|Parte I|[editado]

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—Vamos, Dylan. ¡Apresúrate! —me gritaba Kaya mientras tiraba de mi brazo en un intento por que apurara el paso.

Yo intentaba seguirle el ritmo, dando zancadas cada tanto cuando quedaba muy por detrás y ella tiraba de mí para que permanezca pegado a su espalda todo el tiempo. Hice mi mayor esfuerzo por no terminar en el piso un par de veces, y más cuando me jaló bruscamente hacia el interior del bar.
Ella estaba muy emocionada y ansiosa, y pretendía que yo esté de la misma forma, pero por mucho que lo intentara, no lograba amoldarme a sus emociones ni siquiera un poco. No me gustaba el lugar y a cada paso que daba me arrepentía más y más de haber cedido a sus caprichos. Aquel ambiente, definitivamente, no era lo mío.

Era su cumpleaños número diecinueve y, en lugar de hacer una fiesta en la piscina de su casa como en todos los años anteriores, esta vez quizo que saliéramos de la ciudad a emborracharnos como si no existiera un mañana a un bar en donde nadie nos conociera, para salir de la rutina un poco, probar algo nuevo y más arriesgado. Los dos solos, sin otros amigos, sin celulares y sin preocupaciones, llevando con nosotros nada más que nuestra documentación y muchos billetes para gastar en nada más que bebidas.
Al principio me negué rotundamente, como todo chico responsable que creía que era. Por supuesto que me opuse a esa aventura tan disparatada e imprudente, mas bastaron pocos segundos para que me derritiera ante el delicado "Por favor, Dy" resbalando de sus labios, que acompañaba a su rostro de cachorrito junto a su potente mirada color cielo. Jamás conseguía resistirme a sus ojos celestes, era simplemente imposible, y menos si agregaba a su teatro un pucherito en sus labios rosas. No, ese era mi punto más débil. Era muy injusto y tramposo, peor aún, ella era tan hermosa, francamente, bellísima, y por supuesto que alguien debía defenderla de los patanes que quisieran sobrepasarse con ella dentro de un bar en el que no conocía a nadie. Así que terminé accediendo a sus antojos, tomando mi título de mejor amigo y prometiéndome ser su guardaespaldas toda la noche.

Acepté porque no iba a dejarla sola el día de su cumpleaños y, además, contaba con que un par de tragos me dieran el valor suficiente para al fin confesarle lo que sentía por ella y, con algo de suerte y favor de los dioses, ella me correspondiera de la misma forma. Era una jugada extremadamente arriesgada, y aunque sabía que nuestra amistad no se terminaría por nada en el mundo, también era consciente de que tal vez las cosas se volverían un tanto incómodas para ambos si todo eso terminaba en un tonto Dylan O'Brien siendo rechazado por una hermosa Kaya Scodelario. La escena me sabía muy catastrófica, sin mencionar lo vergonzosa y, por demás, dolorosa.

Pero en fin, ahí estabamos. La noche estaba algo fresca, pero nada intolerable. Kaya llevaba un vestido negro impecable que le llegaba a la mitad de los muslos, unos zapatos de tacones altos del mismo color y el cabello se le caía con gracia hasta los hombros, el lila oscuro en las puntas de su pelo era el único color que la adornaba, junto con el rojo de sus labios y el intenso celeste de su mirada, que esa noche, por alguna remota razón, parecía el mismísimo cielo, con constelaciones y una galaxia entera por explorar dentro aquellas pupilas que se me antojaban infinitas. Mi mejor amiga lucía, sencillamente, preciosa.

Y después de aquella obra de arte, estaba yo; con una sencilla camisa de cuadros y jeans oscuros, con unos zapatos que no me convencieron del todo cuando salí de casa esa tarde y, para completar, mi típico peinado de todos los días, con los cabellos desprolijos y desparramados hacia todos lados apropósito. Tan común como siempre. Me sentía un poco fuera de lugar estando de la mano de Kaya, tenía la molesta sensación de como si realmente no mereciera estar cerca de ella vestido de esa manera tan corriente y desentonada, apagado y abyecto, tan alejado de la belleza que mi amiga representaba.
Pero ya estaba ahí de todos modos, en un bar completamente desconocido y muy lejos de casa, acompañando a mi mejor amiga en la noche de su cumpleaños, mientras ella me llevaba a rastras hasta la barra.

I Kissed A Boy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora