II. ¿Familia normal?

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CAPÍTULO 2: 

Gavin salió del vehículo y se adentró entre ese trigo de grandes dimensiones. Yo estaba observando todos sus movimientos, pero al instante desapareció. Dirigí la mirada hacia delante esperando que mi amigo volviese, pero nada, tardaba mucho, así que opté por distraerme un poco con el móvil. Al no tener internet, decidí rebuscar entre las fotografías que había en él. Muchas eran de Delsie cuando me cogía el teléfono y empezaba a hacerse selfies; otras eran mías con algunos amigos.

Sonreí al ver una foto de Sandra, la única chica que me robó completamente el corazón pero me rechazó. De eso hace 7 años, cuando tenía 17 y, desde entonces, no he vuelto a creer en el amor nunca más. ¿Para qué? ¿Para pasarlo mal otra vez? No, gracias. Ahora, aunque odie a mi novia, me gusta la vida que llevo.

Unos golpecitos en el cristal hicieron que me despejaras de mis extraños pensamientos. Me pegué un gran susto y me llevé la mano en el corazón, que éste palpitaba nervioso. Abrí la puerta.

-          Gavin, eres un completo gilipollas – le repliqué.

Él se encogió de hombros. Seguido de eso, me cogió por el brazo y me arrastró hasta salir del coche. Para mi mala suerte, mi pie se enganchó en no-sé-dónde y caí al suelo arenoso. Fulminé con la mirada a Gavin y él rio con ganas. Me levanté sacudiendo mi ropa e iba a reprocharle a mi amigo, pero ya no estaba a mi lado. Miré por todas partes y salió del trigo otra vez.

-          Jason, tienes que venir por aquí – señaló el camino que tomó anteriormente.

-          ¿Estás de broma? ¡No pienso ensuciarme pasando por ahí! ¿Sabes cuánto me costó este pantalón? – me quejé. Me había costado un ojo de la cara, al igual yo pasaba por allí.

Gavin rodó los ojos y tiró de mí de nuevo. Me solté de su agarre.

-          ¿Acaso quieres quedarte en el coche congelándote? – preguntó levantando una ceja.

-          No – contesté seco - ¿Qué sugieres? ¿Pasar la noche en la intemperie?

-          ¡Idiota! – me dio una colleja – He encontrado una casa.

Mis ojos se iluminaron. “Un lugar dónde pasar la noche”. Literalmente, corrí hasta esa plantación de maíz, pero antes paré a mirar a mi mánager.

-          ¿Vienes? – él soltó una gran carcajada contagiándome a mí también.

Después de caminar durante un tiempo escuchando ruidos extraños y las risas de Gavin – burlándose de mis sustos -, llegamos. Había una granja grande de aparentemente color verde, pues no había luz y no podía verse demasiado. Al lado de ésta, se encontraba una pequeña casita típica de Texas. Allí habitaba alguien porque las luces encendidas lo delataban. Gavin y yo nos peinamos un poco el pelo con las manos y nos quitamos la arena de la ripa, para dar buena impresión y pedir pasar la noche.

-          Llama tú – obligó mi amigo señalando la puerta.

-          No, tú – rechisté.

-          Jason – me miró fijamente con sus oscuros ojos – he dicho que tú.

-          Pero qué digo que llames tú, ya que eres el mayor – sonreí.

-          Tú eres la estrella de cine.

-          Idiota.

-          Igualmente – me mostró una sonrisa.

Antes de poder decir nada, la puerta se abrió emitiendo un chirrido irritante. Gavin y yo nos paralizamos al momento. Giramos la cabeza lentamente y nos encontramos una chica mirándonos extrañada.

-          Ho-hola – conseguí decir.

A la castaña se le iluminó la cara con una gran sonrisa.

-          ¡Hola! Me llamo Novalee – se presentó de repente.

-          Yo soy Gavin, encantado – se apresuró el rubio.

Novalee posó su mirada en mí.

-          ¿Y tú cómo te llamas? – dijo con sus ojos claros, que no podía distinguir el color por la poca luz.

-          Jason, Jason Kidwell. Un gusto, Novalee – sonreí y nos apretamos de manos.

-          Lo mismo digo – nos quedamos un rato en silencio, sin saber qué decir- ¡Ay! Perdonad, pasad – nos ofreció hospitalidad.

Asentimos en forma de agradecimiento y entramos. Notamos perfectamente que estaba la calefacción encendida, pero para nuestra sorpresa, era la chimenea. “Una familia tradicional”, pensé.

-          ¡Padre! – chilló la chica.

Unos segundos después, un hombre rechoncho y grande de pelo blanco se asomó. Sonrió al vernos y nos abrazó. Me sorprendió la confianza que esa familia cogía tan rápidamente.

-          ¿Y éstos invitados, Nova? – se dirigió a su hija, aunque podía ser su nieta por lla edad que aparentaba.

-          No lo sé, padre, me los he encontrado discutiendo afuera – se encogió de hombros ella.

-          Nuestro choche – empezó Gavin – se estropeó yendo a Houston y simplemente nos hemos perdido hasta que nos hemos encontrado ésta casa. Tampoco tenemos coberturas y nos preguntamos si…

-          ¡Claro que os podéis quedar! – salió una mujer pequeña con gafas de unos 55 años. Tenía un plato en la mano. - ¿Queréis comer algo?

-          Sería un honor – contesté sonriendo.

Nos sentamos en una mesa redonda y la señora empezó a servirnos una sopa de puerros. Odiaba los puerros. Hice una mueca de asco y Novalee empezó a reír.

-          ¡No le gustan los puerros! – se reía sin parar.

La miré perplejo. ¿Se notaba?

-          ¿Es eso cierto? – me preguntó el hombro que se sentaba a mi lado dándome una palmada en el hombro. Realmente intimidaba.

-          ¿Eh? Cl-claro que me gusta – di un sorbo a la sopa y fingí que me gustaba.

Novalee rio de nuevo.

-          ¡Claro que te gusta! Y yo soy la novia de Elvis Presley – sigió riendo.

La madre pegó a la castaña y me miró.

-          Nova es muy observadora, así que niño – me llamó así cuando tengo 25 años – cómetelo todo. Ahora estás en mi casa y estás a mi cargo.

Esa familia estaba loca, pero al final me comí el gran plato sólo porque estaba hambriento. 

Country Girl [love story - Novalee & Jason]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora