité a acariciar su cabeza removiendo su cabello.

— Sí, cuánto tiempo, bastante. Habéis cambiado los dos por igual — 

Los tres nos fuimos ya de la estación, yo llevando la maleta y los otros dos cogiéndose de la mano para que el pequeño no se soltara y pasara algo malo. 

Caminamos hacia nuestra casa, que al parecer se habían mudado a una nueva ya que la otra estaba fatal como para renovarla ahora. Después de instalarme en la habitación que tenían libre, y por supuesto también pasar tiempo con ellos, salí de la casa para saludar a los vecinos y a los que no conocía. Aunque me daba pereza, y algo de vergüenza hacerlo, pero tenía que hacerlo, no quería dar una mala impresión. 

Ya después de todo ese rollo, volví a casa para coger un cuaderno y mi estuche, que contenía un simple lápiz y una goma de borrar. Mi madre, al ver que saldría de nuevo, me cogió del brazo y la miré directamente a la cara. Tenía una sonrisa pegada a la cara, como siempre; pero al hablar, su voz me dio escalofríos.

— Oye hija, ¿aún sigues haciendo "eso"? — me preguntó con ese tono de voz que parecía tenerme odio o algo así. Hice una mueca en forma de respuesta y su sonrisa se volvió más retorcida. 

Abrió la boca pareciendo que diría algo, pero después la volvió a cerrar. Su expresión era aterradora cuando me miró a la cara y, cuando menos me lo esperaba, levantó la mano para darme una fuerte bofetada en la mejilla y gritarme:

— ¡Ni se te ocurra hacer esos garabatos cuando yo esté presente! ¡Ni tampoco hagas que alguien se dé cuenta de que todavía estás haciendo eso! — su tono de voz bajó poco a poco y empezó a tranquilizarse para que mi hermano, o los vecinos, no se alertaran por los gritos. Al ver que se tranquilizó por completo, me miró de nuevo con la misma sonrisa con la que me recibió— ¿Has entendido bien hija? 

Yo solo me limité a asentir con la cabeza y mirar hacia otro lado, llevando la mano a mi mejilla, roja por la bofetada. Mi madre, al ver que no diría nada -obviamente-, se fue a la sala para acompañar a mi hermano. 

Salí corriendo de allí, dando un portazo por la rabia y el odio que sentía por mi madre. Solo pude escuchar a mi hermano preguntar qué fue ese ruido, pero tampoco me importaba que se molestaran por el golpe, y parece que a ellos les daba igual.

En ese bosque del que hablaba, hay un hermoso lago rodeado de cerezos. En primavera se ve un hermoso paisaje con los pétalos de las flores cayendo por todos lados, y el lago se llena de ellas pareciendo una piscina de hojas rosas; es un perfecto lugar para poder dibujar y pasar el rato para tranquilizarse. 

Aunque en invierno no sea el mismo lugar hermoso del que hablo, también es un buen sitio para poder pasar el rato. En ese lago no viene nadie, ya que está muy apartado del pueblo y, más o menos, está por el centro del bosque. Yo conocí este lugar gracias a mi mejor y único amigo, aunque, como muchas veces con otras personas, a ese amigo ya no le he vuelto a ver desde que nos graduamos.

Al llegar a mi lugar preferido, dejé mi bolso apoyado en el tronco de uno de los muchos árboles que había allí. Me senté y pude ver como el lago me resultaba diferente.

Estaba todo el lago lleno de nieve, como si no hubiese ninguno. Aunque sabía que estaba en el sitio correcto ya que no habían árboles donde estaba el supuesto lago. 

Solo para comprobar que estaba donde yo pensaba, me levanté y quité un poco de nieve en el centro de todo ese montón. Si, estaba en el sitio correcto.

Solamente el agua se congeló y cuando nevó pues el lago se... cómo decirlo, se tapó de nieve. Bueno ya me entendéis, o eso espero.

Caminé un poco más hacia el centro y el hielo empezaba a agrietarse, yo no me dí cuenta, seguía caminando a medida que el hielo se rompía poco a poco. Obviamente, al detenerme, me caí al agua.


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