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Narra Silas.

Me fui a casa, pero no podía estar peor. Me acosté en el piso y me puse contra la pared, pensando solamente en las cosas que podría estar pasando Nía en este momento. Me desesperaba la idea de que podrían hacerle cualquier cosa, e incluso... Matarla. No, Nía no podía morir. Ella debía irse conmigo a la península, en donde seríamos libres. Sí, eso haríamos. Agh, no podía dejar de caminar para un lado y otro en todo momento, y tampoco podía dejar de pensar en Nía. El día se hizo noche, y yo todavía no recibía noticia alguna de Jonas. Estaba desesperado.
No dormí durante la noche. No podía. No me daba sueño, ni sentía la necesidad de hacerlo. Sólo me quedé a un costado de la cama sentado, mirando a través del ventanal inmenso, sin figurarme lo que podría pasar. Cuando se hizo de mañana, me levanté del piso, fui a bañarme, luego me vestí y salí apresurado sin desayunar.

Narra Nía.

Me sentía cansada sobre la camilla. Sentí que alguien llegaba. Pensé en mi muerte, pero luego desató mis ataduras, me quitó el casco y me levantó. Era Bess. Ella iba a ayudarme a salir de este lugar. No dije palabra alguna, y me bajó de la camilla, sentándome en una silla de ruedas que traía consigo. Me llevó por un pasillo largo hasta una sala diferente. Me levantaron dos hombres de pronto. Reconocí a uno, era Jonas. Había otro tipo, que también estaba en el grupo de los 'Ocultos', pero no recordaba su nombre.

—¿Jonas? –dije algo desorientada–.

—Vístete lo más rápido que puedas, y escucha atentamente. –dijo Bess mientras me vestían–. La semana pasada ingresaron a una mujer llamada Eva, estaba en fase 3. Anoche se ató una bolsa de basura a la cabeza, se ahogó, está muerta. Y ahora tú la vas a suplantar –asentí recibiendo de golpe toda la información–. Eva no se suicidó anoche, lo hiciste tú. Tú eres Eva y ella era tú. Vas a salir de aquí. Ahora dame tu brazo, tu brazo izquierdo, por favor. –Se lo dí, y me inyectaron algo. Era algo así como el ADN de la chica que se había suicidado, la que ahora era yo. Era la inyección que más había dolido en mi vida–. Eres Eva –continuó Bess– ¿vale? –asentí–.

—¿Lista? –preguntó Jonas–.

Salimos como si nada, y caminamos hasta dar la vuelta en una esquina del pasillo. Jonas se detuvo junto al otro tipo y Bess siguió conmigo.

—Le he dicho a Silas que esperase en su apartamento, le encontrarás ahí –dijo Jonas–.

Subimos a un ascensor Bess y yo. Me tranquilizaba la idea de que podría salir de aquí y de que podría ver a Silas otra vez. Respiré profundo y miré el número del ascensor mientras cambiaba. Bajamos del ascensor cuando fue el momento, y caminé con Bess por el mismo pasillo por donde me habían ingresado en un principio. Dimos unas vueltas y bajamos un par de escaleras, hasta salir a un sitio abierto, pero limitado por muros. Dimos una última vuelta a la derecha y Bess fue directo a una puerta. La puerta que sería mi salida. La abrió y salí de inmediato. Me volteé para mirarla con agradecimiento y ella al entenderlo, asintió. Y al instante corrí. Corrí como nunca había hecho en mi vida. Corrí por entre las plantas y el césped crecido que había por doquier. Cuando vi de lejos el túnel que me devolvería al lugar donde vivía, corrí aún más fuerte, y lo crucé con satisfacción. Lo único que quería era llegar al apartamento de Silas, y abrazarlo. Decirle que todo estaba bien. Llegué al centro de todo, y pasé nuevamente por los identificadores, puse mi muñeca y la máquina sí reaccionó, con el nombre y la imagen de Eva. Seguí caminando, ignorando si alguien más vio la diferencia, y un poco desesperada seguí hasta llegar al edificio de Silas. Subí hasta su planta, llegue a su puerta y la abrí esperando encontrarlo. Pero no estaba. Su apartamento estaba vacío. Caminé hasta el fondo, pero nada. No había señales de él.

