Otra vez

23 3 1
                                    

     Mi nombre es Matthew Adven, aunque mis amigos y familiares me llaman Matt. Tengo 30 años, soy soltero, vivo solo en un departamento que se me viene encima con cada día que pasa. Parece mentira que algo así pueda existir en Londres.

Las cuentas de agua, luz, gas y todo lo que se puedan imaginar, las tengo por los cielos. Mi casa esta hecha un chiquero, hay ropas, comida, papeles, y cualquier cantidad de mierda regada por los suelos. No me preocupo en recogerla, pues, al final, no voy a volver a usar nada de eso. O eso espero.

Llevo esperándolo desde hace algunos meses. Con esto me refiero, a que he intentado quitarme la vida. Una y otra vez. Sin embargo, de estúpida manera, nunca soy capaz de dar el último paso. Me echo atrás en el momento justo. Al final soy humano, y ese instinto de mantenerte con vida, asalta siempre. Hay algunos que tienen la suficiente capacidad para ignorar ese instinto y salir bien. Yo no.

Tengo mis motivos para querer morirme. Son tan válidos como el de cualquiera que se haya suicidado alguna vez. No los expondré. Son míos.

Estoy parado encima de una silla. Una soga rodea mi cuello, y esta atada al ventilador, que gira sobre mi cabeza. Estoy convencido de que esta será la última vez que lo intente. Hoy si daré el paso, y para cuando encuentren mi cuerpo, estará tieso, frío y podrido. Ese es mi objetivo.

Me miro en el espejo que hay justo enfrente de mí. Noto mis ropas. Mi camisa, sucia, rota, arrugada y desarreglada. Mi pantalón, curtido por el tiempo, sucio y bastante raído. Mis zapatos son otra historia. Lo que alguna vez fue blanco, esta amarillo o cubierto de barro, con la suela desgastada de tanto uso, y las trenzas mordidas y separadas.

Noto mi apariencia. El cabello negro, totalmente despeinado, mi rostro, cubierto de moretones y sucios. Paso una mano por mi barba descuidada y sucia. No debería importarme mi aspecto, porque se supone que me voy a morir. Sin embargo, nada puede evitar que me de asco.

-Diablos amigo, das puto asco. -Me burlo de mi reflejo, y no puedo evitar soltar una carcajada.- Si, al menos moriré riéndome de ti, pobre diablo.

Me dispongo a realizar lo que llevo semana tras semana intentando hacer. Sólo que esta vez, si dará resultado.

Respiro hondo y vuelvo a ver mi reflejo en el espejo.

-Nos vemos, hijo de puta. -Digo, mientras pongo mis dedos en mi sien, en señal de despedida, y doy un paso al frente.

Lo siguiente que ocurre es de risa. La silla, se echa hacia atrás, y quedo colgando sin ningún punto de apoyo. Siento como la soga empieza a cerrarse y apretar mi cuello, y balanceo mis pies intentando apoyarme de algo. No puedo respirar, y poco a poco me estoy poniendo morado.

Escucho un chillido, y de repente, la soga se rompe, o se desata, caigo al suelo y me doy un muy mal golpe en toda la espalda.

-¡JODER! -Consigo decir, casi inaudible, mientras ruedo por el suelo adolorido.

No se puede tener tanta mala suerte, incluso para quitarse la puta vida. Me paso una mano por el cuello, sobando la zona en la que la soga ejerció presión.

Me levanto con dificultad. Me duele todo el cuerpo, así que cuesta mucho. Observo la escena, y lo único que veo es mi patética vida riéndose enfrente de mí. Hija de...

Alguien toca la puerta, y entra sin recibir invitación. Es la bendita vieja de al lado. Me mira, con el pedazo de soga al cuello, un poco torcido por el dolor, y parado en medio de un desastre.

-¿Otra vez intentando suicidarte en el edificio, Matt? Me tienes cansada, si quieres morirte, ahógate y ya, pero no hagas tanto ruido. Ahora, ven conmigo, debes ver a un doctor. -Me dice, en tono de enojo.

Vale la penaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora