Heather

7 2 3
                                    

     -Por favor, señora Collins, tiene que haber algún modo de que me ayude... No es para mí, es para el chico. - Le suplicaba a la anciana, que me miraba con ojos de reproche.

     -No, debo negarme, lo siento. No puedes formar una dependencia de mí y esperar que yo te dé todo. ¿Quieres algo? Consíguelo por tus propios medios, chico. -Respondió, con tono seco y decidido.

      -Ah, por favor. Mira, te prometo que conseguiré un empleo y todo lo que tú quieras, pero, sólo por ahora, mientras lo hago, ¿Sería mucha molestia que me ayudaras? -Le dije, con unos ojos de súplica que denotaban mi desesperación.

     La anciana me miró durante unos minutos fijamente, y luego de un suspiro, respondió: -Está bien, chico, lo haré. Pero no creas que lo hago por ti, si hay algo que mueve mis intenciones, es ese pobre muchacho, nada más. Te doy un máximo de 1 mes y 2 semanas para conseguir un trabajo estable, y que puedas mantener tus servicios por tu propia cuenta, no más.

     -Muchas gracias, señora Collins, no sabe cuánto le agradezco.

     -No agradezcas, chico, preocúpate por conseguir rápido un empleo, y será suficiente. -Respondió la anciana, y noté en su rostro una mirada cansada, antes de que volviese a entrar en su departamento.

     De eso ya han pasado casi 2 semanas, y aún no logro retirar la curiosidad de mi mente. ¿Por qué aquella mirada tan cansada?, ¿Por qué la anciana Heather se dedica a ayudarme, cuándo siempre he sido una persona terrible con ella? Todas estas preguntas inundan mi mente constantemente antes de dormir, y aún no he obtenido ni una respuesta.

     En las últimas dos semanas, la convivencia con el muchacho se ha hecho completamente más calmada, incluso hemos llegado a comprendernos en varios aspectos. Tiene horas específicas para usar el internet, y hay horas específicas para aquellas conversaciones de carácter filosófico que hemos logrado mantener. Es uno de los escasos puntos en los que coincidimos.

     -Cuénteme, señor Matthew, ¿Cómo llegó a vivir aquí, en Londres? ¿Cuál era su intención? -Me preguntó Thomas, en una de aquellas conversaciones.

     -Pues... Buscaba una mejor oportunidad de vida, sólo eso. -Respondí.

     -¿Usted sólo?, ¿oportunidad de qué? -Siguió preguntando.

     -Pues... No, no sólo. Venía con... alguien, especial para mí. Ambos buscábamos diferentes aires, y Londres parecía la mejor opción. Aquí podríamos desarrollar todos nuestros proyectos, y cumplir nuestras metas no parecía tan difícil.

     -Jmm, tiene sentido. Al fin y al cabo, dicen que Londres es una de las ciudades en donde los sueños se hacen realidad. -Comentó mientras tomaba un sorbo del café.

     -Dime, muchacho, ¿Qué tiene de bueno vivir en donde los sueños se hacen realidad, si nadie sonríe? -Le pregunté.

     -¿A qué viene ese comentario? -Preguntó, confundido.

     -Me refiero a que, en el tiempo que llevo aquí, me he dado cuenta que nada de esto vale la pena realmente. Es decir, le llaman una ciudad donde los sueños se cumplen, pero resulta que en todo el tiempo que llevo aquí, no he visto muchas sonrisas. Todos lucen un ceño fruncido, una mirada cabizbaja y los días son más grises que el anterior. He llegado a creer que los sueños cumplidos no son siempre el motivo de una felicidad. -Le explico.

     -Tiene sentido. ¿Su sueño se hizo realidad?, y... ¿Qué le ocurrió a su acompañante?

     -Pues... Podríamos decir que empezó a hacerse realidad... Muchas cosas pasaron desde entonces... Ya no quiero seguir hablando de esto. Termina tu desayuno, saldré un rato. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 22, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Vale la penaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora