Feliz navidad, pequeño.

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Lu Han era un chico de apenas diecinueva años que acababa de mudarse a Corea del Sur para cumplir su sueño; convertirse en actor y vivir de lo que le gustaba. Llevaba en Seúl 17 días y aun siquiera se acostumbraba al idioma o a las personas, para no hablar del entorno.

LuHan no se esperó que en un día cualquiera, un chico normal como él, vería a su sueño hecho carne y hueso.

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La nieve caía lentamente en un baile elegante y delicado, posándose algunos afortunados copos de nieve en el cabello color caramelo de un chico único entre una multitud de personas que pasaban rápido en el 24 de diciembre, preparándose para celebrar uno de las fiestas más comunes para los cristianos. Era único, él lo era, porque el destino le había preparado una sorpresa que siquiera el propio destino sabía que ocurriría.

Se escuchaban villancicos de fondo, el hablar de las personas, los pasos acelerados de gente que quería llegar rápido a casa o por el contrario refugiarse de la nieve. Lu Han no tenía intención de refugiarse de nada, porque a él le encantaba la nieve, y porque prefería caminar por las calles desconocidas de Seul ante que encerrarse en su casa con sus dos gatos y nada que hacer. No tenía amigos, no conocía a nadie y tampoco podría conocer a nadie hasta que comenzasen las clases.

Se sentía solitario, como un outsider, pero afuera todo cambiaba. De alguna manera, aun ensimismado, lograba sonreír ante el comportamiento de las personas. Todo era tan cariñoso, tan feliz. Los dependientes o vecinos se daban regalos, flores y cualquier otro pequeño detalle porque, pese a que no fuese Navidad, el 25 sería el día en el que nadie saldría de su casa, a excepción de si querían ir a algún restaurante. Una chica recientemente se había acercado a LuHan, sería una de apenas trece años, hija de algún florestero. Llevaba tres grandes ramos de diferentes tipos de rosas y sin ver quizás por la nieve que cada vez caía en más cantidad, se había chocado con un desconocido que siquiera paró para ayudarla. Lu no pudo ignorar aquello, se acercó y ayudó a la pequeña chica, recogiendo cada una de las rosas de ese suelo cubierto por la fina capa de blanco manto.

-Lo siento mucho. - Se disculpó ella, riendo nerviosa, ante lo que Han asintió, regalándole una pequeña sonrisa. - Toma, es para ti. - Recogiendo las dos últimas rosas, guardó una en el ramo improvisado y la otra la extendió delante del rostro de LuHan, quien enternecido esbozó una sonrisa apenas perceptible.

-Es usted muy agradable, muchas gracias. - Y diciendo aquello terminó la conversación casual, haciendo una pequeña reverencia.

El frío cada vez se hacía más insoportable y la caída de la nieve en vez de tranquila y pacífica, ahora parecía un vals emocionante y casi terrible, uno que golpeaba las mejillas del chico, uno que llenaba su descubierto cuello de copos de nieve y lo hacía cerrar fuertemente los ojos para que no se metieran dentro de sus ojos las pequeñas bolitas de cristal.

El ambiente solitario de un 24 de diciembre. Las personas regresando a sus casas sin intención de salir de ahí, las tiendas cerrando sus puertas con miedo de que se colase la nieve dentro, los coches parando ya que apenas se visualizaba nada.

Ahí, en ese momento, LuHan chocó con alguien su hombro. Fue momentáneo sin embargo un momento que podría haber durado horas. Iban en diferentes direcciones, destinados a un simple toque que quizás acabaría en el olvido.

No fue así.

Ambos se habían girado, aquel desconocido con ojos gatunos para seguir con la mirada al joven y quizás pedirle disculpas, y LuHan, quien se había dado la vuelta también, simplemente caminó hacia atrás, sin querer alejar su mirada de aquella persona que juraba que había visto en la televisión, en algún concierto, o quién sabe qué.

Mi regalo de navidad eres tú. [XiuHan/LuMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora