Fuegos Artificiales

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Chuuya había esperado este espectáculo de fuegos artificiales durante semanas. Se decía que era realmente bueno. Y como es alguien de no salir mucho, unos amigos lo habían presionado para que vaya a asistirlo. Sus ganas de hacerlo aumentaron, después de ver el alboroto que ocasionaban algunos fuegos artificiales por YouTube, los cuales se veía divertidísimos —aunque esto último no estaba dispuesto a admitirlo.

Con el fin de obtener el mejor lugar posible, y no tener que lidiar con todo el ajetreo y bullicio de las personas apresuradas, Chuuya decidió llegar temprano dejando una manta enorme con aperitivos, bebidas y varios libros para entretenerse por las muchas horas de espera que le quedaban. El lugar era verdaderamente perfecto, tenía una gran vista para el espectáculo, era cómodo y no estaba demasiado lejos de los baños, y por ahora, al menos, el sol estaba en el lugar exacto para que Chuuya pudiese leer cómodamente.

Las horas pasaban mientras Chuuya leía, comía y, en general, se relajaba mientras otros lo inundaban, poniendo sus propias cosas. Cerca de quince minutos antes de que comenzara el espectáculo Chuuya dejó su libro y se sentó, mirando a su alrededor. La zona estaba llena hasta el borde y algunas personas estaban tratando de aplastarse entre otras. Se rio internamente de ellos por retrasarse tanto, Chuuya se recostó ligeramente contento de poder apreciar el espectáculo por sí mismo.

De repente, alguien golpeó a Chuuya en el hombro, haciéndolo saltar ligeramente y mirar con los ojos muy abiertos. Un hombre alto, de cabellos castaños y ojos marrones se pasó sobre él; llevaba un abrigo enorme y tenía vendajes envueltos en sus brazos —qué desperdicio— y parecía un poco avergonzado, pero sobre todo feliz.

—¿Puedo sentarme contigo? —preguntó el castaño—. Ya no quedan lugares libres.

Chuuya sabía que eso era cierto, y también sabía que ahora era el momento en que se suponía que era buena persona y permitía al extraño sentarse junto a él. Pero eso era justo lo... ese hombre era un extraño.

—De ninguna manera —murmuró Chuuya, cruzando los brazos de una manera que sabría que daría un aire infantil—. Deberías haber llegado temprano, no compartiré mi lugar con un extraño.

—¡Pero yo estaba trabajando! De todos modos, mi nombre es Dazai. Ahora no soy un extraño.

Chuuya lo ignoró, mirando hacia otra dirección. El espectáculo iba a comenzar pronto, y no quería que ese extraño —Dazai—, se recordaba a sí mismo, se quedará a molestarlo.

—Pequeño... —dijo Dazai con una voz bastante alta.

Chuuya se contrajo.

—¡No me llames así! —gritó viendo a Dazai y fulminándolo con la mirada—. ¡No soy pequeño, es que tú eres exageradamente alto!

Dazai se echó a reír ligeramente, haciendo que las mejillas de Chuuya se sonrojaran.

—Bien, entonces perchero de sombreros...

Las manos de Chuuya se movieron hacia su sombrero protectoramente.

—Por favor, ¿me dejas sentarme contigo? —Dazai miró a Chuuya con sus mejores ojos de cachorrito que podía—. Si no me dejas voy a seguir molestándote durante el resto del show, y me pondré de rodillas y empezaré a mendigar hasta ocasionar una escena y nos metamos ambos en problemas.

Chuuya chequeó la hora: ya era tarde, el espectáculo comenzaría en cualquier momento. ¡No tenía tiempo para esto!

—Mientras sigas en ese lado de la manta —espetó finalmente Chuuya—. ¡Y mi nombre no es perchero de sombreros, desperdicio de vendajes!

Fuegos Artificiales (Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora