Me acerco a ti, me mueves la mano saludándome, lo haces enérgicamente, quisiera correr, pero debo disimular que a cada paso que doy, mi corazón se acelera más y más, hasta que me encuentro contigo, en ese momento, mi corazón deja de latir y todo transcurre lentamente, hasta que me besas la mejilla, intento mantener el control y evitar ruborizarme, pero es inútil.
Salimos de la estación, caminamos por la calle, mi mano suda, tú caminas muy cerca de mí y yo solo quiero agarrarte la mano, me acerco, cuando voy a intentarlo me arrepiento, a pesar de que llevo tiempo guardando estos sentimientos, aun no te los confieso, quizás si te agarro la mano quede en evidencia. No imagino como reaccionarías y me preocupa, para mi te has convertido en todo, en mi apoyo, en quien me alegra los días con frases simples, con pequeños detalles, como preocuparte de que me abrigue o si tome algo si me encuentro enferma, de verdad, no quiero perderte, no quiero asustarte.
Sentadas en una mesa, te miro mientras no te das cuenta, tu cabello negro, que brilla con el rayo de luz que justo entra por la ventana, tu piel blanca, que parece tan suave, no imaginas cuanto me gustaría tocar tu piel, tus labios de ese rojo que me vuelve loca. Te giras, y yo disimulo, espero no te hayas dado cuenta de todo el tiempo que pase mirándote.
Me gustas, quiero decírtelo, pero me detengo, quizás aún no es el momento. Comienzas a hablarme del pasado, empezamos a recordar cosas, hablas de las personas con quienes has salido, ¿no te das cuenta?, me está doliendo, por favor detente.
Seguimos nuestro itinerario, ese que no planeamos, ese que nace espontáneamente entre dos personas indecisas y caminamos, llegamos al parque, ese que está en el cerro, caminamos bajo un sol a ratos abrasante, a ratos atenuado por la brisa.
Llegamos a un rincón donde se puede observar la ciudad, nos sentamos en el pasto, bajo la maravillosa sombra donde la brisa nos refresca. Vuelvo a sentirlo, quiero decírtelo, quizás es el momento, no sé cómo hacerlo, me creerías si te dijeras que solo tú me haces sentir así, normalmente soy segura, pero tú me desarmas.
Te recuestas en el pasto, cierras los ojos, yo estoy sentada, a cada instante te miro, decido imitarte y me recuesto a tu lado, cierro los ojos, dime ¿cómo es que siempre estoy tan consciente de tu presencia?.
No sé cuánto tiempo ha pasado estando así, pero de pronto te diste vuelta y me tomaste del brazo, pusiste tu cabeza en mi pecho, puedo sentir el olor de tu pelo, me encanta, estoy nerviosa, mis manos sudan, Agatha, ¿puedes sentir mis latidos?.
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Si te dijera lo que pienso
Short StoryLas personas suelen guardarse para sí mismos muchas cosas que deberían a veces ser dichas. Es el caso de Leire y Agatha. Mi primera historia.