Capítulo uno

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Tres de febrero, cinco y treinta de la mañana-
— ¡Alexander! ¡Es la última vez que te hablo para que te levantes!
Después de oír por cuarta vez la dulce voz de mi madre decidí levantarme de una vez por todas. A enfrentar mi primer día de bachillerato.
Claro, como podía despertar a la primera si no había dormido casi nada la noche anterior, en mi cabeza ocurría una épica batalla entre la emoción y los nervios, sería algo completamente diferente, empezarían las responsabilidades más pesadas, encaminándome a mi futuro...agh no quiero seguir pensando en eso, es mejor enfrentarlo, a lo mejor no es tan malo.
Eran ya las 6:30 cuando terminaba de desayunar, me apresuré a cepillar mis dientes, luego tomé mi mochila, me despedí de mi mamá con un beso en la mejilla y salí rápidamente a tomar el bus hacia mi colegio. Llegué a las 6:55, justo a tiempo.
La Escuela de Artes es un edificio antiguo pero muy bien construido y representa un emblema para nuestra ciudad por su calidad académica, cultural y artística.
Eso, el arte, ahí se incluye la música, para lo que soy bueno. La música ha sido en mi vida lo que el amor es para los demás, por más fuerte que suene. Nunca he tenido ninguna experiencia romántica, bueno, un día en tercer grado una niña de mi salón tomó mi mano y dijo que era su novio, pero no, eso no cuenta.
Desde que descubrí el sonido de la guitarra decidí que yo quería aprender a ejecutarla, y lo hice. Después vinieron la batería, el teclado y el bajo. En el proceso me di cuenta que estaba hecho para la música, mejor aún, la música estaba hecha para mí.
Llegué a mi salón y descubrí rostros nuevos y otros no tanto, en una esquina estaba uno de mis ex compañeros, Jared, decidí ir a sentarme junto a él, no éramos tan amigos pero tampoco quería estar solo en el primer día de clases. Nos saludamos y hablamos un poco, cinco minutos después entró al salón el profesor de dibujo a impartir la primera clase.
Y el día fue pasando, clase tras clase, yo estaba ansioso por la última clase del día: ejecución de instrumento.
El momento llegó, y como es de esperarse, el profesor que impartirá la clase es obstinado, estricto y como mis compañeros lo llaman: "loco".
El maestro Ferreira es un violinista clásico y como todo músico anhela la perfección en su trabajo y en el de sus pupilos, por eso su actitud y por eso le llaman loco. Para mí, es un músico excepcional y mientras más loco esté, mejor.
Una vez en casa, me doy cuenta que no tengo porque preocuparme, mientras menos lo haga mejor saldrán las cosas. Estoy decidido a disfrutar mi bachillerato y a aprender lo más que pueda para convertirme en el artista que sé que estoy destinado a ser. Sin distracciones, la música y yo.

Desde que llegó ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora