Era 8 de enero, desperté con mi cabello alborotado como todas las mañanas y sentí LA primer paratada de mi hija. Fue un momento mágico aunque extraño debido a que mis padres no sabían aún que la familia se agrandaba. Ellos querían plenamente que yo fuera religiosa e incluso que llegue a ser superiora de un convento, pero con Clementina en mi vientre estos planes parecían perdidos. Tome las vitaminas que el doctor me había recomendado para que Clementina y yo pudiéramos crecer juntas y luego fui a peinarme (tarea más difícil de lo que se podrían imaginar).
Cuando termine de arreglar mi cabello me llego un mensaje de Máxima:
-Euuu estás bien? Y mi ahijada ? Hoy te mediste?
Maxima era la mejor persona que conozco, era amable, alta,inteligente, diosa, alegre, graciosa, divertida, responsable, buena, elegante, carismática , atenta, etc. Me apoyaba con esto de mi embarazo e incluso había nombrado a mi pequeña niña como Clementina. No sé cómo se le ocurrió un nombre tan lindo pero como ya les dije era muy inteligente.
Respondí su mensaje y me fui al pediatra, pues como aún no cumplo 16 años, debo ser atendida por el. Muchas veces cuando el no estaba me atendía su hermano, el veterinario Richardson, era especialista en casos como el mío.