Capítulo 3

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Me caí al agua.

No sabía nadar, tampoco es que me interesaba nadar cuando era más joven, y tampoco es que con ese agua —que estaba muy fría— pudiese mover bien los brazos o las piernas.

Solo intenté patalear hasta llegar a un lugar donde poder salir fácilmente del agua, cosa que no salió bien.

— ¿Y ahora qué? — me pregunté a mi misma, obviamente no en voz alta, mientras notaba como el agua empezaba a cubrirme poco a poco dejándome sin aire con el que poder respirar. Cerré los ojos y esperé.

No podía hacer nada, solo me quedaba esperar hasta poder llegar al fondo del lago. No recuerdo si era hondo o no, y espero que no lo sea tanto para que pueda salir del agua más fácilmente; pero no parecía que tuviese tanta suerte. Estaba helada, yo y el agua, claro.

Perdí todas mis esperanzas hasta que recordé que aún tenía a alguien en especial que quería muchísimo y me di cuenta de que todavía tenía sueños que cumplir. En ese momento hice un intento de mover los brazos y las piernas para salir del agua.

Pero nada, fue imposible, lo fue hasta que noté como alguien me agarraba de la cintura y me llevaba fuera del agua. Intentando cobrar el conocimiento y con la respiración agitada, intenté abrir los ojos para poder ver a esa buena persona que me salvó la vida.

Era un joven muy apuesto, a decir verdad me sorprendió que alguien como él estuviese en este sitio. Me resultaba familiar, hasta que recordé que ese joven era el mismo que se sentó a mi lado en el tren, el "niño" que estaba leyendo un libro enorme. Él era un chico de tez blanca, no tanto como la nieve, pero sí que era blanco. Tenía el cabello muy negro y sus ojos, cautivadores por cierto, eran de un color verde esmeralda. Podría ser el típico joven perfecto del que todos hemos oído hablar, o tal vez todo lo contrario, pero solo podía pensar en su hermosa apariencia.

Parecía muy preocupado, o eso fue lo que pude notar al ver su cara. Esa cara preocupada cambió a una sonrisa cuando empecé a abrir los ojos y respirar como normalmente lo hago.

Me levanté, o eso intenté ya que casi no podía moverme, el apuesto joven me ayudó y empecé a quitarme la chaqueta que tenía empapada. Lo miré directamente a los ojos.

— Joder, ¡esos ojos sí que son hermosos! – Pensé al instante cuando observé esos ojos tan atractivos y seductores. Podría haberme quedado mucho más tiempo mirándolo a los ojos, si no fuese porque su voz me sacó de esa paz en la que estaba sometida. Su voz también me atraía, era una voz tranquila, suave, hermosa, atrayente... Qué cosas digo, si solamente me preguntó un simple:

— ¿Estás bien? — esa simple pregunta hizo que me diese cuenta de algo.

Esa voz me recuerda a alguien, pero no sé a quien. Me quedé un rato más observando sus ojos hasta que se puso incómodo y recordé que me preguntó algo.

— ¿Huh? Oh, claro claro. Estoy bien, no te preocupes... Ah, y gracias por salvarme. — volví a quedarme en una especie de trance al ver esos ojos por una milésima vez, me hipnotizaban.

— ¿Se puede saber por qué estabas aquí cuando no sabes nadar? —

— Espera un momento, ¿cómo sabes que no sé nadar? — Me quedé un segundo en silencio al notar que lo que pregunté tenía una respuesta muy obvia y segundos después empecé a reír como idiota. — Mejor no respondas a eso. — Él se quedó en silencio, menos mal, aunque seguía pareciendo más tonta de lo que soy.

— Bueno, no hace falta que me lo digas. No estarías intentando suicidarte, ¿verdad, Amaya?

¿Qué?

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2017 ⏰

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