Narra Silas.

Fui a caminar un rato para hacer pasar el tiempo de alguna manera, y cuando menos me lo espero, en una pantalla grande, rodeada de gente, estaban informando que 3 funcionarios habían sido curados luego de tener un inusual comportamiento. Cuando mostraron las imágenes, eran Bess, Jonas y Gilead. Fueron reportados hace un rato, y no sé si pudieron ayudar a Nía. Salí de inmediato de ese lugar y puse mi rumbo hacía el DEN, ya que necesitaba saber por lo menos si Nía se encontraba bien. Cuando llegué a aquel lugar, me esperaba una reja que tapaba el paso, en la cual había un hombre haciendo la guardia. Me acerqué a él y le pregunté por Nía.

—Su nombre es Nía –le dije–. Número 34729647, trabaja para Atmos.

—¿Dices que se llamaba Nía? –contestó él sin ánimo alguno–.

—Sí. –dije, y comenzó a teclear un panel pequeño–.

—¿La trajeron ayer por la tarde? ¿Vive en el 6L415?

—Sí, es ella.

—Murió anoche. –Esas dos palabras rebotaron un millón de veces en mis oídos. Nía estaba muerta. No podía ser. Ella es fuerte, podía resistir esto. Pero y si... No, no, no podía ser–. Según el informe médico la causa fue asfixia. –Traté de procesarlo, y era difícil, muy difícil. No me creo que Nía esté muerta–.

—¿Podrías volver a comprobarlo? –dije con un hilo de voz. Lo hizo en segundos–.

—Sí, es ella. –Sólo lo miré sin decir nada, no sabía qué decir. Nía estaba muerta, y no había nada que yo pudiera hacer–.

Comencé a desesperarme, respiraba rápido, movía mi cabeza de un lado a otro. Sentí al guardia decir algo, pero no sabía qué. No le presté atención. En lo único que podía pensar en éste momento era en Nía, y en qué haría sin ella a mi lado. La amo, profundamente, y no puedo vivir sin ella. Froté mis manos en mi cara, intranquilo, y sólo volteé para desaparecer a los segundos de ahí. Me devolví lentamente, paso a paso, sin sacarme su muerte de la cabeza. ¿Cómo fue, quién se lo hizo, habría sido ella, la obligaron? No soporté el dolor, y caí contra la pared del túnel. Caí y lo único que me dolía era el corazón. Lloraba, lloraba mucho, las lágrimas no paraban de caer, y seguía sin entender porqué a ella. Esto se sentía horrible, era horrible. No sé cuánto tiempo estuve ahí, tal vez fue una hora o dos, o tal vez más, sufriendo, ahogándome en mi mar de lágrimas, sintiendo como si me desangraba. Mi cabeza estaba hecha un lío, y dolía como nada nunca me había dolido. Golpeé la pared múltiples veces, descargando mi rabia, y aún así sin función lo seguía haciendo. Luego de un rato me paré y seguí caminando, sin haberlo superado aún, pero con las ganas. Subí al techo de un edificio, sin saber lo que hacía. Caminé hasta el borde, teniendo una vista de todo a mi alrededor. Necesitaba encontrar una salida para este dolor. No podía seguir viviendo si no era con Nía. Sólo me quedé ahí un rato, intentando sacar la cobardía para... lanzarme al vacío. Las lágrimas caían de nuevo, me impacientaba, me desesperaba, me dolía, y no podía aguantarlo más. Miré hacia abajo, y era mucha altura. Moriría al instante con el impacto en el asfalto. Puse mis pies justo en el borde, y seguí mirando abajo. Cerré los ojos, mientras mi cuerpo temblaba y me preparaba para saltar. Respiré hondo, boté el aire, y como si hubiese sido demasiado fácil... Dí un paso atrás. No pude hacerlo, no pude suicidarme. Nía no habría querido eso tampoco, y no era la solución. Había otra solución y fue ahí cuando se me ocurrió. Sólo entonces, mientras seguía ahí, me di cuenta de lo que estaba a punto de hacer, de lo que me hubiese arrepentido y mi cuerpo pareció descansar por un momento. Sólo pensé en la otra solución y salí de ahí.

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⏰ Última actualización: Jan 22, 2017 ⏰

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