Capítulo 1
A la mañana siguiente la pareja se despertó temprano para empezar a preparar el desayuno para su hijo y para sí mismos.
― Jack, ves a despertar a Ger, que hoy empiezan de nuevo las clases de la universidad.
Jack avanzó por el largo pasillo de su piso y entró en la habitación del chico.
― Ger, despierta. Que empiezas las clases hoy…, Ger…
― Que… ¿qué dices? ¿Clases?....... Mierda es verdad― . Dijo Ger.
― Los puentes de 3 días no duran 400 horas, hijo. Yo tampoco estoy contento de volver a la construcción.
― Vale, haré el esfuerzo de levantarme, pero no me metas prisa, esto lleva su tiempo.
Jack bajó las escaleras riéndose ahogadamente. Su mujer lo miró extrañada, pero no le dio importancia y siguió preparando las tostadas para toda la familia.
Ger no tenía gana alguna de ir a la universidad, por eso en su cabeza sólo sonaba una idea, fiesta hoy, mañana, ya veré. Avanzó por el pasillo con su pijama a cuadros arrastrando su cuerpo pesado hasta el comedor, donde lo dejó caer pesadamente sobre una silla.
― ¿Ilusionado por volver?― dijo sarcásticamente su madre.
― Tengo unas ganas tremendas de meterme un tiro entre ceja y ceja.
― Ni en broma, hoy no te libras― le respondió ella― . Que es el primer día, no puedes faltar.
Ger soltó varias carcajadas. La relación con su familia era muy estrecha, el buen rollo era evidente. Todos empezaron a comer unas riquísimas tostadas con jamón y queso, tostadas en su punto. Los sabores fluían por el paladar de las tres personas, y pensar que sólo eran unas simples tostadas, pero a veces lo simple es lo mejor. Al acabar Jack se despidió de Deb y de su hijo y se fue atravesando la puerta mecánica de su casa. Deb empezó a recoger la mesa y le dijo a Ger que se cambiase de ropa, y que se arreglase un poco para su retorno. Éste se levantó, arrastró sus pies de nuevo hasta su habitación y cogió su camiseta blanca, junto con sus pantalones blancos, y bambas blancas. Iba conjuntado completamente salvo por su pelo negro y ojos marrones. Se vistió con su lentitud normal en él y se dirigió al baño. Se lavó la cara con delicadeza, recordando cómo se había hecho la pequeña herida que tenía encima de su ceja derecha. Cogió la gomina y se peinó, a su estilo, con un tupé bastante prominente. Volvió a su habitación e hizo la mochila que su madre la había mandado hacer ayer. Cogió sus gafas de sol, eternas hiciera sol o no, y volvió al comedor.
― Te conviene cortarte ya el pelo, Ger― . Le dijo su madre.
― No lo creo, cuando acabe este semestre me lo cortaré.― le respondió.
― Tú mismo.
Ger se acercó a su madre le dio dos besos, cada uno en su respectiva mejilla, y salió a la calle.
Al salir, la luz solar le dio en plenos ojos y se quedó un poco atontado. Cogió sus gafas y se las puso con una chulería típica de él. Entonces observó el mundo que creía haber olvidado, monótono, casi monocromo, con su rutina de siempre, pero hoy no iba a ser igual, la frase de cada día no se iba a repetir hoy. Las personas de su alrededor con su vestimenta blanca correspondiente lo miraban de forma extraña, hacía mucho tiempo que nadie llevaba gafas de sol, por decirlo así, el distintivo de Ger eran sus gafas.
Anduvo en par de metros intentando recordar algo cuando cogió su teléfono móvil. Un papelito cayó de la funda de éste. Lo recogió y miró lo que había apuntado.